Necesitamos ser creativos

Rosalía Arteaga Serrano

Hay quienes han empezado a asimilar lo ocurrido durante la denominada ‘Primavera Árabe’ a lo que sucede en América Latina, por la virulencia de las protestas, porque se han extendido como un reguero de pólvora, sobre todo a través de las redes sociales, y se involucran fundamentalmente los jóvenes. Aún no sabemos el desenlace de Chile, y tampoco podemos prever cuáles serán los resultados de los procesos de diálogo en Ecuador y en Bolivia.

Tampoco sabemos si se calificarán como ‘primaveras’ o como ‘otoños’ estos movimientos y si las similitudes con los países árabes continuarán con una violencia que se mantiene por ciertos grupos o si se irá por el camino de los gobiernos fuertes. La preocupación está latente, y en ninguno de estos países, además de los conflictos sociales crónicos en Venezuela y Nicaragua, podemos avizorar soluciones sencillas.

Cabe proponerse una reflexión más profunda, en la necesidad de buscar consensos, establecer mecanismos en que se ponga de relieve la creatividad, tanto de los dirigentes como de los opositores, así como de las poblaciones en general, para aportar con soluciones positivas, que perduren y tengan un aliento de más largo plazo en beneficio de las mayorías.

Para que esas soluciones sean tales, es necesario el que todos los sectores depongan actitudes personales y ambiciones electorales y se piense en el bienestar común, solamente así podremos apuntar a esas soluciones que todos buscamos.

Dentro de esa reflexión debe ir el análisis de la clase de democracia que queremos, la factibilidad de construirla dentro de un sistema de partidos políticos, la posibilidad de ser más incluyentes con los diversos sectores que tradicionalmente han sido excluidos y la permanente lucha contra la corrupción.

[email protected]

Rosalía Arteaga Serrano

Hay quienes han empezado a asimilar lo ocurrido durante la denominada ‘Primavera Árabe’ a lo que sucede en América Latina, por la virulencia de las protestas, porque se han extendido como un reguero de pólvora, sobre todo a través de las redes sociales, y se involucran fundamentalmente los jóvenes. Aún no sabemos el desenlace de Chile, y tampoco podemos prever cuáles serán los resultados de los procesos de diálogo en Ecuador y en Bolivia.

Tampoco sabemos si se calificarán como ‘primaveras’ o como ‘otoños’ estos movimientos y si las similitudes con los países árabes continuarán con una violencia que se mantiene por ciertos grupos o si se irá por el camino de los gobiernos fuertes. La preocupación está latente, y en ninguno de estos países, además de los conflictos sociales crónicos en Venezuela y Nicaragua, podemos avizorar soluciones sencillas.

Cabe proponerse una reflexión más profunda, en la necesidad de buscar consensos, establecer mecanismos en que se ponga de relieve la creatividad, tanto de los dirigentes como de los opositores, así como de las poblaciones en general, para aportar con soluciones positivas, que perduren y tengan un aliento de más largo plazo en beneficio de las mayorías.

Para que esas soluciones sean tales, es necesario el que todos los sectores depongan actitudes personales y ambiciones electorales y se piense en el bienestar común, solamente así podremos apuntar a esas soluciones que todos buscamos.

Dentro de esa reflexión debe ir el análisis de la clase de democracia que queremos, la factibilidad de construirla dentro de un sistema de partidos políticos, la posibilidad de ser más incluyentes con los diversos sectores que tradicionalmente han sido excluidos y la permanente lucha contra la corrupción.

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Hay quienes han empezado a asimilar lo ocurrido durante la denominada ‘Primavera Árabe’ a lo que sucede en América Latina, por la virulencia de las protestas, porque se han extendido como un reguero de pólvora, sobre todo a través de las redes sociales, y se involucran fundamentalmente los jóvenes. Aún no sabemos el desenlace de Chile, y tampoco podemos prever cuáles serán los resultados de los procesos de diálogo en Ecuador y en Bolivia.

Tampoco sabemos si se calificarán como ‘primaveras’ o como ‘otoños’ estos movimientos y si las similitudes con los países árabes continuarán con una violencia que se mantiene por ciertos grupos o si se irá por el camino de los gobiernos fuertes. La preocupación está latente, y en ninguno de estos países, además de los conflictos sociales crónicos en Venezuela y Nicaragua, podemos avizorar soluciones sencillas.

Cabe proponerse una reflexión más profunda, en la necesidad de buscar consensos, establecer mecanismos en que se ponga de relieve la creatividad, tanto de los dirigentes como de los opositores, así como de las poblaciones en general, para aportar con soluciones positivas, que perduren y tengan un aliento de más largo plazo en beneficio de las mayorías.

Para que esas soluciones sean tales, es necesario el que todos los sectores depongan actitudes personales y ambiciones electorales y se piense en el bienestar común, solamente así podremos apuntar a esas soluciones que todos buscamos.

Dentro de esa reflexión debe ir el análisis de la clase de democracia que queremos, la factibilidad de construirla dentro de un sistema de partidos políticos, la posibilidad de ser más incluyentes con los diversos sectores que tradicionalmente han sido excluidos y la permanente lucha contra la corrupción.

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Rosalía Arteaga Serrano

Hay quienes han empezado a asimilar lo ocurrido durante la denominada ‘Primavera Árabe’ a lo que sucede en América Latina, por la virulencia de las protestas, porque se han extendido como un reguero de pólvora, sobre todo a través de las redes sociales, y se involucran fundamentalmente los jóvenes. Aún no sabemos el desenlace de Chile, y tampoco podemos prever cuáles serán los resultados de los procesos de diálogo en Ecuador y en Bolivia.

Tampoco sabemos si se calificarán como ‘primaveras’ o como ‘otoños’ estos movimientos y si las similitudes con los países árabes continuarán con una violencia que se mantiene por ciertos grupos o si se irá por el camino de los gobiernos fuertes. La preocupación está latente, y en ninguno de estos países, además de los conflictos sociales crónicos en Venezuela y Nicaragua, podemos avizorar soluciones sencillas.

Cabe proponerse una reflexión más profunda, en la necesidad de buscar consensos, establecer mecanismos en que se ponga de relieve la creatividad, tanto de los dirigentes como de los opositores, así como de las poblaciones en general, para aportar con soluciones positivas, que perduren y tengan un aliento de más largo plazo en beneficio de las mayorías.

Para que esas soluciones sean tales, es necesario el que todos los sectores depongan actitudes personales y ambiciones electorales y se piense en el bienestar común, solamente así podremos apuntar a esas soluciones que todos buscamos.

Dentro de esa reflexión debe ir el análisis de la clase de democracia que queremos, la factibilidad de construirla dentro de un sistema de partidos políticos, la posibilidad de ser más incluyentes con los diversos sectores que tradicionalmente han sido excluidos y la permanente lucha contra la corrupción.

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