Plaza Gutiérrez: víctima de su silencio

Rafael Arroyo Alcivar | a[email protected]

Por lo que uno de sus más recientes proyectos es la creación del primer Ecomuseo Biblioteca de Ecuador en el centro de Quito.  Esta idea, que surgió hace aproximadamente diez años, ha ido tomando forma gradualmente, enfrentando desafíos y superando obstáculos en el camino. Uno de los mayores logros fue conseguir la casa en el centro histórico quiteño, lo cual fue posible gracias al apoyo de las Administraciones Municipales. Con el lugar asegurado, se comenzó a trabajar en los planos de reconstrucción, priorizando prácticas sostenibles con el ambiente. Paralelamente, se gestionó la recaudación de fondos para dar inició a la obra, que felizmente inicio hace aproximadamente un año. 

Esta iniciativa busca crear un espacio que combine piezas de museo con libros especializados en temas ecológicos y las ciencias que estudian los ecosistemas naturales.

El proyecto se alinea con la corriente de la llamada Nueva Museología que surge en los años 70 como alternativa a la museología tradicional.

Esta tendencia museológica emergente aporta una visión interrelacionada en la que ya no solo es el objeto como exhibición, ahora se considera el enfoque del visitante, la participación comunitaria y se da énfasis en el contexto social y político. Orientando a los museos a tener mayor apertura, participación y responsabilidad social. 

En ese libro trato cinco calumnias que fueron lanzadas en su contra, básicamente por dos personajes: Olmedo Alfaro Paredes y Roberto Andrade Rodríguez; el primero, hijo del general Eloy Alfaro Delgado y el segundo, hermano del general Julio Andrade Rodríguez.

Lamentablemente muchos historiadores se limitaron a repetir lo que Olmedo Alfaro y Roberto Andrade publicaron. El general Plaza pasó a la historia como el asesino de “los Alfaro” y del general Andrade, como un ser inhumano, ambicioso y desleal. No fue así.

El asesinato de Alfaro y sus lugartenientes
El general Plaza ha pasado a la historia como el responsable del atroz asesinato sucedido en Quito el 28 de enero de 1912 del general Eloy Alfaro y sus lugartenientes. No olvidemos que tres días antes de este trágico evento, en Guayaquil, fue también linchado el general Pedro Jacinto Montero Maridueña.

Estas muertes fueron el epílogo de una serie de eventos.

Un grupo de cuatro ciudadanos, el 11 de agosto de 1911, visitan al presidente Eloy Alfaro en su despacho y le piden la renuncia. El día anterior, el presidente Alfaro había fracasado en el intento de declararse dictador para mantenerse en el poder y no entregarlo a quien había sido elegido a inicios de ese año, el señor Emilio Estrada Carmona; su popularidad estaba por los suelos por la serie de escándalos que habían salido a flote: el informe sobre la construcción del ferrocarril Guayaquil – Quito, los pretendidos contratos de construcción de nuevas líneas férreas en condiciones muy lesivas a los intereses del Ecuador, la pretendida cesión del Archipiélago de Galápagos a los Estados Unidos de América a cambio de un préstamo, el asesinato del general Emilio María Terán.

El presidente Alfaro se sentía derrotado y accede a firmar su renuncia y se le ofrece asilo en la Legación chilena.

En el trayecto de algo más de cien metros desde el Palacio de Carondelet hasta la residencia del ministro Plenipotenciario chileno, un nutrido grupo de ciudadanos y de soldados intentaron hacer justicia por mano propia, lo que fue impedido por la valiente actitud del ministro Chileno doctor Víctor Eastman Cox y del teniente coronel Manuel Moreno Montaño, quien lideró la comisión de ciudadanos que solicitaron minutos antes la renuncia al general Alfaro. Este y su familia permanecieron las siguientes cinco semanas en la mencionada residencia cercados por ciudadanos quienes, desde las afueras de la residencia, durante todo este período y a toda hora, pedían al doctor Eastman les entregara al general Alfaro para ajusticiarlo y al tiempo vigilaban para impedir que el expresidente se fugue.

El 1° de septiembre de 1911 asume la presidencia de la República el señor Emilio Estrada.
El general Plaza, al enterarse de que el gobierno del general Alfaro había cesado, decide retornar a su patria. Llega a Quito el 8 de septiembre de 1911, luego de haber permanecido con su familia en Nueva York desde noviembre de 1905 a febrero de 1906 como ministro Plenipotenciario del Ecuador y luego como exiliado. 

El gobierno nacional y el Congreso demoraban en otorgar al general Alfaro y a su familia el salvoconducto que les permita salir del país y establecerse en Panamá, como había prometido hacerlo el general Alfaro al Cuerpo Diplomático acreditado en el Ecuador y a la nación.

El general Plaza era un hombre de acción.
Visita al general Alfaro el día 15 de septiembre, se ponen de acuerdo y en dos días logra que el gobierno expida el salvoconducto. El general Plaza escolta, acompañado por el general Juan Francisco Navarro Nájera, al general Alfaro y a su familia desde la residencia del ministro Eastman hasta Chimbacalle para que viajen por tren hasta Durán y se asegura que el vapor zarpe de Guayaquil a Panamá, tan pronto arribe la familia Alfaro y así sucede.

La paz y tranquilidad que el Ecuador había recobrado con la salida del general Alfaro se ve interrumpida por la muerte del presidente Estrada el 21 de diciembre de 1911. Al día siguiente de este triste suceso, el coronel Carlos Otoya Ramos se declara en rebeldía en Esmeraldas y declara que nombra al general Flavio Alfaro Santana jefe Supremo de la nación.

El general Flavio Alfaro se encontraba, al igual que su tío el general Eloy Alfaro, en Panamá. Flavio Alfaro de inmediato organiza su viaje al Ecuador para asumir la jefatura suprema que le ofrecía el coronel Otoya. Llega a costas ecuatorianas el 28 de diciembre de 1911, en pocas horas llega a Esmeraldas y emprende la marcha hacia Guayaquil al frente de sus tropas reclutadas en esa provincia y a lo largo del trayecto. Así inició la más cruenta guerra civil que ha soportado el Ecuador.

El general Pedro J. Montero Maridueña al momento del fallecimiento del presidente Estrada era el jefe Militar de Guayaquil y había proclamado su respaldo al gobierno del doctor Carlos Freile Zaldumbide quien constitucionalmente debía encargarse del poder a raíz de este infausto acontecimiento. Sin embargo, el 28 de diciembre de 1911, el general Montero se declara jefe Supremo y desconoce al gobierno de Freile Zaldumbide. Y llama al general Eloy Alfaro, quien como dijimos se encontraba en Panamá, para entregarle el poder.

El general Alfaro rompe su ofrecimiento de mantenerse alejado del Ecuador por un período de al menos un año y emprende viaje a Guayaquil. El 30 de diciembre de 1911 el general Flavio Alfaro se entera del golpe de estado propinado por el general Montero y se pone en contacto con él. Coincidencia a no, los dos generales Alfaro arriban a Guayaquil el 5 de enero de 1912. Se ponen de acuerdo y resuelven unirse para hacerse del poder. Nombran comandante en Jefe de las fuerzas revolucionarias a Flavio Alfaro el éste nombra como jefe de Estado Mayor al coronel Carlos Concha Torres.

Se dan las batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi, los días 11, 14 y 18 de enero de 1912 que causaron miles de bajas entre ambos bandos y la derrota total de los revoltosos. 

El general Plaza acepta suscribir un acuerdo de paz con el general Montero con el fin de terminar con esta guerra y detener el derramamiento de sangre de hermanos ecuatorianos. Este acuerdo se suscribe el 22 de enero de 1912 y en su primer punto se estableció que “El Gobierno Constitucional de la República del Ecuador concederá amplias garantías a las personas civiles y militares que por cualquier motivo, directo o indirecto, hayan tomado parte en el movimiento político del veintiocho de diciembre de mil novecientos once. …”.

Las tropas gubernamentales entran a Guayaquil el mismo día 22, se producen ligeros choques armados con tropas de Flavio Alfaro. Las familias de los jefes revolucionarios se embarcan en diversos navíos anclados cerca de Guayaquil que los llevarían al exilio con ellos.  Desde la misma mañana del día de la firma del acuerdo se entabla una polémica entre el general Plaza en su calidad de comandante en Jefe y el general Andrade en su calidad de jefe de Estado Mayor de las fuerzas gubernamentales con el presidente doctor Freile Zaldumbide y otros miembros de su gobierno. Los primeros defendiendo la legalidad y conveniencia del acuerdo y los segundos exigiendo que no se firme y luego que no se lo respete.

El presidente Freile Zaldumbide, un día antes del de la firma del acuerdo envía un telegrama a los generales Plaza y Andrade diciéndoles: “… sería una vergüenza para ustedes y el gobierno conceder garantías a los traidores que han ensangrentado la República”. Para esa fecha, 21 de enero de 1912, ya empezaban a llegar a Quito trenes cargados de soldados heridos y muertos.

La ciudadanía quiteña salía a la calle a protestar contra la revolución y a exigir que los responsables de esta desgracia sean severamente castigados. La presión popular se manifiesta en discursos, asambleas, proclamas, telegramas pidiendo sanciones.

El día de la firma del acuerdo el general Plaza le contesta al presidente Freile Zaldumbide dándole razones militares y humanitarias para justificar los términos del acuerdo y le manifiesta: “… En cuanto a que sea vergonzoso obtener la entrega de Guayaquil por capitulación, acepto esa vergüenza y desde ahora aseguro que está página serán la mejor que legue a mis hijos. –

Exento de ambiciones y hombre sin pretensiones ni vanidades, prefiero modestos triunfos pacíficos a los ruidosos y sangrientos. Mi espíritu está enfermo. La sangre derramada en Huigra, Naranjito y Yaguachi es sangre de nuestros hermanos y no puedo ser impasible ante semejante calamidad. – Todavía tenemos 400 cadáveres insepultos en Yaguachi. ¿Se quiere más sangre? Que venga otro a derramarla”.

Y este es el tono del intercambio de telegramas entre Quito y Guayaquil en los siguientes días. Los generales Plaza y Andrade a favor de que se respete el acuerdo, los miembros del gobierno, presidente y ministros insistiendo que no se lo respete.

El 23 de enero de 1912 el pueblo de Guayaquil se enteró dónde se encontraban los generales Eloy Alfaro y Pedro J. Montero.

Para evitar que los generales sufran algún ataque, el general Plaza destacó al Batallón Guardia de Honor para que condujeran a los generales Eloy Alfaro y Montero al cuartel donde se había instalado el Batallón Marañón. Por razones que desconocemos el general Andrade ordena sean conducidos a la Gobernación los generales Eloy Alfaro y Montero.

En este recorrido la presencia de los soldados y del general Andrade evitaron que el pueblo atente contra la integridad de los generales vencidos. Desde ese día y permanentemente el general Plaza estuvo junto a los generales rebeldes compartiendo comidas, incluso redactando telegramas con ellos. Fueron varias las ocasiones en que el general Plaza tuvo que intervenir personalmente para dispersar intentos de agresión contra los generales derrotados, incluso se dieron casos en que tuvo que blandir su revolver y hasta disparar al aire para dispersar a los agresores.

El 24 de enero de 1912 el general Plaza arremete nuevamente contra el gobierno. Envía un telegrama al presidente Freile Zaldumbide en el que rehúsa discutir si tenía o no facultades para suscribir el acuerdo porque lo considera inútil, pero sí detalla que de no haber mediado ese acuerdo la guerra hubiera durado más, asegura que son falsos los rumores que los generales Eloy Alfaro y Montero no cumplieron con el acuerdo, narra que los generales Eloy Alfaro y Montero pudieron huir el día anterior y no lo hicieron, indica que fue el general Eloy Alfaro quien comunicó al gobernador dónde se encontraba y que para escoltarlo despachó al Batallón Guardian de Honor.

Le dice al presidente Freile Zaldumbide que tuvo conocimiento que el general Navarro se encontraba en viaje de Quito a Guayaquil, se alegra de que esto suceda, “… para que sea él quien viole una capitulación que yo firmé con conocimiento perfecto de causa y convencido de que hacía un gran servicio al País y al Ejército”. Le anuncia que la campaña ha terminado en Esmeraldas, El Oro y Los Ríos y no duda que Manabí irá por ese camino “… tan luego como podamos con las autoridades”. Y renuncia al mando de “… jefe del Ejército porque quiero aprovechar la salida del vapor Chile para irme a Nueva York a reunirme con mi familia”. Ese mismo día el presidente Freile Zaldumbide no acepta la renuncia del general Plaza.

La noche del 24 de enero de 1912 llega a Guayaquil el general Navarro, ministro de Guerra y Marina y se hace cargo de la situación. El general Plaza se mantiene junto a los generales Eloy Alfaro y Montero.  En la noche del 24 de enero o en la mañana del 25 arribó a Guayaquil el general Medardo Alfaro en un vapor inglés con 112 hombres armados y con pertrechos para la revuelta. El general Medardo Alfaro fue capturado por el comandante Juan Manuel Lasso y conducido inmediatamente a la Gobernación donde se encontraba su hermano Eloy y el general Montero. El general Ulpiano Páez Egüez también llegó en ese mismo vapor y se dejó conducir hacia el lugar donde se encontraba el general Eloy Alfaro.

El 25 de enero es un día cargado de eventos. El general Flavio Alfaro fue localizado y el general Plaza tuvo que salir a escoltarle en su desplazamiento hacia la Gobernación, para protegerlo de las agresiones de la población que encontraron en el camino. El reencuentro entre el general Flavio Alfaro y su tío el general Eloy Alfaro fue nada amistoso.

Cerca del mediodía estalló accidentalmente el polvorín de uno de los cuarteles en Guayaquil. Se difundió una noticia falsa en el sentido que el estallido fue provocada por las fuerzas rebeldes con el objeto de asestar un golpe a las fuerzas gubernamentales que habían ocupado dicho cuartel. Esta noticia enardeció la animadversión hacia los rebeldes.

Por orden del general Navarro, se instauró el juicio en contra del general Pedro J. Montero en la Gobernación, en una habitación donde se encontraban el resto de los cabecillas, incluyendo al general Manuel Serrano y al periodista coronel Luciano Corral, alrededor de la una de la tarde. Pasadas las ocho de la noche se dictó el veredicto declarándolo culpable y condenándolo a degradación pública y a dieciséis años de prisión. Esta sentencia no fue del gusto del público arremolinado en las afueras de la Gobernación, el cual asaltó el edificio, venció a los guardias, asesinó al general Montero, arrojó su cuerpo por una de las ventanas, mutiló su cuerpo y lo arrastró por la ciudad, hasta llegar a la Plaza de San Francisco donde lo incineró. Así en singular porque fue el pueblo hastiado con la revolución quien cometió esta barbaridad. Esa misma noche el general Navarro optó por trasladar al resto de detenidos hasta Durán, para embarcarlos en un tren expreso hacia Quito. Así se cumplió y en la madrugada del 26 de enero los generales Eloy, Medardo y Flavio Alfaro, Ulpiano Páez y Manuel Serrano y el coronel Luciano Corral viajaron con ese destino a encontrar su muerte.

En la madrugada del 26 de junio de 1912 la turba que linchó al general Montero regresó a la Gobernación a ensañarse con el resto de los detenidos, pero ya no los encontró. El general Plaza, ese mismo día, envió un telegrama al arzobispo de Quito, monseñor Federico González Suárez rogándole que proteja a los detenidos que iban rumbo a la capital. El arzobispo difundió una tibia súplica dos días después de esta fecha.

El general Plaza, a pesar de que estaba con la salud muy deteriorada, se embarcó el 27 de enero de 1912 en el buque Cotopaxi rumbo a Manta. Fue escoltado con unos pocos jóvenes soldados azuayos a sofocar la revuelta en Manabí. También llevó unos cien soldados desarmados del Batallón Manabí que escogieron retornar a sus hogares antes que engrosar las filas del ejército regular. Cuando el general Plaza llegó a su tierra, la que le vio nacer, había terminado la revuelta en esa región y las autoridades legales estaban al frente de ella.

El resto de esta historia la conocemos. El Gobierno que tanto insistió en el traslado de los detenidos a Quito dio órdenes de detener la marcha e incluso de regresar con los detenidos a Guayaquil.

Los soldados del Batallón Marañón que estaban cuidando a los detenidos estuvieron a punto de amotinarse cuando se enteraron de que interrumpirían su retorno a la capital. Falló un segundo tren por falta de combustible para que el Batallón Marañón continúe el viaje y los detenidos regresen a Durán. A lo largo del trayecto del tren, la gente de las poblaciones se reunía para agredir a los detenidos. El tren no pudo avanzar como tenían previsto porque también se produjeron derrumbes que obstaculizaron el avance.

Los detenidos llegaron a Quito cerca del mediodía del 28 de enero, fueron conducidos fuertemente resguardados al Penal García Moreno. Se retiraron los oficiales y soldados del Batallón Marañón creyendo que habían cumplido con su deber. A la una de la tarde el pueblo de Quito atacó la prisión y repitió la escena que se vivió tres días antes en Guayaquil. El pueblo asesinó a los detenidos, mutiló, arrastró e incineró sus cuerpos de la manera más cruel.

¿Se puede decir que el general Plaza fue el responsable del asesinato del general Alfaro y sus seis compañeros (incluyendo entre ellos al general Montero)? Ciertamente que no. ¿Quiénes fueron los responsables de este crimen? Dejo la respuesta a terceros. Me guardo mi opinión.

La muerte del General Julio Andrade
Fallece el general Julio Andrade pocos minutos antes de la medianoche del día 5 de marzo de 1912, como consecuencia de un disparo de fusil que le compromete un órgano vital en el abdomen. Temprano a la siguiente mañana, el general Plaza se presenta en la casa del occiso con el objeto de presentar sus condolencias a la familia, pero le impiden el paso y profieren la acusación que él era el “asesino” de Julio Andrade.

El día de su muerte suceden dos eventos que son dignos de mencionar. El primero fue una reunión convocada por el señor Carlos Freile Zaldumbide y su gabinete, alrededor de medio día, para proponer a los generales Plaza y Andrade, así como al ministro de Relaciones Exteriores, Carlos R. Tobar Guarderas, retiren sus candidaturas a la Presidencia de la República que estaban convocadas para fines de ese mismo mes.

Los tres candidatos salían del Partido Liberal Radical. Les pidieron también que se sometan a aceptar y apoyar a un candidato único nombrado por la Junta Liberal Radical de Pichincha ya que, por la premura del tiempo, no era posible convocar a la Junta Liberal Radical nacional.

De paso, también le solicitaron al general Plaza, en su calidad de comandante en jefe del Ejército, remueva a dos o tres jefes de guarniciones acantonadas en Quito.

Tanto el general Julio Andrade, cuanto el doctor Tobar Guarderas aceptaron la primera propuesta. El general Plaza no aceptó ni una ni otra.

La segunda porque estimó que se estaba solicitando la remoción de esos jefes militares de manera arbitraria y que eran buenos oficiales que habían demostrado pundonor y valentía en la guerra civil librada dos meses antes y eran defensores de la democracia.

Respecto al primer punto su negativa también fue tajante. Su candidatura a la presidencia fue presentada por un importante grupo liberal radical, representativo de todo el Ecuador, a fines de diciembre de 1911, pocos días después de convocadas las elecciones para elegir al sucesor del presidente Emilio Estrada que falleció el 21 de diciembre de ese año. No podía renunciar a la postulación y peor someterse a la directiva liberal radical de Pichincha. Vale la pena anotar que la candidatura del doctor Tobar Guarderas fue proclamada por el gobierno del doctor Carlos Freile Zaldumbide a mediados de enero de 1912. La candidatura del general Andrade fue proclamada por un grupo de liberales radicales residentes en Quito el 12 de febrero de 1912.

Las negativas del general Plaza producen malestar entre los asistentes y se genera un enfrentamiento de palabra entre el general Plaza y el general Andrade. El señor Roberto Andrade, hermano de este último, pocas semanas después del 5 de marzo de 1912, se da el lujo de publicar el cruce de palabras que tienen los dos generales como si él hubiera estado presente. Podría citar muchos casos similares a este, en los que Roberto Andrade incumple su tarea de historiador y se aleja de la verdad inventando hechos o recreando situaciones.

En esa reunión, el presidente encargado doctor Freile Zaldumbide nombra ministro de Instrucción Pública al general Julio Andrade. El titular de esa cartera Carlos Rendón Pérez había renunciado ese día. Lo cierto es que el general Plaza se retira de la reunión y le sigue el general Juan Francisco Navarro Nájera quien era el ministro de Guerra y Marina. El presidente y su gabinete se temieron un golpe de estado. Lo que no sospecharon en ese momento es que efectivamente, el general Plaza, fiel a sus principios democráticos y contando con la mayoría de la voluntad popular liberal radical y con el Ejército, efectivamente depondría al presidente encargado al día siguiente.

A la tarde de ese 5 de marzo, el aún presidente doctor Freile Zaldumbide se entera que el movimiento político militar en su contra estaba en marcha y convoca a su gabinete a la segunda reunión. Por razones que desconozco no pudieron reunirse en ninguna dependencia estatal y resolvieron hacerlo en uno de los cuarteles, donde funcionaba la Intendencia de policía, creyendo que esa guarnición los respaldaba. Alrededor de las 7 de la noche se reunieron en la sala de amanuenses de este cuartel.  El gobierno se preparó para defenderse del golpe. Destituyeron al ministro de Guerra y Marina, el general Juan Francisco Navarro, encargando esta cartera de estado al recientemente nombrado ministro de Instrucción general Andrade. Redactaron los decretos destituyendo al general Plaza de la Comandancia del Ejército, destituyeron a los jefes de guarniciones que habían solicitado al general Plaza ese día los reemplace. En fin, estaban defendiendo su gobierno.

Hasta tanto el general Plaza había conferenciado mediante el telégrafo con los jefes de las distintas guarniciones del país. Acordando que mantendrían el orden constitucional y que respetarían los resultados de las votaciones que debían tener lugar los días 30 y 31 de marzo de 1912. Alrededor de las 11:30 pm se produce una balacera dentro del cuartel donde sesionaba el presidente Freile Zaldumbide entre los soldados ahí acantonados, unos respaldando al gobierno y otros a una sucesión ceñida a la Constitución. Impulsiva e imprudente fue la reacción del general Andrade, quien armado de un fusil que se encontraba en el cuarto de amanuenses, sale a un corredor mal iluminado y recibe el balazo en el bajo vientre.

El doctor Tobar Guarderas que se encontraba junto a él, arrastra al herido hacia el cuarto de donde habían salido. Con la ayuda del resto de asistentes, lo tienden en el suelo junto a uno de los escritorios, constatando la gravedad de la herida. Para escapar del lugar creyendo que sus vidas peligraban y, seguramente, para buscar ayuda para socorrer al herido, mueven un armario tras el cual había una puerta lateral para salir del cuartel. Al mover el armario y despejar la puerta, el armario cae contra el escritorio junto al cual yacía agonizando el general Andrade.   Un par de horas luego de este incidente llega el auxilio para el general Andrade, pero lo encuentran ya muerto.

Connotados galenos de la ciudad, personas de excelente reputación ética y profesional, practican la autopsia y determinan qué causó la muerte y definen la trayectoria del proyectil. Meses después el fiscal, señor reinaldo Crespo, luego de prolijas investigaciones dictaminó que la muerte del general Andrade fue casual, un accidente y no hubo asesinato. Los adversarios políticos del general Plaza se encargaron de regar la versión de Roberto Andrade: “Plaza lo mandó a matar” que luego se transformó en “Plaza lo mató y para disimular el crimen le botó un armario encima”.

En la madrugada del 6 de marzo de 1912, el presidente Freile Zaldumbide, ante la falta de apoyo político y militar, renunció y asumió el poder ejecutivo el doctor Francisco Andrade Marín, último presidente de la Cámara de Diputados del Congreso.

Las elecciones se desarrollaron con normalidad y el general Plaza las ganó con cerca del 98% de los sufragios. ¿Se puede decir que la muerte del general Andrade fue un asesinato? El simple análisis del suceso hace imposible que esta muerte fue planificada. Además, a lo largo de su vida, el general Plaza jamás asesinó no mandó a matar a personas alguna.

La guerra de Concha
La historia o los historiadores no han recogido adecuadamente las causas, el desarrollo y las consecuencias de la Guerra de Concha.

¿Podemos creer que el coronel Carlos Concha Torres armó una revolución el septiembre de 1913 para vengar el asesinato de Eloy Alfaro y sus lugartenientes a fines de enero de 1912 o para rehuir el pago de un par de enormes deudas que Carlos Concha adquirió en sus años en París o hay algo más atrás de esta rebelión? Como quiera verse, este asunto está por aclararse.

Lo que sí conocemos es el desarrollo de esta aventura tuvo graves consecuencias para el país, para los esmeraldeños y para los soldados (de ambos bandos) que tuvieron que combatir.

Empecemos este capítulo recordando que el coronel Carlos Concha hizo las veces de jefe de Estado Mayor del general Flavio Alfaro Santana comandante en jefe de los ejércitos revolucionarios, que este último armó en Esmeraldas y Manabí a partir del 22 de diciembre de 1911 para hacerse del poder rompiendo el régimen constitucional y que el general Pedro J. Montero utilizó en Guayaquil con el mismo fin, primero en su favor y luego a favor del general Alfaro el 28 de diciembre del mismo año. Las dos fuerzas fueron puestas a órdenes de Flavio Alfaro el 5 de enero de 1912, cuando Montero y Flavio Alfaro llegan a un acuerdo, en presencia ya del general Eloy Alfaro Delgado.

Se producen las batallas de Huigra, Naranjito y Yaguachi los días 11, 14 y 18 de enero de 1912 donde las fuerzas gubernamentales derrotan amplia mente a las rebeldes lideradas por Flavio Alfaro y Carlos Concha. Al verse derrotados estos dos comandantes el día 18 de enero, luego de la batalla de Yaguachi, logran cruzar el río Guayas y se esconden en Guayaquil. El 22 de enero las tropas gubernamentales ingresan vencedoras a Guayaquil, amparadas en el Acuerdo de paz que suscriben ese mismo día, el jefe de la revolución general Pedro J. Montero y el jefe del ejército constitucional general Leonidas Plaza Gutiérrez. Flavio Alfaro cae preso el 25 de enero, mientras que Carlos Concha permanece en las sombras hasta que el gobierno de Leonidas Plaza, quien había sido elegido presidente a fines de marzo de 1912 y se había posesionado a inicios de septiembre de 1912, decreta la amnistía para todos quienes participaron en esa revolución.

Ante tanto fracaso, el presidente Plaza deja Quito, encarga el poder al doctor Alfredo Baquerizo Moreno y viaja a Esmeraldas para ponerse al frente de las fuerzas del gobierno. Cambia la estrategia y en lugar de tratar de rescatar Esmeraldas con una invasión desde el río, ordena el desembarco de tropas en Atacames y, a través de la selva, llega a Esmeraldas y derrota a los rebeldes ocupantes. Es a partir de este momento que los resultados de la guerra empezaron a ser favorables al gobierno.

Pero las acciones son lentas debido a las condiciones en las que tuvieron que pelear los soldados, en su gran mayoría serranos, con uniformes propios para climas fríos y templados inadecuados para la selva, sin experiencia para hacer frente al clima, los insectos y las fieras que reinan en las selvas.

El presidente Plaza sufre un quebranto en su salud y se regresa a la Capital en un momento en que ya se vislumbraba la derrota a Concha. Carlos Concha cae preso junto a uno de sus hermanos el 15 de febrero de 1915. Asume el mando de los rebeldes un medio hermano de Carlos Concha, el coronel Enrique Torres. Siguen las batallas esta vez más frecuentemente con la victoria de los soldados gubernamentales. Termina el conflicto con la rendición de los conchistas, cuando Plaza ya había entregado el poder a su sucesor, doctor Alfredo Baquerizo Moreno, quien les ofrece una amnistía. Los rebeldes deponen definitivamente armas el 6 de noviembre de 1916.

Plaza nació en Ecuador
Roberto Andrade en sus escritos dice que el general Plaza, para poder asumir su primera presidencia, suplantó la identidad de algún hermano muerto porque Leonidas habría nacido en Colombia. Este decir es una mentira del tamaño de una Catedral.  Si nos basamos en el Censo Nacional de 1871 (ordenado por el gobierno de Gabriel García Moreno) encontramos que en el hogar del señor José Buenaventura Plaza Centeno y de la señora Alegría Gutiérrez Sevillano situado en la ciudad de Bahía de Caráquez, encontramos a los hijos de este matrimonio, ese momento. Suman ocho vástagos, el mayor un varón de dieciséis años llamado José Manuel y la menor una niña de siete meses de edad llamada Noema Celina. Consta también un niño de seis años llamado Leonidas. Los padres de Leonidas en total tuvieron doce hijos el primogénito nació en 1853 pero murió a los dos años de edad. Le siguieron los ocho que constan en el padrón del censo mencionado y luego nacieron los tres últimos.

El niño de seis años nació en 1865. Fue bautizado en Charapotó con el nombre de José León Julio.

En una libreta con anotaciones familiares el padre de los Plaza Gutiérrez, el señor José Buenaventura Plaza Centeno anota que el vástago que nació en 11 de abril de 1865 se llamó José Julio Leonidas.

En la emotiva despedida que dirige el general Leonidas Plaza Gutiérrez a sus tropas el 9 de junio de 1895, siendo comandante de Plaza de la Provincia de Alajuela, Costa Rica dice:  “… La Patria de mi nacimiento reclama mis servicios y me llama a ocupar el puesto de soldado en las filas de la más grande y noble revolución que ha visto la América en este último cuarto de Siglo”. Pocas semanas después en general Plaza se encuentra peleando en la batalla de Gatazo.

Leonidas Plaza Gutiérrez es el mismo que fue bautizado en Charapotó con el nombre José León Julio.

Desde su nacimiento utilizó el nombre de Leonidas, mucho antes de que sueñe llegar a ser presidente del Ecuador.

¿Quién puede dudar de esto? Nadie.

¿Por qué Plaza no se defendió?

Leonidas Plaza Gutiérrez fue víctima de su silencio, como se demuestra en una carta que dirige, el 8 de octubre de 1904, al general Julio Andrade. El primero era el presidente del Ecuador y el segundo estaba en Bogotá en calidad de Enviado Especial y ministro Plenipotenciario del Ecuador en Colombia. En ella, el general Plaza le dice al general  Andrade: “ … me ha causado profunda impresión, porque veo que llega a usted y con buen éxito, la campaña de calumnias y mentiras levantada por nuestros enemigos, cosa que no he esperado nunca, porque había creído que las manifestaciones de estimación y aprecio que he hecho a usted, eran seguro baluarte contra cualquier clase de intrigas; pero no por esto ha menguado la estimación que le tengo porque me precio de ser un hombre de mundo y tengo la costumbre de dejar las cosas al tiempo que todo lo aclara, y como mi procedimiento es en todo caso leal y franco, el resultado tiene que serme siempre favorable” En otras palabras, la verdad sale a flote con el tiempo. El general Plaza se equivocó, las calumnias echaron raíces en la historia.

1. El libro La verdad: Leonidas Plaza Gutiérrez, víctima de su silencio está disponible en Amazon, versión Kindle y versión pasta blanda. También se lo puede encontrar en librerías ecuatorianas, en pasta blanda, impreso en Ecuador.

2. Fueron seis las víctimas del linchamiento sucedido en Quito el 28 de enero de 1912. Los generales Eloy Alfaro Delgado, Medardo Alfaro Delgado, Flavio Alfaro Santana, Ulpiano Páez Egüez, Manuel Serrano Renda y el coronel Luciano Corral Morillo.

3. El presidente Lizardo García asumió el poder el 1° de septiembre de 1905 de manos del presidente Plaza y lo nombra ministro Plenipotenciario del Ecuador ante el gobierno de los Estados Unidos de América. El presidente García es depuesto por un golpe de estado liderado por el general Eloy Alfaro el 31 de diciembre de 1905 y con fecha 17 de febrero de 1906 el jefe Supremo general Alfaro da por terminada esta misión. Desde entonces, el general Plaza vivió en Nueva york en calidad de exiliado.

4. Lamus G., Ramón (1912) Páginas de verdad. 148

5. Robalino Dávila, Luis (1969) Orígenes del Ecuador de hoy. Tomo VIII. 547

6. Lamus G., Ramón (1912) Páginas de verdad. 219

7. El subrayado es nuestro. De la Torre Reyes, Carlos (1995) La Espada sin Mancha. 271

Rafael Arroyo Alcivar | [email protected]