¿Qué pasó con México lindo y querido?

Autor: Embajador Gonzalo Salvador Holguín* / [email protected] / Edición #115

México por sus profundas transformaciones y cultura, marcadas por sus etapas de independencia, reforma y revolución,  ha constituido una fuente de inspiración y émulo para muchos países de  América Latina. La lucha del pueblo mexicano  contra las dictaduras y tiranías, así como su denodado empeño en la búsqueda de una auténtica justicia y democracia representativa constituyeron  una constante en su historia.


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Fiel reflejo del sentir de su pueblo, la política exterior de México se caracterizó por el respeto a la soberanía y autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de las controversias,  la protección y promoción de los derechos humanos y finalmente la lucha por la paz y la seguridad internacionales.

En la Región, México  fue un  país que propició la unión y la conciliación. A esta política se debió la creación del Grupo de Contadora, instancia que fue decisiva para solucionar los múltiples conflictos armados internos en Centroamérica y semilla de la integración política de América Latina.

El principio de la no intervención o injerencia en los asuntos internos de otros Estados fue para México, desde sus primeros años de independencia,  una constante en su política exterior.  El Presidente Benito Juárez , en el Manifiesto a la Nación en 1867 , pronunció su célebre frase: “Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.

Años más tarde, el Presidente Venustiano Carranza, en su Informe al Congreso de la Unión en 1918, formuló los principios que serían la columna vertebral de México en esta materia: “1.- Todos los países son iguales; deben respetar mutua y escrupulosamente sus instituciones, sus leyes, sus soberanía; y,  2.- Ningún país debe intervenir en ninguna forma y por ningún motivo en los asuntos interiores de otro. Todos deben someterse estrictamente y sin excepciones al principio universal de no intervención.”

Finalmente, el Secretario de Relaciones Exteriores de México, Genaro Estrada, el 27 de septiembre de 1930, con base en los principios de la libre determinación de los pueblos y en el de la no intervención,  enunció la que será conocida como la “Doctrina Estrada”, que manifiesta que:  “El gobierno de México no otorga reconocimiento porque considera que esta práctica es denigrante, ya que a más de herir la soberanía de las otras naciones, coloca a éstas en el caso de que sus asuntos interiores pueden ser calificados en cualquier sentido por otros gobiernos, quienes, de hecho, asumen una actitud de crítica al decidir favorable o desfavorablemente sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros.

México fue igualmente un referente en la práctica del asilo, como una institución humanitaria. Celebres personajes  políticos fueron amparados por México, tales como  Garibaldi, José Martí, León Trotsky, figuras de la República española y del franquismo, escritores de la talla de García Márquez y Neruda.

En ese entonces, la política de asilo en México se definía por circunstancias políticas, pero no ideológicas en su concesión y su naturaleza era esencialmente humanitaria y nunca injerencista. Que lejanos están esos días, de un “México, lindo y querido”, ahora con un Gobierno de corte populista e ideologizado, que,  por sus injerencias externas ha creado tensiones diplomáticas con el Presidente Milei de Argentina, con la Presidenta Boluarte de Perú, con la ex Presidenta de Bolivia, Jeanine Añez,  con el ex Presidente Duque de Colombia, con el Presidente Bukele de El Salvador  y ahora un severo conflicto jurídico  con el Ecuador;  que concede asilo a golpistas, delincuentes comunes y prófugos de la justicia; y que apoya oprobiosas dictaduras en Venezuela, Nicaragua y Cuba.

Que saludable sería que  el Gobierno mexicano revierta su actual política de injerencia y de división, y más bien con sus hermanos latinoamericanos aúne esfuerzos y su cooperación  en problemas que nos son comunes: la penetración del narcotráfico con su secuela de violencia y muerte; el fortalecimiento de la democracia representativa;  la lucha contra la corrupción e impunidad; y,  el fortalecimiento de la integración económica y comercial para generar fuentes de empleo y progreso en la Región.

Embajador Gonzalo Salvador Holguín*
Ex Viceministro y Asesor Jurídico del Ministerio de Relaciones Exteriores
Panorama Global