Tras cuernos, palos

El Presidente Moreno ha sorprendido a los ecuatorianos con una decisión inesperada, muy propia de su peculiar característica de gobernar en su inefable período constitucional, al anunciar la decisión asumida de un veto total al Código Orgánico de Salud.

Se sabía que en aquella obra magna los eficientes legisladores habían empleado apenas unos ocho años de su sacrificada labor, pero al cabo de exhausta tarea se suspende el parto de los montes.

Se sostiene que el veto deviene de un exhaustivo análisis técnico y jurídico del ahora mortinato lleno de incongruencias, contradicciones, vacíos, y hasta gazapos ortográficos, lo que justificaría la decisión de marras, tal y cual cuando un profesor hace pedazos una tarea de alumno parvulario que aún no entiende ni las cinco vocales de nuestro alfabeto. ¿Tan parvularios serán nuestros honorables? ¿Acaso no tuvieron un profesor de Gramática en sus recónditas provincias? Claro, es que los profesores hace rato que no cobran los sueldos.

En contraparte, se afirma que el Código fue ampliamente debatido y responde a consensos alcanzados entre legisladores, autoridades multidisciplinarias, grupos sociales, y que con su aprobación el pueblo ecuatoriano iba a gozar de una carta de salvación en su atormentada salud que propiamente constituye enfermedad crónica a perpetuidad.

No obstante, al parecer los ganadores serían los ocultos o explícitos grupos sociales que basan su accionar en los dogmas, en la fe, en creencias sectarias. Aquellos que se mueven en tiempos retardatarios que añoran un Estado confesional, y que mantienen su propia mitomanía.

Si el Código tenía fallas y vacíos, era menester anunciarlos y procurar corregirlos vía diálogos honestos y trasparentes, hasta conciliatorios, pero no puede el pueblo ecuatoriano, por ejemplo, seguir abandonado en la inexistencia de un sistema de atención primaria en salud y en la cobertura para las enfermedades crónicas, discapacitantes y raras.

Finalmente, es irresponsable esperar un año para impulsar un nuevo Código, pues desde hoy mismo debe agendarse una cita inmediata con la concurrencia de actores de todas las fuentes sociales y técnicas para iniciar un nuevo proyecto antes de la propia agonía de los ecuatorianos ad portas.

Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato?