Ibarra peatonal

Hablemos de un concepto de ciudad en favor de las personas que deseamos caminarla con gusto y seguridad, de las personas mayores, de las personas con discapacidades, de las damas, de los ciclistas, de los turistas. Hablemos de favorecer a los comercios y a los servicios formales privados que hoy se esfuerzan y arriesgan mucho y venden poco; y de los servicios públicos que en horas laborables generan una gran cantidad de tráfico de personas. Hablemos de una ciudad que debe mostrar lo mejor de sus elementos, no solo para quien transita rápidamente en vehículo sin reparar en los detalles y en la oferta de tan bella ciudad. Hablemos de una política de transformación gradual de ciertos sectores, principalmente del centro histórico, a partir de lo que tenemos, que no es poco.

No hablemos de la experiencia traumática del pasado, cuando aquel arreglo de un tramo de la calle Bolívar ocasionó su clausura durante varios meses, que condenó al cierre y/o quiebra de varios negocios; aunque no se puede negar que el resultado de ese trabajo mejoró la estética, más no la funcionalidad. Experiencia que dejó una sensación natural de temor y de negatividad en determinados frentistas, ante futuras posibilidades de intervención al centro histórico; experiencia que, partiendo de un concepto integral, de una buena planificación y de una correcta intervención, nunca más deberá suceder.

Soñemos y estructuremos un concepto diferente del centro histórico. Figurémonos un escenario donde este amado enclave de la ibarreñidad, que hoy representa menos del 5% del área urbana total de la ciudad, sea transformado en el ícono comercial, de servicios turísticos y también de vivienda de alta calidad, además de todos los servicios públicos. Un lugar a donde nos emocione llegar y estar, en el que encontremos dónde estacionar porque cuenta con playas de parqueaderos privados suficientes y seguros, para vehículos pequeños motorizados y bicicletas. Que todos podamos caminar por espacios públicos muy bien señalizados, libres de contaminación ambiental, visual, de ruido y de automotores, sobre veredas amplias libres de obstáculos y tropezones, con facilidades para personas mayores y discapacitados; que cada plazoleta sea un encanto visual y de servicios de restaurantes, cafeterías y oferta de arte y suvenirs. Soñemos en cada casona restaurada y rentable, prestando diferentes tipos de servicios. Propongo discutamos con altura la integración de un nuevo concepto que sería ejecutado a la luz del Plan de Gestión Patrimonial a lo largo de varios años, por etapas.

Hablemos de los centros históricos como el de Ibarra. Desde el punto de vista normativo, el uso y disfrute del espacio público es un concepto que se encuentra en la Ley Orgánica de Cultura, en otras leyes relacionadas, y en ordenanzas locales, así como lo están los conceptos de planificación, ordenamiento, uso del suelo, industria cultural. Por lo tanto, nada impide que la autoridad municipal sustente un concepto de transformación del centro histórico en forma paulatina, o en forma radical, de un determinado espacio de la ciudad. Lo que no puede es hacerlo sin partir de acuerdos con los ciudadanos, especialmente con los propietarios del lugar, esto es habitantes y empresarios que desarrollan su vida y actividades, quienes deberán percibir claros beneficios.

“Peatonizar” no significa únicamente cerrar una calle al tráfico vehicular, como ha sido conceptualizado en forma genérica. Cuando no existe mayor justificación, explicación ni beneficios tangibles para el sector, para la ciudad y por supuesto para los usuarios, llegan las oposiciones y por supuesto los desacuerdos. Una intervención en favor de los peatones y de la oferta comercial y de servicios, debe conllevar un profundo estudio acerca de una serie de modificaciones previas y concurrentes como: cambiar la movilidad vehicular; implementar playas de estacionamiento y suprimir el parqueo en las calles; colocar servicios públicos varios; señalizar; quitar barreras a la circulación de personas y colocar facilidades; modificar las normas de uso del suelo, del uso del espacio público, de contaminación visual, de ruido y de ambiente; etc. etc. Todo esto significa partir de un estudio muy serio de la dinámica del centro histórico, de una conceptualización de lo que se pretende hacer, de una planificación, y de una ejecución gradual que minimiza los riesgos y afectaciones.

Muchas ciudades patrimoniales en el mundo, similares a Ibarra, decidieron peatonizar total o parcialmente grupos de manzanas, determinadas calles, ciertas plazoletas, etc., que originalmente fueron calles de libre circulación vehicular. Transformaron estos estos lugares en favor del turismo, servicios y comercio, con lo cual los propietarios ahora son propietarios de casonas y edificaciones muy rentables y han trasladado sus residencias hacia otros lugares. Hay maravillosos ejemplos como el de Córdova – España donde en el centro histórico desarrollaron todo un concepto de turismo y se puede disfrutar de los más variados atractivos recorriendo calles y plazas a pie, en bicicleta o en carroza; el turista puede llegar al lugar en bus, en taxi, en motorizados pequeños, en bicicleta, o en su vehículo.

Continuaré…