La vida es un baile

Ruby Estévez

Que con el tiempo damos la vuelta. Cada día vivimos las consecuencias de lo que hicimos ayer, padecemos por nuestros errores, defectos, malas acciones, sentimientos, debilidades, decisiones equivocadas y pagamos a un precio muy alto. Cuantas veces nos preguntamos ¿por qué lo hice, por qué actué de esa manera, por qué no me controlé, qué me faltó?; son preguntas que en su mayoría no se resolverán. Todas estas acciones tienen un marcado carácter negativo, unas porque nos precipitamos por no tener una visión clara, por no pisar bien en el suelo y por falta de conocimiento, reflexión y meditación.

No solo basta una actitud mental sino conocer los fundamentos, apoyarnos en bases sólidas estructuradas por la experiencia, la realidad, sin dejarnos influenciar por personas carentes de verdad, convicción lógica, ética, práctica y sin conocimiento. Lo que si debemos es aprender de esas malas situaciones para no volver a cometerlas con inteligencia, prudencia, paciencia, para no cometer errores o tropezar y caer en la misma piedra. Actuar con cuidado asegurarnos para que nos salga bien, sin exageraciones es “inteligencia”; no apoyarnos en impulsos y emociones, si actuamos con egoísmo la vida jamás nos recompensará y las situaciones agradables jamás nos harán felices.

Es un arte saber decidir para evitar daños mayores midiendo las consecuencias de nuestros actos para no dar paso a problemas y dificultades. Cierto es que no todo podemos controlar para que todo nos salga bien, para obtener los resultados que esperamos, pero también debemos estar conscientes que no debemos improvisar, que nuestras malas acciones, comportamientos, tienen fatales consecuencias; planear y actuar con discreción trae consigo buenas experiencias, así como resultados positivos.

Vivimos en una sociedad donde ser generoso y desinteresado hoy es un lujo, solo esperamos recompensas donde no podemos dar puntada sin dedal, hay mucho utilitarismo, manipulación, usando a los demás con tal de obtener lo que nos proponemos cuando la vida nos exige valores superiores a los que el egoísmo no entra. Si actuamos con generosidad en el presente, el futuro nos puede recompensar; si actuamos con tacañería, mala intención, tarde o temprano llega la justicia divina.