¿Ibarra turística?

POR: Jorge Madera Castillo

A Ibarra no llegan turistas. Y si llegan, se sirven un helado de paila, dan una vuelta por allí y se van inmediatamente. Los hoteles, que los hay muchos, se pelean por el reducido segmento de gente de negocios y huéspedes nacionales de paso. La competencia entre ellos, casi siempre desleal, es por precio más no por calidad de servicio.

Ofrecer más hoteles, bares y restaurantes de segunda no hará de Ibarra una ciudad turística. Los elementales principios de marketing dicen que se debe producir lo que el cliente necesita o requiere. Trasladando este concepto al turismo de Ibarra, sencillamente hay que ponerse en los zapatos del turista de primera clase e investigar cuáles son sus motivaciones para visitar un lugar y para pernoctar en él gastando su dinero durante el mayor tiempo posible: investigación de mercados.

Tal parece que con dedicatoria a través de los años, a Ibarra se la ha transformado en la antítesis de lo que debería ser una ciudad turística. Hablo del centro histórico. Dejó de ser esa ciudad apacible, blanca y encantadora, cuyas características y arquitectura se prestaban para hacerla mejor que Popayán y convertirla en el principal atractivo turístico de la región. Hoy es una ciudad de todo color, sin caracterización alguna; totalmente insegura; sus habitantes pueblerinos y sucios; atestada de enormes buses y un tráfico que congestiona. Los jueves, viernes y sábados por la noche, sus calles principales se transformaron en cantinas y sitios de escándalo. Pregunto: ¿a qué turista le gustaría quedarse en una ciudad de estas características?

No es difícil imaginar que es a la municipalidad a quien le toca dar los primeros pasos para la conversión en ciudad turística. Sin embargo hay que hablar de una gran minga ciudadana donde todos nos hacemos cargo del problema. Fundamental el rol de los empresarios privados que, una vez iniciado un proceso, estén dispuestos a implementar negocios de alta calidad. En otras palabras, es al sector público que corresponde tomar iniciativas y crear las condiciones para que la empresa privada invierta con confianza y seguridad.