El síndrome de Carondelet

VÍCTOR HUGO PORTOCARRERO DE LA TORRE

Al parecer la estancia en el Palacio de Carondelet genera un efecto particular de trastorno sindrómico que se relaciona con el poder otorgado a quien asume el Mandato Presidencial.

En los últimos 11 años, hemos visto como, aquellos que han llegado a ocupar la primera magistratura, presentan cada vez más rápido, trastornos psicosociales, caracterizados por una profunda enajenación de la realidad, debido quizás a una intensa concentración en su propio mundo interior, y que llevan a una afectación negativa profunda en el entorno social, económico y político donde rigen.

El fenómeno político se detecta en función de la presencia de signos y síntomas como la deficiencia persistente en la comunicación y en la interacción social. El haberse sumergido en su mundo interior, lleva generalmente a que quien lo padezca, perciba la realidad de distinta manera.

Mientras el presidente vive su mundo cuántico, donde aparentemente dialoga con todos, las mujeres amazónicas, los afrodescendientes, los jubilados, afiliados, los docentes, los jóvenes, la población no es escuchada.

Mientras simula honestidad, en la realidad, la corrupción está presente en toda la estructura del Estado y se ha constituido en el primer poder a manos de una mafia política económica y mercantil con enlaces internacionales.

En su mundo virtual, la población está siendo conducida a vivir en un paraíso de paz, amor y abundancia, en tanto en la realidad la violencia de todo tipo es más evidente, la pobreza, el desempleo, las deudas y por supuesto la incertidumbre crece.

Sin embargo, el síndrome de Carondelet no es una enfermedad, y no se expresa exclusivamente en la persona que se sienta en su sillón. El síndrome es la incapacidad persistente de gobernar de la burocracia socio política del S.XXI.