Impunidad, no

Mariana Velasco

La mayor duda del ecuatoriano es si el presidente Lenín Moreno puede acabar con la corrupción. La administración del Estado está expuesta al riesgo del abuso y la corrupción. Corrupción hay en todas partes; impunidad, no. Con vergüenza, hay que admitir que se soslayó el bien común para satisfacer el interés particular de quienes usan el estado en su provecho. Es decir, de los corruptos.

Probablemente la historia se repita en muchos países del mundo pero a diferencia del nuestro, hay harakiri de sus autores, renuncias inmediatas y procesos públicos conforme el estado de derecho. En el nuestro hay pactos, fueros, presiones, compensaciones y ocultamiento.

El apetito de los revolucionarios por convertir cada acto del Estado en una oportunidad de negocios, aunque aún no ha salido a la luz debido a las maniobras de encubrimiento, manejo de medios, falsificación de datos, remoción de funcionarios, esterilización de órganos de control, cooptación de la justicia, traerá mayor desesperanza. Detrás de cada apropiación privada de un pedazo de lo público existe un acto estatal desviado, una auditoría evitada, declaratorias de emergencia calculadas, un dictamen soslayado, una ley interpretada, un decreto torcido, una resolución mentirosa, una denuncia archivada, un folio alterado, un expediente extraviado y otro mal reconstruido.

Todos: métodos para vaciar las arcas públicas a connivencia de los amigos del poder, los socios inescrupulosos, proveedores astutos, panas expertos en crear redes de negocios con funcionarios civiles o militares, nacionales o extranjeros, de izquierda o de derecha. Ojalá el legítimo descontento de los ecuatorianos y la urgente necesidad de cambio no desemboquen en el fin de la frágil pero auténtica democracia ecuatoriana.

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