De historiales, memoria colectiva y liderazgos

POR: Jorge Madera Castillo

Los países más desarrollados son campeones para llevar registros, récords, estadísticas, indicadores en todos los campos: deportivo, político, social, económico, etc. Si un personaje público aspira a una dignidad, o si un jugador entra a las grandes ligas, saben exactamente cuál ha sido su historial, qué ha dicho, qué ha hecho, cuántas veces, qué promedio…; los tienen muy bien medidos y porqué no decirlo, con base en los registros de su comportamiento pasado, aproximan escenarios de comportamiento futuro.

Al momento del análisis de sus ejecutorias, el colectivo nacional o regional cuenta con parámetros públicos de medición. Tratan de aplicar siempre algo importante que es el “control objetivo”: Que para controlar es necesario medir; que solamente lo que se mide, se puede controlar; y que solo lo que se puede controlar y medir, se puede mejorar. Es un principio fundamental de las ciencias administrativas y económicas aplicado en este caso a los personajes públicos, a los países, a las regiones, a las empresas, a las instituciones. Es por eso que, generalmente a las grandes ligas de la política llegan aspirantes con determinados méritos.

En nuestro país sucede todo lo contrario. No tenemos sistemas de información, tampoco buenos sistemas de medición, peor aún transparencia. La meritocracia no existe. Estamos plagados de “personajes” que van y vienen, suben al poder, la hacen y salen, nuevamente entran, se mantienen, se cambian de camiseta, son tachados y no les importa, reintentan embarcados en otra camioneta, resbalan nuevamente, nombran herederos…en fin. Y el pueblo sumido en la más profunda amnesia, incentivada por las prácticas marketeras populistas, acostumbrando al ciudadano a pensar y actuar reactivamente con las vísceras, mas no con la cabeza.

Al menos en nuestra provincia y cantón, desde hace muchas décadas no hemos visto liderazgos fuertes, ni en el campo político ni en el ámbito ciudadano, que dotados de una perspectiva histórica, se constituyan en una brújula, nos inviten a pensar juntos en un futuro y a construirlo remando hacia un norte, que hoy tampoco lo tenemos.

Lo que seguimos observando son eternos aspirantes, carismáticos aprendices de la política, con ideas sueltas y pantallazos conectados con nada, con los que intentan convencer a los votantes para llegar al poder y mantenerse. ¿Llegar a qué?. A “hacer obritas”. Insisto en que no sabemos hacia dónde vamos.