Caminito que el tiempo ha borrado…

POR: Germánico Solis

Si recordamos a Carlos Gardel cantando su apesadumbrado tango: “Caminito que el tiempo ha pasado/que juntos un día nos viste pasar/ he venido por última vez/ he venido a contarte mi mal/ Caminito que entonces estabas/ bordado de trébol y juncos en flor…”, seguro resonarán en nuestras memorias y por buen tiempo, los arpegios de una entristecida guitarra y su voz inmortal. Y el tango Caminito acarrea nostalgia, invita a la recordación de connotadas voces ecuatorianas que con similar apasionamiento hicieron vibrar los corazones, martillándonos a reconocer que vivimos tristes desde que alguien se fue, y que regando el suelo con llanto debemos decir con despecho: yo también me voy.

Y en ésta Ibarra querida hubo magistrales voces que entonaron tangos, pero asimismo sensibles almas que prefirieron confesar sus himnos con la complicidad de un instrumento. Son pocas las mujeres que hicieron del piano el compañero ideal para cantar a la vida, y que en inevitable comunión con el aristócrata instrumento florecieran como figuras enamoradas de la música.

Lolita Sánchez Paredes es una inolvidable dama que caló perfectamente en la sociedad ibarreña, se la recuerda fina, practicante de la palabra desenvuelta, oportuna en los empeños para celebrar a su ciudad, heredad que siempre la halló poética, amistosa, histórica, fructífera, escenario incomparable para declarar sus enamoramientos terrígenos y adularla incesantemente con encomios y melodías salidas de su piano acaso de sangre azul.

Su barrio fue Santo Domingo, su casa estaba cerca a los ramajes verdes de parque del mismo nombre, y fue la calle Bolívar y Troya el hogar donde a temprana edad empezó a tocar el encopetado piano, así lo estimaron el intelecto y el amor de sus padres don Alfonso Sánchez y doña Clemencia Paredes Bastidas. Fue su tío paterno Rafael Sánchez, el maestro que puso los empeños por educar el talento y las pequeñas manos de la niña de ese entonces Dolores Sánchez.

Su caminar fue alegre y de estrictas ejecuciones, se educó en Las Betlemitas y fue cumplida trabajadora en la Empresa de Ferrocarriles y en el desaparecido Hotel Turismo. Insustituible amiga de grácil sonrisa, anfitriona detallista, y autora de fuertes emociones en quienes pudieron escucharla interpretando la canción tradicional rusa “Ojos Negros” que requiere de mucha habilidad en las manos, un recargado posicionamiento espiritual y maestría interpretativa.

Ibarra recuerda a Lolita Sánchez como predestinada dama, fundadora del Centro Femenino de Cultura Ibarra, miembro del Club de Jardinería y el CECIM, infaltable artista en toda ceremonia y celebración. Entregó sus conciertos en los teatros Gran Colombia y Municipal, sus principales escenarios fueron la Casa de la Cultura, el Club Imbabura, y tocó para respetables personalidades, se narra con emotividad que lo hizo para la señora Rosario Pallares esposa del Presiente de la República Galo Plaza. Fallece el 18 de octubre del 2002, y aunque no se ha vuelto a ver su figura frente al mágico teclado, Ibarra es el caminito bordado que todas las tardes vio pasar a su querida hija y poetisa del piano.