LA FASCINACIÓN DEL FUTBOL

Por Ramiro Ruiz R.

El fútbol atrae al más insensible o al falso intelectual, a hombres, mujeres, niños, ancianos. La humanidad inventó un espectáculo para el goce de la libertad sin distinción de razas, condiciones económicas o países. Este deporte une a las personas y a los pueblos, y cada quien defienda a su equipo.

Se ha escrito la historia del fútbol por más de cincuenta años, pero en Latinoamérica, recién se ha comenzado a investigar no sólo la atracción, sino la magia, las relaciones con la política y la economía y la influencia en las sociedades.

El fútbol es un deporte que no se entiende simplemente con la habilidad corporal. Está en el centro de las miradas como un gigantesco factor económico. Y a al mismo tiempo configura estilos de vida y ha tendido relevancia política desde el primer pelotazo, hasta el presente mundial.

Cada partido moviliza a las masas. ¿Pero qué atrae? Sociólogo y antropólogos, como historiadores y periodistas concuerdan en algunas ideas. Es un juego sencillo. Se puede jugar en cualquier parte. No necesita equipamiento complicado, ni siquiera una pelota de viento. Recuerden que Pelé comenzó a dominar un amasijo de trapos viejos.

La historia del fútbol ha cambiado y aunque sigue intacto el juego sencillo, progresa como uno de los negocios más grandes del mundo. Cada componente del equipamiento del jugador, medias, zapatos, camisetas, pantalonetas, se renueva con tecnologías para conseguir una mejor aireación, trabajados con materiales resistentes, flexibles y livianos. Balones científicamente procesadas y diseñados por expertos. Uno a uno de estos implementos se convirtió en negocios multimillonarios. Sin olvidar las marcas impresas que se venden por centímetro cuadrado.

La pasión y la emoción que provoca un partido tienen lugar en el estadio: un espacio perfecto, cada vez más cómodo y seguro donde la gran masa humana expresa sus vivencias a modo de válvula de escape de los excesos de agresividad.

El fútbol se ha convertido en un ritual que se repite cada semana. Desde el viaje al estadio, los cantos, el vestido estandarizado de los hinchas, hasta la salida con la tristeza de la derrota o la euforia del triunfo. El deporte tiene un poder de fascinación. Más que un juego, más que un producto de consumo. Exclusivamente: un espectáculo para reflexionar, un tema que se habla, uno de los pocos artículos positivos de exportación y fuente de inspiración artística.