Una provincia con historia ancestral

Sitio. Yahuarcocha es uno de los lugares que marcan la historia ancestral de Imbabura.
Sitio. Yahuarcocha es uno de los lugares que marcan la historia ancestral de Imbabura.
Avances. En 1929 el ferrocarril llegó a Ibarra. En 1957 a San Lorenzo.
Avances. En 1929 el ferrocarril llegó a Ibarra. En 1957 a San Lorenzo.
Sitio. Yahuarcocha es uno de los lugares que marcan la historia ancestral de Imbabura.
Sitio. Yahuarcocha es uno de los lugares que marcan la historia ancestral de Imbabura.

Difícil saber quiénes fueron los hombres y mujeres, cómo fue la sociedad que vivió y se desarrolló en la actual Imbabura. El desconocimiento de la escritura, la falta de registros que guardaran la memoria de hechos y protagonistas, impiden descubrirla. Los datos de los primeros cronistas españoles, los estudios arqueológicos y las fuentes etnohistóricas, la toponimia, identifican a Imbabura como el territorio de la Confederación Caranqui –Cayapa – Colorado, una región con un desarrollo histórico común con pautas similares de conducta económica y sociocultural, que se extendía por el norte hasta el río Chota, al sur el río Guayllabamba y su afluente el Pisque, hacia el occidente a Intag y Lita, y hacia el oriente la región de Pimampiro y Oyacachi, respectivamente.

Era un territorio con unidad étnico – cultural, y una cuasi – identidad lingüística en el que sobresalieron los pueblos de Pimampiro, Otavalo, Caranqui, Cochisquí y Cayambe…, Intag, Quilca y Cahuasquí. Fue un espacio geográfico habitado por campesinos y agricultores, organizados en ayllus, dirigidos por un curaca o jefe. Tenían su religión. Los elementos naturales eran sus dioses. Complementaban su economía de subsistencia con labores artesanales y un incipiente comercio. Habían logrado trascender la organización tribal y los cacicazgos locales de la llactacuna, para desarrollarse bajo la forma de una comunidad superior, designada como Señorío étnico. Los Cayambes y Caranquis eran dueños de una cultura bastante homogénea.

Estaban estratificados en clases, conocían el telar horizontal, el algodón, la lana, la cabuya y la cerámica; pulían la piedra, grababan en concha y hueso, fundían metales; tenían espejos y plumeros; dominaban la cestería utilizando bejucos y totoras; sabían esculpir signos convencionales, poseían una gran gama de tintes para teñir sus tejidos con colores firmes; cultivaban la tierra con artefactos rudimentarios de piedra y madera; construían puentes colgantes con sogas y lianas como los que ahora se ven en la cuenca del Intag y levantaban viviendas de piedra y tierra. También practicaban el comercio de trueque, intercambiando plumas de colores, conchas, hojas de tabaco, maíz, sal, algodón.

Creían en varias divinidades protectoras y pensaban en espíritus malignos. Sus mercados gozaban de un status especial. Y por sobre todos ellos, respetaban y acataban a reyes o capaccuras nativos.

Su organización política les permitió desarrollar alianzas, cohesión política que les habría convertido en una nación – estado, de no llegar los incas. Esas les facilitaron, por cerca de 20 años, la defensa exitosa de la soberanía regional.

La invasión Inca

Los incas llegaron a lo que es hoy el territorio ecuatoriano en el siglo XV. Su avance desde el sur fue relativamente rápido. Sin embargo, encontraron una feroz resistencia en los Señoríos de Quito, Cayambe y Caranqui. La lucha duró hasta la catastrófica derrota de Yahuarcocha. Sometidos, el invasor buscó ganarse la voluntad de estos pueblos. Poco logró. Hostiles y rebeldes los pueblos ubicados entre el Guayllabamba y el Chota, impidieron la consolidación del dominio inca, pese a la alianza de Huayna Cápac con la legendaria Quilago, a la construcción del templo del sol y de su palacio en Caranqui y al hecho de que su hijo, Atahualpa, nació aquí. Por ello, la huella cultural del incario en la región fue sensiblemente menor a la de otras provincias, lo que mantuvo las tradiciones ancestrales y configuró una nueva identidad que unió el pasado con los aportes culturales de otro pueblo.

Invasión Española

Establecido pero no consolidado el Tahuantinsuyo, la sorpresiva llegada de un pueblo extraño, el español, produjo la ruptura total de la evolución paulatina que vivían los pueblos andinos.

La tragedia de Cajamarca, la muerte de Atahualpa, y el acelerado avance de los conquistadores sólo se explica por el apoyo que les dieron los pueblos dominados por los incas. El español no encontró resistencia, salvo en los rezagos del ejército cuzqueño.

En la década de 1530 los españoles se asientan en Otavalo. Trajeron sus instituciones, lengua, costumbres y religión. Pero también los Obrajes, la Encomienda y la Mita, convertidos en crueles sistemas de explotación de hombres, mujeres y niños. Las condiciones inhumanas de trabajo y las enfermedades extrañas, como la viruela, ocasionaron la acelerada disminución de la población indígena.

Los españoles impusieron una nueva administración política administrativa. El 29 de agosto de 1563 se creó la Real Audiencia de Quito. El territorio se dividió en provincias con sus gobernaciones: Quito, Esmeraldas, Quijos, Yaguarzongo y parte de Popayán.

En la Gobernación de Quito, se incluyó el Corregimiento de Otavalo que en 1567 lo integraban San Pablo de la Laguna, antigua Imbacocha, Tontaqui, Cotacachi, Urcuquí, Salinas, Tumbabiro, Intag, Chapi, Pimampiro, Mira, Huaca, Los Tulcanes.

El 28 de septiembre de 1606 se fundó la ciudad de Ibarra y el Corregimiento del mismo nombre que “se extendía desde el puente de Rumichaca” por el norte; por el occidente “hasta el pueblo de Otavalo”, exclusive; por el sur oriente “hasta la laguna de Cochicaranqui”, y por el nor-occidente hasta los pueblos de Lita, Quilca y Cahuasquí.

Con la presencia española, los indígenas pasaron a la servidumbre. Su asimilación étnica por medio del mestizaje fue paulatina. Cuando la población aborigen disminuyó, se importaron de esclavos negros para reemplazar a los indios en el trabajo de los valles cálidos de Salinas y el Chota.

El cobro de tasas e impuestos, el maltrato de autoridades y encomenderos provocó sublevaciones. Sucedió en 1679 cuando once mil indios, de Pimampiro, huyeron en una noche a las montañas y no regresaron más. En 1777 fue, en cambio, la “sublevación espantosa y sangrienta” de Otavalo, San Pablo, Cotacachi, Atuntaqui, Caranqui.

Imbabura en el Siglo XVIII

Es toda la Jurisdicción muy fértil, abundante de frutos y especialmente de mucho y excelente trigo, de ganados mayores y menores, con óptimos pastos para cebarlos y de alguna caña de azúcar.

Tiene varias y grandes fábricas de paños, y otras telas de lana y algodón. Estas últimas, son unas de lienzos ordinarios, y otras de telas llamadas macanas, unas lisas, y adamascadas otras; unas de mota menuda, llamadas confitillo, y otras de felpa, todas muy estimadas, que hacen considerable comercio.

Se hacen también petaquillas y otros utensilios curiosos de juncos partidos, y teñidos de diversos colores que se distribuyen por todo el Reino.

No todo fue explotación y maltrato. Hubo un paulatino desarrollo que dio importancia a la educación, al comercio. Se intentó construir el camino a Esmeraldas. La vida transcurría sin mayores sobresaltos, salvo en las eventuales sublevaciones, ya relatadas, en las fiestas religiosas, en el nacimiento de príncipes y en las posesiones reales.

La Independencia

El 10 de Agosto de 1809 Quito proclamó su independencia. Los cabildos de Ibarra y Otavalo plegaron al movimiento. La Junta Suprema dio a Ibarra la categoría de ciudad y a Otavalo, la de villa. Pero la reacción española no se hizo esperar. Su ejército, comandado por el general Sámano, venció a las tropas de la Junta de Gobierno en San Antonio de Ibarra el 27 de noviembre de 1812 y en Yahuarcocha, el 1 de diciembre.

Sámano apresó al Comandante Francisco Calderón y lo fusiló en la plaza mayor de Ibarra, el 3 de diciembre. En 1820 se reanudó la guerra libertaria. Los pueblos de Imbabura, apoyaron con hombres, vituallas, dinero, a la causa de la independencia. El hecho más trascendente fue la Batalla de Ibarra, el 17 de julio de 1823, cuando el Ejército patriota, comandado por el propio Bolívar, triunfó sobre el general Agustín de Agualongo. El Libertador, reconoció el apoyo de los imbabureños y otorgó a Otavalo e Ibarra, el estatuto de ciudad.

Creación de la Provincia

El Congreso Grancolombiano reunido en Bogotá creó el 25 de junio de 1824 la provincia de Imbabura con su capital Ibarra, y los cantones Ibarra, Otavalo, Cotacachi y Cayambe.

Separados de la Gran Colombia, el nuevo Estado mantuvo la misma división territorial. Imbabura se extendía desde Rumichaca al norte, al río Guayllabamba al sur. El 11 de abril de 1850, se creó el cantón Tulcán. En 1855, Cayambe pasó a formar parte de la provincia de Pichincha con las parroquias, Tabacundo, Cangahua, Tocachi y Malchinguí.

En 1861 se estableció, de manera definitiva, el cantón Cotacachi. En 1880 se creó la provincia de Veintimilla, hoy provincia del Carchi, con lo que todo ese territorio se separó de Imbabura. El 2 de marzo de 1938 fue creado el cantón Antonio Ante. El 26 de mayo de 1981 el cantón Pimampiro. El 9 de febrero de 1984 se creó el último cantón: Urcuquí.

(Fuente: Reseña Histórica – Web Prefectura de Imbabura)

DATO

La provincia ha vivido un permanente desarrollo social, económico, educativo y hoy se mantiene como una de las provincias más importantes del Ecuador.

Terremoto azotó a Imbabura

Un terrible terremoto destruyó totalmente Ibarra el 16 de agosto de 1868. Hubo grandes daños en Otavalo y Cotacachi. 20 mil imbabureños murieron en la tragedia. La capital provincial fue reconstruida a partir de 1872.

En 1987, otro sismo de alta intensidad causó daños en la provincia, aunque sin producir desgracias personales.