‘Rambo’ transforma la piedra del río Mataquí en joyas artesanales

LABOR. Juan Carlos Castillo se concentra varias horas en su taller para elaborar prendas artesanales de piedra jades.
LABOR. Juan Carlos Castillo se concentra varias horas en su taller para elaborar prendas artesanales de piedra jades.
EMPRENDIMIENTO. Juan Carlos, Roberto e Inés, invitan a su pequeño restaurante construido de madera donde expenden trucha y tilapia.
EMPRENDIMIENTO. Juan Carlos, Roberto e Inés, invitan a su pequeño restaurante construido de madera donde expenden trucha y tilapia.
GASTRONOMÍA. Una trucha servida en una bandeja elaborada de piedra jade se ofrece en este lugar.
GASTRONOMÍA. Una trucha servida en una bandeja elaborada de piedra jade se ofrece en este lugar.
CREATIVIDAD. Con las piedras de río y sus manos creativas, Juan Carlos da forma a varias figuras.
CREATIVIDAD. Con las piedras de río y sus manos creativas, Juan Carlos da forma a varias figuras.
LABOR. Juan Carlos Castillo se concentra varias horas en su taller para elaborar prendas artesanales de piedra jades.
LABOR. Juan Carlos Castillo se concentra varias horas en su taller para elaborar prendas artesanales de piedra jades.

Se trata de un pimampireño que se dedica a transformar las piedras de río en artesanías. También tiene un emprendimiento turístico.

Redacción PIMAMPIRO

De pie junto a la amoladora, la sierra, el esmeril y la lija de agua, únicas herramientas con las que elabora relucientes dijes de tres dólares hasta elefantes o soles que cuestan más de mil, de acuerdo al tamaño que exijan los clientes, encontramos a Juan Carlos Castillo conocido popularmente como ‘rambo’, quien trabaja, 20 de sus 42 años, dando forma a preciosas piedras del río Mataquí.

Aprendió el oficio de artesano con don Bolívar Ruíz. Luego decidió por cuenta propia sacarle precio a las piedras, que las encuentra en los ríos escudillas del Carchi y Mataquí.

“En un inicio había abundante material en el sector de la unión de los ríos, pero ahora es difícil encontrar. Con mi olfato sé dónde están, porque conozco a los ríos como a mis propias manos”, expresa el artesano y escultor mientras continúa trabajando ratos sentado y cuando se cansa se pone de pie para continuar las largas jornadas.

La piedra jade

Destaca que la piedra jade es un armonizador de energías ideal tanto para el cuerpo humano como para las casas. Tiene un efecto calmante y tranquilizante ideal para quienes sufren de los nervios.

Hace algún tiempo encontró una piedra jade con un peso de ocho quintales, con la cual elaboró varias prendas durante tres meses, “pero se acabó”, manifiesta atento y con buen humor.

Dijes, collares, aretes, llaveros, soles, lunas, platos, ceniceros, figuras de animales se exhiben en una vitrina del restaurante ubicado junto a su propiedad, hasta donde llega la gente los fines de semana y los feriados. Los precios son módicos, en el lugar de producción, pero en los mercados de Otavalo y Quito suben el costo.

Reconoce que sus artesanías ya no se venden como antes, porque hay mucha competencia en el mercado. “Usted podrá darse cuenta mi taller humilde, pues no tenemos apoyo a los emprendimientos, así no puedo competir con talleres que utilizan tecnología.

“Necesitaría unos 20.000 dólares para comprar herramientas modernas y mejorar en cantidad, calidad, diseños y acabado de mis productos, pero da miedo endeudarse en el sistema financiero por su intereses demasiados altos”, dijo.

Recuerda con mucha alegría que el sol que adorna la pileta de la plaza central de Pimampiro, 24 de Mayo, fue su obra y que su costo fue de mil dólares pagados por la fundación The Vibrant Village.

Hombre luchador

“Nada llega fácil. La lucha por sobrevivir, cuando no hay apoyo de nadie, se la hace con mucho esfuerzo todos los días incluidos sábados, domingos y feriados”, comenta Castillo.

Recuerda que en un inicio compró 11 hectáreas de terreno en el sector de La Unión, “pero por servir de garante a una persona que no pudo pagar un préstamo tuve que vender esa propiedad. Mi hermano José María me compensó permitiéndome que me dedique al trabajo de las truchas en la quebrada Amaguaña de la comunidad La Floresta de la parroquia Sigsipamba. También me dediqué a sembrar granadillas con lo cual reuní un capital y compré siete hectáreas en lo que hoy se conoce como ‘Los Muelles de Mataquí’, a unos 1.500 metros del puente principal”.

Restaurante en las orillas del río

A estas tierra, donde solo se veía piedras que arrastraba la creciente, les dedicó meses y años hasta transformarla en una finca productora de árboles frutales y la instalación de 11 pequeñas piscinas donde crecen truchas y tilapia en el agua cristalina.

A parte del humilde taller de piedra jades, vendió un lote a sus amigos Rodrigo Canchala e Inés Enríquez, quienes construyeron un bar cerca de las orillas del río. “Todos los días preparamos los platos de tilapia o trucha a dos, tres, cuatro y cinco dólares el plato”, comentan los emprendedores.

El camino de entrada está muy deteriorado y esperan que las autoridades les ayuden a mejorar esta importante vía de apenas un kilómetro, aproximadamente. Los visitantes ingresan en camioneta, en su mayoría. Solo los arriesgados lo hacen en automóvil, pero no es prudente.

Hacen un llamado a los turistas que visiten todos los días, se alimenten con trucha y tilapia, recorran las orillas del río, se bañen en aguas sin contaminación y se diviertas.

“El anterior feriado del 2 de Noviembre hubo mucha gente y esperamos que éste fin de año y carnaval aumenten las visitas”, expresaron Rodrigo e Inés. (CHRW)