Mario Fegan, pintor de orígenes y desembocaduras

POR:Germánico Solis

Puedo asegurar que los campanazos de las iglesias quiteñas no llegan a la loma Guanguiltagua, tampoco el ruido de los latigazos de los cucuruchos morados, y los martirios de los piadosos en las procesiones católicas para ganar indulgencias. Más bien, desde este cerro se ve el azul infinito extraviándose en la eternidad, las rocas del Guagua y Ruco Pichincha, la majestuosa cordillera, el tránsito de nubes y afinando el oído, acaso se perciba suspiraciones del Hacedor.

Mario Fegan Espinoza urdió sus primeros pasos en el barrio el Batán, en la calle Guanguiltagua que transitándola al lado oriental de Quito, nos acarrearía a la contemplación asombrosa del Valle de los Chillos. En este suelo jugó fútbol, escuchó leyendas y remelló sus rodillas al caer de la bicicleta. Luego se cambia al Valle de Tumbaco.

Los cuadernos escolares revelan inquietudes por la línea y el dibujo. Las aptitudes hacen que sus padres Mario y Ana, acordaran con el pintor Marco Ruales. A los nueve años distingue y practica las técnicas del óleo y acuarela y se habitúa con el dibujo, la cromática y el ejercicio de creación. Sus padres sostenían que el aprendizaje de la pintura era un agregado a la formación integral. En este tiempo era evidente la atracción a la naturaleza, pintó animales, montañas, criaturas fantásticas.

Fegan se graduó como sicólogo en la Universidad San Francisco, aprendió antes publicidad, diseño creativo y comercial. Estudió idiomas. Gravitaron a su juicio las historietas, los programas de televisión infantil y retoma con ímpetu lo que se agitaba en su interior: el arte, el dibujo, la pintura y lo hace intensamente. Pinta de nuevo la naturaleza procurando espacio al surrealismo. Hay elementos mágicos de forma y color para pasar a la pintura paisajista obrada desde el realismo, sin liarse con el hiperrealismo, porque cree en la función del detalle de autoría de la pincelada que humaniza su creación.

Los conceptos del arte, Fegan los acrecienta por autoeducación. Le sobrecogen los pintores del siglo XIX, siente que su mano a ratos obedece a John William Waterhouse el pintor británico prerrafaelista, o a las referencias de William Adolphe Bouguereau. Su acervo guarda las visiones figurativas del pintor Jaime Zapata o de los maestros Ramón Piaguaje el pintor de la selva o el célebre Rafael Troya paisajista y retratista imbabureño.
A sus 27 años Fegan es una expectación de la plástica nacional. Actualmente pinta y enseña las técnicas de la plástica en la galería quiteña Contempo, en la que ha cumplido sus exposiciones sumando a otras individuales y colectivas mostradas en el país.

Su obra está conceptuada al naturalismo abarcado desde la creación mental. Es una constante la estética idílica avizorada en paisajes marinos, bosques, volcanes, atmosferas atrapadas en amaneceres y desangres de los acabamientos del día con un discurso bucólico, con portentosa luz y opacidades.

Otavalo y la galería Bambú de Margarita Guevara, abrió el último jueves una acrecida exposición del joven maestro. La galería está ubicada en la calle Colón 607.