Costa Azul

Luis Fernando Revelo

Los antiguos ibarreños, subrayaban nuestros mayores, no toleraban nada que pretendiera menguar su delicadeza personal. En su alma y en su mente bullía ese espíritu de cultura, de caballerosidad y de nobleza. Dn. Víctor Manuel Guzmán, nos refería que, haciendo gala a su abolengo y pergamino, sus fiestas huían de lo vulgar y lo mediocre y más bien tenían un halo de fastuosidad. Así recordamos los bailes de los Inocentes. ¡Qué disfraces los de aquella época, saturados de magia, lujo, finura, ingenio y gracejo!

Los remedos poseían esa jovialidad burlesca e inocencia cargada de intenciones, para fustigar las extravagancias de la política imperante, satirizar algún evento o algún personaje. El humor hurgaba en los acontecimientos citadinos y a cualquiera le desternillaba de la risa. Bajo estas premisas, Dn. Luis Enrique Dávila Gómez, tuvo la brillante iniciativa de construir con su propio peculio el emblemático “Coliseo Dávila”. La década de los 60 y algo más, acogió en este escenario a la famosa orquesta Costa Azul, dirigida por el prestigioso maestro Luis Germán Martínez, quienes con sus mágicas interpretaciones musicales animaron estos tradicionales bailes.

La Casa de la Cultura Núcleo de Imbabura tributó pleito homenaje a la grata memoria de Dn. Germán Martínez y al Coliseo Dávila. En el teatro que resultó corto para este evento de primera categoría, el maestro Jorge Homero Martínez, con el corazón troquelado en las excelsitudes de la música de su padre, con una pléyade de apasionados jóvenes músicos y la colaboración de Ñucanchi Llacta, en lo que hace relación a los bailes de la época de oro, volvimos a vivir y a mirar a flor de corazón y de memoria con el alma repleta de saudade, lo que fueron los añorados bailes de inocentes. ¡Felicitaciones!