Difunto Unasur, ¿bienvenido Prosur?

Rosalía Arteaga Serrano

Desde un inicio manifesté, sin importar quienes fueran los autores o gestores de la iniciativa, que crear un organismo regional teniendo como capital a Quito era una buena iniciativa.

Claro que después vinieron las obras faraónicas, los gastos excesivos, pero pensar en que Quito asumiera un papel de liderazgo en el concierto de las naciones suramericanas no me parecía mala idea.

Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) se contaminó con las politiquerías de sus miembros, se transformó en un foro oficial del socialismo del siglo XXI, refrendado por la colocación de la estatua del expresidente argentino y primer secretario general de la Unasur, Néstor Kirchner; empantanado por su composición y necesidad del voto unánime para elegir a sus dignatarios.

Pensé, y lo sigo pensando, que lo que se debía hacer era actualizar a la organización, no matarla para crear otra nueva, como sería Prosur, una iniciativa de los presidentes de Colombia y Chile, que andan promocionando con entusiasmo sus mentalizadores y que tendrá su primera reunión próximamente en la capital chilena.

En todo caso, si hablamos de la defunción de Unasur, y se prepara una nueva iniciativa, lo que corresponde al Ecuador es mantener la sede, antes de que se piense en desmantelarla o exigir su devolución.

Allí hay un dinero de los ecuatorianos, hay un entusiasmo y la realidad de que todavía puede salvarse esa sede que coloca a Ecuador en el liderazgo de una organización regional a la que hay que apostarle para su éxito, con las innegables consecuencias positivas dentro de la geopolítica de la regional.

[email protected]