Responsabilidad ante todo

Los acontecimientos democráticos ameritan responsabilidad por parte de las y los ciudadanos que conforman una comunidad o sociedad, ya que son los principales protagonistas en procesos donde se genera la participación masiva para elegir a sus autoridades en general, a aquellos que los representarán y defenderán sus derechos, vigilando la estricta aplicación del garantismo constitucional. ¿Dónde radica el compromiso del elector? En favorecer con su voto al que verdaderamente merece asumir un mandato como es dirigir con eficiencia, eficacia, probidad y conocimiento todas las tareas inherentes a su funciones por el que fue electo. Las campañas políticas son legítimas, pues es obvio que el que aspira una dignidad democrática no solo se visibilice como persona, sino que haga conocer sus propuestas pero investido de la buena fe para cumplirlas, no promesas fútiles, discurridas sin bases sustentables

En esta etapa abunda la propaganda electiva, se la hace por diferentes medios difusivos, lo importante es llegar a la población, pero lo más atractivo es la amabilidad de los candidatos, nos extienden las manos, nos sonríen, aunque muchos de ellos no sepan ni quiénes somos, dialogan con la gente, las fotos junto a sus seguidores no puede faltar en este escenario. Lástima que la historia siempre nos relatará que muchos triunfadores ya ocupando sus solios como dignidades, la calidez y amabilidad que demostraron en sus campañas las relegan al olvido, y en vez de sus rostros sonrientes nos estrellamos con adustas fisonomías. En fin, la época electoral no deja de alterar la cotidianidad de nuestros quehaceres habituales y sus resultados de sorprendernos.

Pero aparte de lo dicho, lo trascendental es imponernos elegir a las autoridades con plena conciencia de la responsabilidad que nos atañe como parte de un conglomerado humano, y como señalaba en una versión anterior obviamente respetando las ideologías que como partícipes de una democracia es válido asumir, sin que esto signifique en ningún caso que el razonamiento de votar correctamente se opaque muchas veces por el fervor a un ideal.