¿Desde dónde retornaron?

POR: Jorge Madera Castillo

En una de sus cartas, el tenaz e incansable García Moreno describe “…Una nueva población Santa María de la Esperanza, va levantándose junto a esta parroquia y reuniendo a los dispersos habitantes que quedan en Ibarra. Cuando pase la putrefacción de los millares de cadáveres sepultados en escombros, principiaré a reedificar pobremente a Ibarra y Otavalo, así como a Cotacachi, Atuntaqui, San Pablo, Imantag, Urcuquí, Tumbabiro, Salinas, El Ángel y Mira, poblaciones que son únicamente un montón de escombros y fétidos cadáveres….”.

Esto demuestra que el terremoto no afectó solamente a Ibarra sino a toda la región y se calcula que en suma murieron más de 20.000 ciudadanos de todas estas poblaciones, las cuales en aquel entonces eran pequeños poblados o caseríos de gente dedicada a la agricultura y artesanía. Según investigaciones, antes del terremoto Ibarra y su entorno tenía aproximadamente 10.000 habitantes, siendo más grande que Ambato con 5.500 y que Riobamba con 8.790. Perecieron esa noche en la ciudad cerca de 5.000 llegando a sumar 9.700. Sin embargo se habla de que luego de los rescates del terremoto, se asentaron en Santa María de la Esperanza algo más de 400 ciudadanos que durante casi cuatro años levantaron un campamento improvisado de barro y paja, chozas que en cada aguacero se inundaban o se caían pues no existían elementos impermeabilizantes, siendo azotados por plagas y enfermedades; la medicina era elemental.

Todos perdieron sus patrimonios y quedaron en la más absoluta indigencia. Fortunas enteras quedaron entre los escombros. Quienes no se asentaron en el campamento huyeron hacia Quito y otras ciudades y no volvieron nunca; o se instalaron en las fincas y poblaciones de la zona.

Allí en el campamento vivieron, sobrevivieron con valentía y muchos murieron. Vivieron de la agricultura y de las habilidades manuales de las señoras. Gente muy creyente. Ayudas humanitarias de otros lugares llegaron por gestión de García Moreno. Parejas se casaron y también allí procrearon hijos, como es el caso de nacimientos de Alejandro Pasquel Monge y Elías Liborio Madera Negrete, quienes cuando adultos fueron prelados de la Iglesia; el primero llegó a ser nuestro Obispo y el segundo, “Dean” del Papa; los dos grandes artífices de la vida de Ibarra en el primer tercio del siglo 20.

Desde ese lugar las familias iban y venían a su lugar originario para verificar la reconstrucción de la ciudad y alistar su futura reinstalación. Que se entienda que Santa María de la Esperanza, lugar exacto hoy, en la Avenida El Retorno donde se encuentra un monumento y una plaza taurina, es un sitio sagrado para los ibarreños y debe ser venerado cual si fuera un campo santo porque nos duele a todos quienes tenemos alguna raíz histórica local; la ex plaza taurina convertirla en un sitio de actividades culturales; y, en el lugar de la planicie, una recreación de lo que fue el campamento para memoria de las generaciones. En otras latitudes, así se venera la memoria de los antepasados y se mantiene la identidad. Lo venimos diciendo a oídos sordos. Ibarra ya está llena de polideportivos, varios a pocas cuadras, y en ese lugar no es necesaria una cancha de fútbol más. Todavía estamos a tiempo.