Convenciones en Imbabura

POR: Jorge Madera Castillo

Hace casi tres décadas, cuando Imbabura se encaminaba a ser la estrella del turismo nacional e internacional, en equipo con Pepe Tobar, Hugo Córdova, Rubén Velalcázar y otros actores del turismo de la época, habíamos dado origen a la Asociación Hotelera de Imbabura y luego vino la Cámara de Turismo.

Nuestras iniciativas gremiales nos llevaban a pensar y a soñar que uno de los granes filones de actividad debía ser el tema de las convenciones. Aspirábamos a que en el centro histórico de Ibarra se instale un gran centro de convenciones; específicamente tratábamos de influir en los gobiernos de ese entonces para que el exedificio del Banco Central, hoy edificación donde funciona el Gobierno Provincial, sea entregado a la ciudad y adaptado para ese propósito. Sosteníamos que una convención grande demandaría de alojamiento de primera clase, alimentos y bebidas, entretenimiento, transporte, ‘souvenirs’, etc., para más de 500 convencionistas, y que por lo tanto el factor multiplicador del turismo generaría toda una especialidad para Imbabura.

Aunque no reuníamos esa cantidad de plazas hoteleras de primera clase, esto nos empujaría a todos a endeudarnos e implementarlas. Un centro de convenciones sería la locomotora que nos hale a todos; Imbabura siempre reunió todas las características para ser sede de grandes eventos.

Teníamos una visión y una propuesta; no estábamos equivocados pero nunca pudimos lograrlo y el edificio terminó en manos del entonces Consejo Provincial. Sin embargo, sin declinar en ese propósito, pudimos implementar en nuestros hoteles varias salas de eventos de capacidades menores. Nos dedicamos a vender este tipo de servicios para pequeños eventos de capacitación y reuniones, a clientes de todo el país y del exterior. Aquella gran aspiración quedó para la historia.

Hoy la característica de nuestra provincia sigue vigente, con una diferencia. Ya contamos con dos maravillas de centros de convenciones para atender a números mayores de 400 convencionistas sentados: uno que es un esfuerzo de la Universidad Católica ubicado dentro de su claustro académico; y otro que es la Fábrica Imbabura. Ambos dotados de toda la tecnología de última generación; el primero empezando a brindar servicios más de corte académico, y el segundo estatal totalmente subutilizado pues está catalogado y caracterizado más como un museo, que ya no saben cómo mantenerlo.

Total, “sin querer queriendo” Imbabura ya tiene lo que aspirábamos pero, a pesar de contar con estos dos grandes instrumentos de desarrollo turístico, no están explotados.

Hoy contamos con buenos servicios hoteleros, atractivos mejor organizados, muchos profesionales del turismo, etc. Pero no tenemos un “modelo” que ponga a funcionar todos los elementos como un sistema integrado. La gente inteligente del sector turístico está dispersa, desorganizada, desalentada, sin norte, cada uno jugando por sus propios colores. Nos morimos de sed junto a la fuente. Esas dos maravillas, caras para mantener y que cualquier provincia las quisiera tener, esperan ser aprovechadas…, mientras nuestra gente no tiene trabajo.

Cambio y fuera.