Cinco minutos de fama

POR: Fausto Jaramillo Y.

El egoísmo ha superado cualquier barrera. Primero fue apenas un esbozo escuálido y raquítico que quería ingresar al espíritu de todos los ecuatorianos; fue, como decirlo, tiempos de básica; luego superó esa barrera y llegó a la media; enseguida ingresó a la superior y al posgrado. Cuando todo estuvo inundado se regó por cada poro de la vida de nuestro pueblo.

En estos días, cuando todos sentimos que no existen recursos económicos en las arcas fiscales, los paros se multiplican, los pedidos de todo orden se explicitan, las exigencias se tornan vocingleras y groseras y hasta parece estar acompañada de la violencia.

Los gritos destemplados exigiendo recursos solo para ellos vienen desde los presidiarios quienes amenazan con seguirse matando entre ellos; los transportistas exigen incremento en las tarifas de transporte y, claro, cuando no, que nadie más pueda transportar pasajeros, solo ellos. Exigen los pescadores y los jubilados; los enfermeros, los médicos y hasta los enfermos; los prefectos, alcaldes y presidentes de los GAD parroquiales, los empresarios piden menos impuestos, los industriales piden que les ayuden a lograr su tan cacareada “competitividad”, los obreros exigen mejoras salariales, los mineros demandan trabajar sin controles ni pagos de impuestos, los constructores, los militares, los urbanos y los rurales, todos, todos, quieren más, más, más.

Cuando no son recursos económicos, los ecuatorianos exigimos ser reconocidos. Las redes sociales están llenas de denunciólogos que gritan sus “descubrimientos” para ser reconocidos. Denuncian los políticos y, por supuesto, aparecen en la foto denunciando. Denuncian ciertos periodistas que se amparan en la libertad de expresión para acusar con pruebas o sin ellas, con razón o contra ella, no importa que sean verdaderas o falsas sus denuncias, lo importante es sus cinco minutos de fama.

Los familiares de las víctimas claman justicia frente a un micrófono o una cámara, pero no se atreven a denunciar. Muchos ecuatorianos se han enfermado de xenofobia y demandan la expulsión de extranjeros porque “les quitan sus puestos de trabajo” sin recordar que cuando no había tanto extranjero tampoco querían esos puestos de trabajo.

Todos queremos más y gritamos y amenazamos y hasta pataleamos como criaturas caprichosas cuando no se nos dan lo que pedimos, sin recordar que el país no tiene dinero. Queremos más dinero y más fama; pero no proponemos nada para conseguir más dinero, nuestro grito se reduce a pedir más y más y más, que con ello se consigue sus “cinco minutos de fama”.