Y nos tomamos fotos

POR: Germánico Solis

El contento de mucha gente cuando sucede un acaecimiento atrayente, concluye tomándose fotografías preservando de este modo momentos inolvidables. Exhibir fotografías con actores políticos, deportistas, artistas y personajes importantes, halaga el autoestima y para muchos resulta ser un trofeo que otros no lo pudieron conseguir. Antes precisaba la presencia de un fotógrafo profesional quien buscaba el ángulo adecuado, expresiones y la mejor “pose”, ahora fotografiarse es fácil con las cámaras de teléfonos.

Los hogares acostumbraban enmarcar fotografías ampliadas, colgarlas en salones o salas de espera, era parte del entorno íntimo de cada casa. Dependiendo de la sencillez u opulencia de las familias, los retratos tenían una apetecida valía y muchos retratos eran motivo de orgullo.

Los personajes envidiados para retratarse fueron presidentes de la república, políticos, autoridades nacionales u locales, representantes extranjeros, dignatarios de otros países, estrellas del cine, artistas, deportistas, incluso personajes con renombre folclórico con carácter tradicional o popular. Personajes de moda, boxeadores, futbolistas, reinas de belleza, y de vez en cuando un payaso que divirtió a un hijo en un circo o festejo.

El paso del tiempo selecciona las fotografías y algunas quedan como patrimonio familiar o recuerdo subjetivo de cada persona. Llega un momento que para las nuevas generaciones esos documentos pierden vigencia o valor, son desechados, guardados en algún rincón del que no volverán a salir y será el moho y la humedad los que darán final a emotivas palpitaciones y graficas que fueron historia.

En ocasiones quienes se sintieron halagados por posar junto a una determinada persona o personaje que se desfiguró por su accionar, sienten vergüenza por esas retratos, las ven infamantes, y son ellos mismo los que gloriaron esos instantes, quienes destruyen el testimonio.

Las fotografías han servido así mismo para condenar el buen nombre de las personas, cuando el actor vitoreado ha caído en desgracia. Muchas fotografías han servido como documentos condenatorios a filiaciones políticas que el curso de la historia las ha condenado.

POR: Germánico Solis

El contento de mucha gente cuando sucede un acaecimiento atrayente, concluye tomándose fotografías preservando de este modo momentos inolvidables. Exhibir fotografías con actores políticos, deportistas, artistas y personajes importantes, halaga el autoestima y para muchos resulta ser un trofeo que otros no lo pudieron conseguir. Antes precisaba la presencia de un fotógrafo profesional quien buscaba el ángulo adecuado, expresiones y la mejor “pose”, ahora fotografiarse es fácil con las cámaras de teléfonos.

Los hogares acostumbraban enmarcar fotografías ampliadas, colgarlas en salones o salas de espera, era parte del entorno íntimo de cada casa. Dependiendo de la sencillez u opulencia de las familias, los retratos tenían una apetecida valía y muchos retratos eran motivo de orgullo.

Los personajes envidiados para retratarse fueron presidentes de la república, políticos, autoridades nacionales u locales, representantes extranjeros, dignatarios de otros países, estrellas del cine, artistas, deportistas, incluso personajes con renombre folclórico con carácter tradicional o popular. Personajes de moda, boxeadores, futbolistas, reinas de belleza, y de vez en cuando un payaso que divirtió a un hijo en un circo o festejo.

El paso del tiempo selecciona las fotografías y algunas quedan como patrimonio familiar o recuerdo subjetivo de cada persona. Llega un momento que para las nuevas generaciones esos documentos pierden vigencia o valor, son desechados, guardados en algún rincón del que no volverán a salir y será el moho y la humedad los que darán final a emotivas palpitaciones y graficas que fueron historia.

En ocasiones quienes se sintieron halagados por posar junto a una determinada persona o personaje que se desfiguró por su accionar, sienten vergüenza por esas retratos, las ven infamantes, y son ellos mismo los que gloriaron esos instantes, quienes destruyen el testimonio.

Las fotografías han servido así mismo para condenar el buen nombre de las personas, cuando el actor vitoreado ha caído en desgracia. Muchas fotografías han servido como documentos condenatorios a filiaciones políticas que el curso de la historia las ha condenado.

POR: Germánico Solis

El contento de mucha gente cuando sucede un acaecimiento atrayente, concluye tomándose fotografías preservando de este modo momentos inolvidables. Exhibir fotografías con actores políticos, deportistas, artistas y personajes importantes, halaga el autoestima y para muchos resulta ser un trofeo que otros no lo pudieron conseguir. Antes precisaba la presencia de un fotógrafo profesional quien buscaba el ángulo adecuado, expresiones y la mejor “pose”, ahora fotografiarse es fácil con las cámaras de teléfonos.

Los hogares acostumbraban enmarcar fotografías ampliadas, colgarlas en salones o salas de espera, era parte del entorno íntimo de cada casa. Dependiendo de la sencillez u opulencia de las familias, los retratos tenían una apetecida valía y muchos retratos eran motivo de orgullo.

Los personajes envidiados para retratarse fueron presidentes de la república, políticos, autoridades nacionales u locales, representantes extranjeros, dignatarios de otros países, estrellas del cine, artistas, deportistas, incluso personajes con renombre folclórico con carácter tradicional o popular. Personajes de moda, boxeadores, futbolistas, reinas de belleza, y de vez en cuando un payaso que divirtió a un hijo en un circo o festejo.

El paso del tiempo selecciona las fotografías y algunas quedan como patrimonio familiar o recuerdo subjetivo de cada persona. Llega un momento que para las nuevas generaciones esos documentos pierden vigencia o valor, son desechados, guardados en algún rincón del que no volverán a salir y será el moho y la humedad los que darán final a emotivas palpitaciones y graficas que fueron historia.

En ocasiones quienes se sintieron halagados por posar junto a una determinada persona o personaje que se desfiguró por su accionar, sienten vergüenza por esas retratos, las ven infamantes, y son ellos mismo los que gloriaron esos instantes, quienes destruyen el testimonio.

Las fotografías han servido así mismo para condenar el buen nombre de las personas, cuando el actor vitoreado ha caído en desgracia. Muchas fotografías han servido como documentos condenatorios a filiaciones políticas que el curso de la historia las ha condenado.

POR: Germánico Solis

El contento de mucha gente cuando sucede un acaecimiento atrayente, concluye tomándose fotografías preservando de este modo momentos inolvidables. Exhibir fotografías con actores políticos, deportistas, artistas y personajes importantes, halaga el autoestima y para muchos resulta ser un trofeo que otros no lo pudieron conseguir. Antes precisaba la presencia de un fotógrafo profesional quien buscaba el ángulo adecuado, expresiones y la mejor “pose”, ahora fotografiarse es fácil con las cámaras de teléfonos.

Los hogares acostumbraban enmarcar fotografías ampliadas, colgarlas en salones o salas de espera, era parte del entorno íntimo de cada casa. Dependiendo de la sencillez u opulencia de las familias, los retratos tenían una apetecida valía y muchos retratos eran motivo de orgullo.

Los personajes envidiados para retratarse fueron presidentes de la república, políticos, autoridades nacionales u locales, representantes extranjeros, dignatarios de otros países, estrellas del cine, artistas, deportistas, incluso personajes con renombre folclórico con carácter tradicional o popular. Personajes de moda, boxeadores, futbolistas, reinas de belleza, y de vez en cuando un payaso que divirtió a un hijo en un circo o festejo.

El paso del tiempo selecciona las fotografías y algunas quedan como patrimonio familiar o recuerdo subjetivo de cada persona. Llega un momento que para las nuevas generaciones esos documentos pierden vigencia o valor, son desechados, guardados en algún rincón del que no volverán a salir y será el moho y la humedad los que darán final a emotivas palpitaciones y graficas que fueron historia.

En ocasiones quienes se sintieron halagados por posar junto a una determinada persona o personaje que se desfiguró por su accionar, sienten vergüenza por esas retratos, las ven infamantes, y son ellos mismo los que gloriaron esos instantes, quienes destruyen el testimonio.

Las fotografías han servido así mismo para condenar el buen nombre de las personas, cuando el actor vitoreado ha caído en desgracia. Muchas fotografías han servido como documentos condenatorios a filiaciones políticas que el curso de la historia las ha condenado.