Puebla y Sao Paulo

POR: José Albuja Chaves

El llamado Foro de Sao Paulo se fundó en julio de 1990, cuyos objetivos fueron el profundizar la lucha antiimperialista y popular, a raíz de la caída del Muro de Berlín en 1989. La elección del militar golpista Hugo Chávez en 1998 en Venezuela constituyó la llegada al poder del primer gobierno de este tipo en muchas décadas en Latino América.

Hacia 2002 asoma en Brasil Lula Da Silva, y lo siguieron Tabaré Vásquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, José Mujica en Uruguay, Mauricio Funes en El Salvador, Dilma Rousseff en Brasil, Ollanta Humala en Perú, Nicolás Maduro en Venezuela, Néstor Kirchner y luego Cristina Kirchner en Argentina. Algunos de estos ya son fantasmas errantes; otros han echado pies en polvorosa. Y tienen casa propia en México.

Este foro de las buenas intenciones pronto se quitó la máscara pues la ambición implícita que contenía hizo que aparecieran los verdaderos adalides por entronizar gobiernos populistas que se adueñen cínicamente del poder desde las urnas.

Ahora nace el Grupo de Puebla, cuando a muchos les esperan las rejas rugen proclamas anacrónicas que consisten en “diseñar una nueva mirada, que se ajuste a los nuevos tiempos y convoque a todos los sectores de la sociedad a cuestionar el orden imperante, denunciando los intereses de la derecha, y promoviendo las nuevas expresiones de organización social y ciudadana, que buscan la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres, la protección del medio ambiente, la inclusión y respeto de las diversidades, una mayor transparencia y la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones”.

¡La perversa retórica de los siglos!

Con esta parafernalia han obnubilado indígenas, niños, ancianos, trabajadores, bisoños estudiantes, choferes, grupos vandálicos, mercenarios, saqueadores, aportantes selectos, analistas de cafetín, migrantes selectos y hasta defensores de derechos humanos investidos de autoridad como cedacito nuevo, que miran represión oficial hasta en sus narices hipertrofiadas.

POR: José Albuja Chaves

El llamado Foro de Sao Paulo se fundó en julio de 1990, cuyos objetivos fueron el profundizar la lucha antiimperialista y popular, a raíz de la caída del Muro de Berlín en 1989. La elección del militar golpista Hugo Chávez en 1998 en Venezuela constituyó la llegada al poder del primer gobierno de este tipo en muchas décadas en Latino América.

Hacia 2002 asoma en Brasil Lula Da Silva, y lo siguieron Tabaré Vásquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, José Mujica en Uruguay, Mauricio Funes en El Salvador, Dilma Rousseff en Brasil, Ollanta Humala en Perú, Nicolás Maduro en Venezuela, Néstor Kirchner y luego Cristina Kirchner en Argentina. Algunos de estos ya son fantasmas errantes; otros han echado pies en polvorosa. Y tienen casa propia en México.

Este foro de las buenas intenciones pronto se quitó la máscara pues la ambición implícita que contenía hizo que aparecieran los verdaderos adalides por entronizar gobiernos populistas que se adueñen cínicamente del poder desde las urnas.

Ahora nace el Grupo de Puebla, cuando a muchos les esperan las rejas rugen proclamas anacrónicas que consisten en “diseñar una nueva mirada, que se ajuste a los nuevos tiempos y convoque a todos los sectores de la sociedad a cuestionar el orden imperante, denunciando los intereses de la derecha, y promoviendo las nuevas expresiones de organización social y ciudadana, que buscan la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres, la protección del medio ambiente, la inclusión y respeto de las diversidades, una mayor transparencia y la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones”.

¡La perversa retórica de los siglos!

Con esta parafernalia han obnubilado indígenas, niños, ancianos, trabajadores, bisoños estudiantes, choferes, grupos vandálicos, mercenarios, saqueadores, aportantes selectos, analistas de cafetín, migrantes selectos y hasta defensores de derechos humanos investidos de autoridad como cedacito nuevo, que miran represión oficial hasta en sus narices hipertrofiadas.

POR: José Albuja Chaves

El llamado Foro de Sao Paulo se fundó en julio de 1990, cuyos objetivos fueron el profundizar la lucha antiimperialista y popular, a raíz de la caída del Muro de Berlín en 1989. La elección del militar golpista Hugo Chávez en 1998 en Venezuela constituyó la llegada al poder del primer gobierno de este tipo en muchas décadas en Latino América.

Hacia 2002 asoma en Brasil Lula Da Silva, y lo siguieron Tabaré Vásquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, José Mujica en Uruguay, Mauricio Funes en El Salvador, Dilma Rousseff en Brasil, Ollanta Humala en Perú, Nicolás Maduro en Venezuela, Néstor Kirchner y luego Cristina Kirchner en Argentina. Algunos de estos ya son fantasmas errantes; otros han echado pies en polvorosa. Y tienen casa propia en México.

Este foro de las buenas intenciones pronto se quitó la máscara pues la ambición implícita que contenía hizo que aparecieran los verdaderos adalides por entronizar gobiernos populistas que se adueñen cínicamente del poder desde las urnas.

Ahora nace el Grupo de Puebla, cuando a muchos les esperan las rejas rugen proclamas anacrónicas que consisten en “diseñar una nueva mirada, que se ajuste a los nuevos tiempos y convoque a todos los sectores de la sociedad a cuestionar el orden imperante, denunciando los intereses de la derecha, y promoviendo las nuevas expresiones de organización social y ciudadana, que buscan la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres, la protección del medio ambiente, la inclusión y respeto de las diversidades, una mayor transparencia y la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones”.

¡La perversa retórica de los siglos!

Con esta parafernalia han obnubilado indígenas, niños, ancianos, trabajadores, bisoños estudiantes, choferes, grupos vandálicos, mercenarios, saqueadores, aportantes selectos, analistas de cafetín, migrantes selectos y hasta defensores de derechos humanos investidos de autoridad como cedacito nuevo, que miran represión oficial hasta en sus narices hipertrofiadas.

POR: José Albuja Chaves

El llamado Foro de Sao Paulo se fundó en julio de 1990, cuyos objetivos fueron el profundizar la lucha antiimperialista y popular, a raíz de la caída del Muro de Berlín en 1989. La elección del militar golpista Hugo Chávez en 1998 en Venezuela constituyó la llegada al poder del primer gobierno de este tipo en muchas décadas en Latino América.

Hacia 2002 asoma en Brasil Lula Da Silva, y lo siguieron Tabaré Vásquez en Uruguay, Evo Morales en Bolivia, Michelle Bachelet en Chile, Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, Fernando Lugo en Paraguay, José Mujica en Uruguay, Mauricio Funes en El Salvador, Dilma Rousseff en Brasil, Ollanta Humala en Perú, Nicolás Maduro en Venezuela, Néstor Kirchner y luego Cristina Kirchner en Argentina. Algunos de estos ya son fantasmas errantes; otros han echado pies en polvorosa. Y tienen casa propia en México.

Este foro de las buenas intenciones pronto se quitó la máscara pues la ambición implícita que contenía hizo que aparecieran los verdaderos adalides por entronizar gobiernos populistas que se adueñen cínicamente del poder desde las urnas.

Ahora nace el Grupo de Puebla, cuando a muchos les esperan las rejas rugen proclamas anacrónicas que consisten en “diseñar una nueva mirada, que se ajuste a los nuevos tiempos y convoque a todos los sectores de la sociedad a cuestionar el orden imperante, denunciando los intereses de la derecha, y promoviendo las nuevas expresiones de organización social y ciudadana, que buscan la igualdad de los derechos entre hombres y mujeres, la protección del medio ambiente, la inclusión y respeto de las diversidades, una mayor transparencia y la participación de la ciudadanía en la toma de decisiones”.

¡La perversa retórica de los siglos!

Con esta parafernalia han obnubilado indígenas, niños, ancianos, trabajadores, bisoños estudiantes, choferes, grupos vandálicos, mercenarios, saqueadores, aportantes selectos, analistas de cafetín, migrantes selectos y hasta defensores de derechos humanos investidos de autoridad como cedacito nuevo, que miran represión oficial hasta en sus narices hipertrofiadas.