Las winchas sin Dios ni ley

POR: Germánico Solis

Los conductores de vehículos deberán diariamente tomar todas las precauciones del estado mecánico en el que se encuentra su automotor. No importa si es grande o pequeño, nuevo o usado, si va a viajar una corta o larga distancia, o si el carro es herramienta de trabajo o útil para agilitar las actividades diarias. Deberán estar conscientes los choferes de la gran responsabilidad que implica conducir un vehículo, un carro no es barato, y tenerlo con seguridad es producto de esfuerzos, privaciones y endeudamientos.

Pero es la vida, son las personas el bien mayor que no se puede remediar en caso de incidencias o percances. El infortunio en incontables veces apunta con la desgracia y acierta impactando a la existencia o al bien material. En ambas contingencias los daños que acarrean los siniestros van desde pérdidas económicas o la muerte de los ocupantes, y tras ello la llegada de calamidades.

Sin embargo, las vías y los vehículos son también escenario de penurias menores, que acarrean contrariedades y que casi siempre no están en la mente de los conductores. El daño mecánico o avería de un automotor, pone en compromisos que van desde la obstaculización del flujo vehicular, hasta la obligada contratación del auxilio mecánico o de las conocidas winchas.

Inutilizado un vehículo, en inicio, el auxilio mecánico es la instancia que alivia y soluciona el inesperado momento, pero luego, asusta, aterroriza por los pavorosos costos que se cobran por el traslado de un carro dañado. Los precios de este servicio son medidos al ojo, al capricho y muchas veces justificado con razonamientos venidos desde la fábula y el invento, alegaciones que no son más que argumentos para encubrir la viveza y el engaño.

Ninguna institución controla este negociado, y tampoco las pingües ganancias resultantes de la expoliación al indefenso y desventurado usuario que se avoca a utilizar los servicios de las winchas. Habrá regulaciones, pero es letra muerta. El arrendamiento de estos servicios como toda actividad debería facturar, pero habitualmente no lo hacen. ¿Acaso los entes controladores se hacen de la vista gorda por conveniencia?

POR: Germánico Solis

Los conductores de vehículos deberán diariamente tomar todas las precauciones del estado mecánico en el que se encuentra su automotor. No importa si es grande o pequeño, nuevo o usado, si va a viajar una corta o larga distancia, o si el carro es herramienta de trabajo o útil para agilitar las actividades diarias. Deberán estar conscientes los choferes de la gran responsabilidad que implica conducir un vehículo, un carro no es barato, y tenerlo con seguridad es producto de esfuerzos, privaciones y endeudamientos.

Pero es la vida, son las personas el bien mayor que no se puede remediar en caso de incidencias o percances. El infortunio en incontables veces apunta con la desgracia y acierta impactando a la existencia o al bien material. En ambas contingencias los daños que acarrean los siniestros van desde pérdidas económicas o la muerte de los ocupantes, y tras ello la llegada de calamidades.

Sin embargo, las vías y los vehículos son también escenario de penurias menores, que acarrean contrariedades y que casi siempre no están en la mente de los conductores. El daño mecánico o avería de un automotor, pone en compromisos que van desde la obstaculización del flujo vehicular, hasta la obligada contratación del auxilio mecánico o de las conocidas winchas.

Inutilizado un vehículo, en inicio, el auxilio mecánico es la instancia que alivia y soluciona el inesperado momento, pero luego, asusta, aterroriza por los pavorosos costos que se cobran por el traslado de un carro dañado. Los precios de este servicio son medidos al ojo, al capricho y muchas veces justificado con razonamientos venidos desde la fábula y el invento, alegaciones que no son más que argumentos para encubrir la viveza y el engaño.

Ninguna institución controla este negociado, y tampoco las pingües ganancias resultantes de la expoliación al indefenso y desventurado usuario que se avoca a utilizar los servicios de las winchas. Habrá regulaciones, pero es letra muerta. El arrendamiento de estos servicios como toda actividad debería facturar, pero habitualmente no lo hacen. ¿Acaso los entes controladores se hacen de la vista gorda por conveniencia?

POR: Germánico Solis

Los conductores de vehículos deberán diariamente tomar todas las precauciones del estado mecánico en el que se encuentra su automotor. No importa si es grande o pequeño, nuevo o usado, si va a viajar una corta o larga distancia, o si el carro es herramienta de trabajo o útil para agilitar las actividades diarias. Deberán estar conscientes los choferes de la gran responsabilidad que implica conducir un vehículo, un carro no es barato, y tenerlo con seguridad es producto de esfuerzos, privaciones y endeudamientos.

Pero es la vida, son las personas el bien mayor que no se puede remediar en caso de incidencias o percances. El infortunio en incontables veces apunta con la desgracia y acierta impactando a la existencia o al bien material. En ambas contingencias los daños que acarrean los siniestros van desde pérdidas económicas o la muerte de los ocupantes, y tras ello la llegada de calamidades.

Sin embargo, las vías y los vehículos son también escenario de penurias menores, que acarrean contrariedades y que casi siempre no están en la mente de los conductores. El daño mecánico o avería de un automotor, pone en compromisos que van desde la obstaculización del flujo vehicular, hasta la obligada contratación del auxilio mecánico o de las conocidas winchas.

Inutilizado un vehículo, en inicio, el auxilio mecánico es la instancia que alivia y soluciona el inesperado momento, pero luego, asusta, aterroriza por los pavorosos costos que se cobran por el traslado de un carro dañado. Los precios de este servicio son medidos al ojo, al capricho y muchas veces justificado con razonamientos venidos desde la fábula y el invento, alegaciones que no son más que argumentos para encubrir la viveza y el engaño.

Ninguna institución controla este negociado, y tampoco las pingües ganancias resultantes de la expoliación al indefenso y desventurado usuario que se avoca a utilizar los servicios de las winchas. Habrá regulaciones, pero es letra muerta. El arrendamiento de estos servicios como toda actividad debería facturar, pero habitualmente no lo hacen. ¿Acaso los entes controladores se hacen de la vista gorda por conveniencia?

POR: Germánico Solis

Los conductores de vehículos deberán diariamente tomar todas las precauciones del estado mecánico en el que se encuentra su automotor. No importa si es grande o pequeño, nuevo o usado, si va a viajar una corta o larga distancia, o si el carro es herramienta de trabajo o útil para agilitar las actividades diarias. Deberán estar conscientes los choferes de la gran responsabilidad que implica conducir un vehículo, un carro no es barato, y tenerlo con seguridad es producto de esfuerzos, privaciones y endeudamientos.

Pero es la vida, son las personas el bien mayor que no se puede remediar en caso de incidencias o percances. El infortunio en incontables veces apunta con la desgracia y acierta impactando a la existencia o al bien material. En ambas contingencias los daños que acarrean los siniestros van desde pérdidas económicas o la muerte de los ocupantes, y tras ello la llegada de calamidades.

Sin embargo, las vías y los vehículos son también escenario de penurias menores, que acarrean contrariedades y que casi siempre no están en la mente de los conductores. El daño mecánico o avería de un automotor, pone en compromisos que van desde la obstaculización del flujo vehicular, hasta la obligada contratación del auxilio mecánico o de las conocidas winchas.

Inutilizado un vehículo, en inicio, el auxilio mecánico es la instancia que alivia y soluciona el inesperado momento, pero luego, asusta, aterroriza por los pavorosos costos que se cobran por el traslado de un carro dañado. Los precios de este servicio son medidos al ojo, al capricho y muchas veces justificado con razonamientos venidos desde la fábula y el invento, alegaciones que no son más que argumentos para encubrir la viveza y el engaño.

Ninguna institución controla este negociado, y tampoco las pingües ganancias resultantes de la expoliación al indefenso y desventurado usuario que se avoca a utilizar los servicios de las winchas. Habrá regulaciones, pero es letra muerta. El arrendamiento de estos servicios como toda actividad debería facturar, pero habitualmente no lo hacen. ¿Acaso los entes controladores se hacen de la vista gorda por conveniencia?