Ni tonto ni loco

Manuel García Verdecia

El filósofo francés Guy Debord se refirió al tipo de vida que mundialmente estamos viviendo como “la sociedad del espectáculo”. Aunque no es algo nuevo, pues los seres humanos siempre han buscado una existencia de emociones fáciles que le permitan avanzar “sin problemas” por la vida (ya los romanos hablaban de dar a la masa pan y circo para entretenerla de los asuntos serios).

Lo cierto es que la globalización de las comunicaciones y la influencia del mercado fácil para crear necesidades ficticias han estimulado en mucho el surgimiento de este tipo de sociedad. En ella los valores y la vida esencial no son tan importantes como las banalidades que llenan a muchas personas de ciertas sensaciones placenteras y de una emotividad superficial e intrascendente.

Ahora este elemento de lo espectacular ha subido hasta la silla presidencial y se vuelve forma de hacer política. La cabeza más visible de la misma es Donald Trump. No es casual que se haya ocupado mucho tiempo en hacer shows televisivos. Solo que ahora lo ha trasladado a la oficina más importante de la nación más poderosa del mundo.

El twit se ha convertido en su forma de movilizar el mundo. Anuncia sus decisiones y planes a través del mismo. Lo mismo destituye a un miembro de su gabinete, que notifica una medida coercitiva y hasta una posible guerra por ahí. Al parecer pasa la noche pensando que nueva travesura acometer con su twit de las seis de la mañana, como un niño que se entretiene con un costoso juguete.

Le sube aranceles a China, se mete con México, hace por comprar a Groenlandia. Tiene al mundo en tensión y son millones los que viven atentos a sus mensajes… y lo peor, hay una notable audiencia hechizada con el peligroso juego. Se equivocan los que lo consideran un tonto o un loco. Eso mismo se pensó de Mussolini, Hitler o Stalin.

[email protected]

Manuel García Verdecia

El filósofo francés Guy Debord se refirió al tipo de vida que mundialmente estamos viviendo como “la sociedad del espectáculo”. Aunque no es algo nuevo, pues los seres humanos siempre han buscado una existencia de emociones fáciles que le permitan avanzar “sin problemas” por la vida (ya los romanos hablaban de dar a la masa pan y circo para entretenerla de los asuntos serios).

Lo cierto es que la globalización de las comunicaciones y la influencia del mercado fácil para crear necesidades ficticias han estimulado en mucho el surgimiento de este tipo de sociedad. En ella los valores y la vida esencial no son tan importantes como las banalidades que llenan a muchas personas de ciertas sensaciones placenteras y de una emotividad superficial e intrascendente.

Ahora este elemento de lo espectacular ha subido hasta la silla presidencial y se vuelve forma de hacer política. La cabeza más visible de la misma es Donald Trump. No es casual que se haya ocupado mucho tiempo en hacer shows televisivos. Solo que ahora lo ha trasladado a la oficina más importante de la nación más poderosa del mundo.

El twit se ha convertido en su forma de movilizar el mundo. Anuncia sus decisiones y planes a través del mismo. Lo mismo destituye a un miembro de su gabinete, que notifica una medida coercitiva y hasta una posible guerra por ahí. Al parecer pasa la noche pensando que nueva travesura acometer con su twit de las seis de la mañana, como un niño que se entretiene con un costoso juguete.

Le sube aranceles a China, se mete con México, hace por comprar a Groenlandia. Tiene al mundo en tensión y son millones los que viven atentos a sus mensajes… y lo peor, hay una notable audiencia hechizada con el peligroso juego. Se equivocan los que lo consideran un tonto o un loco. Eso mismo se pensó de Mussolini, Hitler o Stalin.

[email protected]

Manuel García Verdecia

El filósofo francés Guy Debord se refirió al tipo de vida que mundialmente estamos viviendo como “la sociedad del espectáculo”. Aunque no es algo nuevo, pues los seres humanos siempre han buscado una existencia de emociones fáciles que le permitan avanzar “sin problemas” por la vida (ya los romanos hablaban de dar a la masa pan y circo para entretenerla de los asuntos serios).

Lo cierto es que la globalización de las comunicaciones y la influencia del mercado fácil para crear necesidades ficticias han estimulado en mucho el surgimiento de este tipo de sociedad. En ella los valores y la vida esencial no son tan importantes como las banalidades que llenan a muchas personas de ciertas sensaciones placenteras y de una emotividad superficial e intrascendente.

Ahora este elemento de lo espectacular ha subido hasta la silla presidencial y se vuelve forma de hacer política. La cabeza más visible de la misma es Donald Trump. No es casual que se haya ocupado mucho tiempo en hacer shows televisivos. Solo que ahora lo ha trasladado a la oficina más importante de la nación más poderosa del mundo.

El twit se ha convertido en su forma de movilizar el mundo. Anuncia sus decisiones y planes a través del mismo. Lo mismo destituye a un miembro de su gabinete, que notifica una medida coercitiva y hasta una posible guerra por ahí. Al parecer pasa la noche pensando que nueva travesura acometer con su twit de las seis de la mañana, como un niño que se entretiene con un costoso juguete.

Le sube aranceles a China, se mete con México, hace por comprar a Groenlandia. Tiene al mundo en tensión y son millones los que viven atentos a sus mensajes… y lo peor, hay una notable audiencia hechizada con el peligroso juego. Se equivocan los que lo consideran un tonto o un loco. Eso mismo se pensó de Mussolini, Hitler o Stalin.

[email protected]

Manuel García Verdecia

El filósofo francés Guy Debord se refirió al tipo de vida que mundialmente estamos viviendo como “la sociedad del espectáculo”. Aunque no es algo nuevo, pues los seres humanos siempre han buscado una existencia de emociones fáciles que le permitan avanzar “sin problemas” por la vida (ya los romanos hablaban de dar a la masa pan y circo para entretenerla de los asuntos serios).

Lo cierto es que la globalización de las comunicaciones y la influencia del mercado fácil para crear necesidades ficticias han estimulado en mucho el surgimiento de este tipo de sociedad. En ella los valores y la vida esencial no son tan importantes como las banalidades que llenan a muchas personas de ciertas sensaciones placenteras y de una emotividad superficial e intrascendente.

Ahora este elemento de lo espectacular ha subido hasta la silla presidencial y se vuelve forma de hacer política. La cabeza más visible de la misma es Donald Trump. No es casual que se haya ocupado mucho tiempo en hacer shows televisivos. Solo que ahora lo ha trasladado a la oficina más importante de la nación más poderosa del mundo.

El twit se ha convertido en su forma de movilizar el mundo. Anuncia sus decisiones y planes a través del mismo. Lo mismo destituye a un miembro de su gabinete, que notifica una medida coercitiva y hasta una posible guerra por ahí. Al parecer pasa la noche pensando que nueva travesura acometer con su twit de las seis de la mañana, como un niño que se entretiene con un costoso juguete.

Le sube aranceles a China, se mete con México, hace por comprar a Groenlandia. Tiene al mundo en tensión y son millones los que viven atentos a sus mensajes… y lo peor, hay una notable audiencia hechizada con el peligroso juego. Se equivocan los que lo consideran un tonto o un loco. Eso mismo se pensó de Mussolini, Hitler o Stalin.

[email protected]