La casa de las siete mujeres

Por: Pablo Rosero Rivadeneira

En 1835 los altos impuestos gravados al comercio del “charque” – carne salada que servía para la alimentación de los esclavos – motivó el alzamiento de los hacendados de Río Grande do Sul, el estado más austral de Brasil. Liderados por Bento Gonçalves da Silva, no tardaron en proclamar la “República Riograndense”, agudizando una lucha que no solamente buscaba la secesión sino transformaciones sociales más profundas.

El Imperio del Brasil de Pedro II miraba con desprecio a la revuelta llamándola “Revolución de los Harapos” por las dificultades económicas de la República para vestir a sus soldados. Aún así, miles de esclavos se sumaron a la revolución bajo la promesa de la libertad. El término despectivo “farrapo” (harapo en español) fue resignificado por los insurgentes como un símbolo de la lucha y su gesta pasó a la historia como la “Revolución Farroupilha”.

Bento Gonçalves da Silva fue nombrado primer presidente de la República Riograndense y para salvaguardar a los suyos de los rigores de la guerra, dispuso el traslado de las mujeres a la “Estancia Da Barra”, la hacienda familiar. Allí, su esposa Cayetana, su hija Perpetua, sus hermanas María y Ana Joaquina y sus sobrinas Manuela, Rosario y Mariana, aguardaron durante diez años hasta el final del conflicto que terminó sin vencedores ni vencidos. Siempre esperando, entre sobresaltos, el regreso de sus padres, esposos, hermanos o amantes. La escritora brasileña Leticia Wierchowski recreó esos años de espera en su novela “La casa de las siete mujeres” que fuera adaptada para televisión en 2003 y transmitida en Ecuador.

El militar y aventurero italiano Giuseppe Garibaldi apoyó decididamente la causa de los “farrapos” y vivió un intenso romance con Manuela, una de las sobrinas del Presidente Gonçalves. Pero esa historia y sus conexiones con nuestro país, serán materia de un siguiente artículo.

Por: Pablo Rosero Rivadeneira

En 1835 los altos impuestos gravados al comercio del “charque” – carne salada que servía para la alimentación de los esclavos – motivó el alzamiento de los hacendados de Río Grande do Sul, el estado más austral de Brasil. Liderados por Bento Gonçalves da Silva, no tardaron en proclamar la “República Riograndense”, agudizando una lucha que no solamente buscaba la secesión sino transformaciones sociales más profundas.

El Imperio del Brasil de Pedro II miraba con desprecio a la revuelta llamándola “Revolución de los Harapos” por las dificultades económicas de la República para vestir a sus soldados. Aún así, miles de esclavos se sumaron a la revolución bajo la promesa de la libertad. El término despectivo “farrapo” (harapo en español) fue resignificado por los insurgentes como un símbolo de la lucha y su gesta pasó a la historia como la “Revolución Farroupilha”.

Bento Gonçalves da Silva fue nombrado primer presidente de la República Riograndense y para salvaguardar a los suyos de los rigores de la guerra, dispuso el traslado de las mujeres a la “Estancia Da Barra”, la hacienda familiar. Allí, su esposa Cayetana, su hija Perpetua, sus hermanas María y Ana Joaquina y sus sobrinas Manuela, Rosario y Mariana, aguardaron durante diez años hasta el final del conflicto que terminó sin vencedores ni vencidos. Siempre esperando, entre sobresaltos, el regreso de sus padres, esposos, hermanos o amantes. La escritora brasileña Leticia Wierchowski recreó esos años de espera en su novela “La casa de las siete mujeres” que fuera adaptada para televisión en 2003 y transmitida en Ecuador.

El militar y aventurero italiano Giuseppe Garibaldi apoyó decididamente la causa de los “farrapos” y vivió un intenso romance con Manuela, una de las sobrinas del Presidente Gonçalves. Pero esa historia y sus conexiones con nuestro país, serán materia de un siguiente artículo.

Por: Pablo Rosero Rivadeneira

En 1835 los altos impuestos gravados al comercio del “charque” – carne salada que servía para la alimentación de los esclavos – motivó el alzamiento de los hacendados de Río Grande do Sul, el estado más austral de Brasil. Liderados por Bento Gonçalves da Silva, no tardaron en proclamar la “República Riograndense”, agudizando una lucha que no solamente buscaba la secesión sino transformaciones sociales más profundas.

El Imperio del Brasil de Pedro II miraba con desprecio a la revuelta llamándola “Revolución de los Harapos” por las dificultades económicas de la República para vestir a sus soldados. Aún así, miles de esclavos se sumaron a la revolución bajo la promesa de la libertad. El término despectivo “farrapo” (harapo en español) fue resignificado por los insurgentes como un símbolo de la lucha y su gesta pasó a la historia como la “Revolución Farroupilha”.

Bento Gonçalves da Silva fue nombrado primer presidente de la República Riograndense y para salvaguardar a los suyos de los rigores de la guerra, dispuso el traslado de las mujeres a la “Estancia Da Barra”, la hacienda familiar. Allí, su esposa Cayetana, su hija Perpetua, sus hermanas María y Ana Joaquina y sus sobrinas Manuela, Rosario y Mariana, aguardaron durante diez años hasta el final del conflicto que terminó sin vencedores ni vencidos. Siempre esperando, entre sobresaltos, el regreso de sus padres, esposos, hermanos o amantes. La escritora brasileña Leticia Wierchowski recreó esos años de espera en su novela “La casa de las siete mujeres” que fuera adaptada para televisión en 2003 y transmitida en Ecuador.

El militar y aventurero italiano Giuseppe Garibaldi apoyó decididamente la causa de los “farrapos” y vivió un intenso romance con Manuela, una de las sobrinas del Presidente Gonçalves. Pero esa historia y sus conexiones con nuestro país, serán materia de un siguiente artículo.

Por: Pablo Rosero Rivadeneira

En 1835 los altos impuestos gravados al comercio del “charque” – carne salada que servía para la alimentación de los esclavos – motivó el alzamiento de los hacendados de Río Grande do Sul, el estado más austral de Brasil. Liderados por Bento Gonçalves da Silva, no tardaron en proclamar la “República Riograndense”, agudizando una lucha que no solamente buscaba la secesión sino transformaciones sociales más profundas.

El Imperio del Brasil de Pedro II miraba con desprecio a la revuelta llamándola “Revolución de los Harapos” por las dificultades económicas de la República para vestir a sus soldados. Aún así, miles de esclavos se sumaron a la revolución bajo la promesa de la libertad. El término despectivo “farrapo” (harapo en español) fue resignificado por los insurgentes como un símbolo de la lucha y su gesta pasó a la historia como la “Revolución Farroupilha”.

Bento Gonçalves da Silva fue nombrado primer presidente de la República Riograndense y para salvaguardar a los suyos de los rigores de la guerra, dispuso el traslado de las mujeres a la “Estancia Da Barra”, la hacienda familiar. Allí, su esposa Cayetana, su hija Perpetua, sus hermanas María y Ana Joaquina y sus sobrinas Manuela, Rosario y Mariana, aguardaron durante diez años hasta el final del conflicto que terminó sin vencedores ni vencidos. Siempre esperando, entre sobresaltos, el regreso de sus padres, esposos, hermanos o amantes. La escritora brasileña Leticia Wierchowski recreó esos años de espera en su novela “La casa de las siete mujeres” que fuera adaptada para televisión en 2003 y transmitida en Ecuador.

El militar y aventurero italiano Giuseppe Garibaldi apoyó decididamente la causa de los “farrapos” y vivió un intenso romance con Manuela, una de las sobrinas del Presidente Gonçalves. Pero esa historia y sus conexiones con nuestro país, serán materia de un siguiente artículo.