¿Se volvieron locos?

Paco Moncayo Gallegos

Simón Bolívar se refería a Chile, en su célebre ‘Carta a Jamaica’, como el único país que podía ser libre y gozar de las bendiciones de ser república, por la naturaleza de su situación y las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores. Su visión profética no estaba equivocada. El país se convirtió en un referente, en muchos aspectos, para América Latina.

En los últimos años, los economistas neoliberales cantaron también loas a Chile, a su crecimiento económico y a la estabilidad de su política. Estos, en cambio, sí que estaban equivocados, porque el crecimiento sin equidad, dura poco y cuesta caro. Los hechos de estos días lo confirman.

Y es que el capitalismo ha vuelto a desbocarse. Según datos de Oxfam, el 82% del crecimiento mundial en 2018, pasó a manos del 1% más rico de la población; en América Latina, el continente más injusto y violento, el 20% más pobre sólo accede al 6% de los ingresos totales, mientras que el 20% más rico al 45%; el 10% de la población (62 millones) vive en situación de indigencia. ¡Una vergüenza!

Chile no es la excepción, a pesar de ser una de las economías más prósperas del continente. Según la Cepal, en 2017 el 26.5% de la riqueza fue a manos del 1% de habitantes, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país. Estos datos, en términos sociales, significan que, alrededor del 60% de la población no tiene los ingresos suficientes para cubrir sus gastos habituales y debe cubrir la diferencia mediante créditos, a cuyo servicio destina hasta el 70% del ingreso disponible. Un tercio de la población mayor de 18 años, habría caído en mora.

¿Quién mató al comendador? ¡Todos a una! Sin liderazgos visibles, sin planes premeditados. El alza de las tarifas del transporte público fue el detonador de una violencia generada por el alto costo de vida, por las bajas pensiones, los servicios de salud, medicinas y educación caros y una clase política que no ha sido capaz de encontrar respuestas. Y nada de esto es cosa de locos.

[email protected]

Paco Moncayo Gallegos

Simón Bolívar se refería a Chile, en su célebre ‘Carta a Jamaica’, como el único país que podía ser libre y gozar de las bendiciones de ser república, por la naturaleza de su situación y las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores. Su visión profética no estaba equivocada. El país se convirtió en un referente, en muchos aspectos, para América Latina.

En los últimos años, los economistas neoliberales cantaron también loas a Chile, a su crecimiento económico y a la estabilidad de su política. Estos, en cambio, sí que estaban equivocados, porque el crecimiento sin equidad, dura poco y cuesta caro. Los hechos de estos días lo confirman.

Y es que el capitalismo ha vuelto a desbocarse. Según datos de Oxfam, el 82% del crecimiento mundial en 2018, pasó a manos del 1% más rico de la población; en América Latina, el continente más injusto y violento, el 20% más pobre sólo accede al 6% de los ingresos totales, mientras que el 20% más rico al 45%; el 10% de la población (62 millones) vive en situación de indigencia. ¡Una vergüenza!

Chile no es la excepción, a pesar de ser una de las economías más prósperas del continente. Según la Cepal, en 2017 el 26.5% de la riqueza fue a manos del 1% de habitantes, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país. Estos datos, en términos sociales, significan que, alrededor del 60% de la población no tiene los ingresos suficientes para cubrir sus gastos habituales y debe cubrir la diferencia mediante créditos, a cuyo servicio destina hasta el 70% del ingreso disponible. Un tercio de la población mayor de 18 años, habría caído en mora.

¿Quién mató al comendador? ¡Todos a una! Sin liderazgos visibles, sin planes premeditados. El alza de las tarifas del transporte público fue el detonador de una violencia generada por el alto costo de vida, por las bajas pensiones, los servicios de salud, medicinas y educación caros y una clase política que no ha sido capaz de encontrar respuestas. Y nada de esto es cosa de locos.

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Simón Bolívar se refería a Chile, en su célebre ‘Carta a Jamaica’, como el único país que podía ser libre y gozar de las bendiciones de ser república, por la naturaleza de su situación y las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores. Su visión profética no estaba equivocada. El país se convirtió en un referente, en muchos aspectos, para América Latina.

En los últimos años, los economistas neoliberales cantaron también loas a Chile, a su crecimiento económico y a la estabilidad de su política. Estos, en cambio, sí que estaban equivocados, porque el crecimiento sin equidad, dura poco y cuesta caro. Los hechos de estos días lo confirman.

Y es que el capitalismo ha vuelto a desbocarse. Según datos de Oxfam, el 82% del crecimiento mundial en 2018, pasó a manos del 1% más rico de la población; en América Latina, el continente más injusto y violento, el 20% más pobre sólo accede al 6% de los ingresos totales, mientras que el 20% más rico al 45%; el 10% de la población (62 millones) vive en situación de indigencia. ¡Una vergüenza!

Chile no es la excepción, a pesar de ser una de las economías más prósperas del continente. Según la Cepal, en 2017 el 26.5% de la riqueza fue a manos del 1% de habitantes, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país. Estos datos, en términos sociales, significan que, alrededor del 60% de la población no tiene los ingresos suficientes para cubrir sus gastos habituales y debe cubrir la diferencia mediante créditos, a cuyo servicio destina hasta el 70% del ingreso disponible. Un tercio de la población mayor de 18 años, habría caído en mora.

¿Quién mató al comendador? ¡Todos a una! Sin liderazgos visibles, sin planes premeditados. El alza de las tarifas del transporte público fue el detonador de una violencia generada por el alto costo de vida, por las bajas pensiones, los servicios de salud, medicinas y educación caros y una clase política que no ha sido capaz de encontrar respuestas. Y nada de esto es cosa de locos.

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Paco Moncayo Gallegos

Simón Bolívar se refería a Chile, en su célebre ‘Carta a Jamaica’, como el único país que podía ser libre y gozar de las bendiciones de ser república, por la naturaleza de su situación y las costumbres inocentes y virtuosas de sus moradores. Su visión profética no estaba equivocada. El país se convirtió en un referente, en muchos aspectos, para América Latina.

En los últimos años, los economistas neoliberales cantaron también loas a Chile, a su crecimiento económico y a la estabilidad de su política. Estos, en cambio, sí que estaban equivocados, porque el crecimiento sin equidad, dura poco y cuesta caro. Los hechos de estos días lo confirman.

Y es que el capitalismo ha vuelto a desbocarse. Según datos de Oxfam, el 82% del crecimiento mundial en 2018, pasó a manos del 1% más rico de la población; en América Latina, el continente más injusto y violento, el 20% más pobre sólo accede al 6% de los ingresos totales, mientras que el 20% más rico al 45%; el 10% de la población (62 millones) vive en situación de indigencia. ¡Una vergüenza!

Chile no es la excepción, a pesar de ser una de las economías más prósperas del continente. Según la Cepal, en 2017 el 26.5% de la riqueza fue a manos del 1% de habitantes, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país. Estos datos, en términos sociales, significan que, alrededor del 60% de la población no tiene los ingresos suficientes para cubrir sus gastos habituales y debe cubrir la diferencia mediante créditos, a cuyo servicio destina hasta el 70% del ingreso disponible. Un tercio de la población mayor de 18 años, habría caído en mora.

¿Quién mató al comendador? ¡Todos a una! Sin liderazgos visibles, sin planes premeditados. El alza de las tarifas del transporte público fue el detonador de una violencia generada por el alto costo de vida, por las bajas pensiones, los servicios de salud, medicinas y educación caros y una clase política que no ha sido capaz de encontrar respuestas. Y nada de esto es cosa de locos.

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