Nuevo Adviento

Se cuenta que una pareja estrenaba piso en un tranquilo barrio. Cierta mañana, mientras tomaban café, la mujer vio a través de la ventana, que una vecina colgaba las sábanas en el tendedero y dijo: – ¡Que sábanas tan sucias cuelga la vecina! – ¿Quizás necesita un jabón nuevo?

El marido miraba y quedaba callado. Cada dos días repetía el mismo discurso, mientras la vecina tendía su ropa. Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpias y dijo al marido: – Mira, por fin ella aprendió a lavar la ropa. El marido le respondió: –No es lo que piensas. Hoy me levanté más temprano y limpié los vidrios de nuestra ventana.

Nótese que la mujer de la parábola no es capaz de descubrir la suciedad del cristal de su ventana. A través de ese cristal engañoso ha contemplado las sábanas “sucias” de la vecina, pero no ve la propia cochinada que tiene en su ventana.

Estamos en plena temporada de Adviento, tiempo de gozosa espera, de preparación para celebrar el gran acontecimiento de Belén, el nacimiento del Hijo de Dios en el pesebre de nuestro corazón. ¿Cómo están las ventanas de tu corazón? ¿Lo estás limpiando de juicios temerarios, de críticas injustas y apasionadas, de esa tendencia de mirar la paja en el ojo ajeno? Si hemos limpiado los cristales de nuestras ventanas del corazón entonces vamos a ver más claro la limpieza del corazón de nuestro prójimo. “Los que viven en casas de cristal no deberían arrojar piedras a los demás”, reza la sabiduría popular. Lo primero que tenemos que hacer es mirar nuestras propias flaquezas, debilidades, limitaciones y defectos para superarlos. Cuando hayamos limpiado nuestros “anteojos”, hayamos abandonado la cultura de prisa, hayamos entrado dentro de nosotros mismo, celebraremos la Navidad con dignidad.

Se cuenta que una pareja estrenaba piso en un tranquilo barrio. Cierta mañana, mientras tomaban café, la mujer vio a través de la ventana, que una vecina colgaba las sábanas en el tendedero y dijo: – ¡Que sábanas tan sucias cuelga la vecina! – ¿Quizás necesita un jabón nuevo?

El marido miraba y quedaba callado. Cada dos días repetía el mismo discurso, mientras la vecina tendía su ropa. Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpias y dijo al marido: – Mira, por fin ella aprendió a lavar la ropa. El marido le respondió: –No es lo que piensas. Hoy me levanté más temprano y limpié los vidrios de nuestra ventana.

Nótese que la mujer de la parábola no es capaz de descubrir la suciedad del cristal de su ventana. A través de ese cristal engañoso ha contemplado las sábanas “sucias” de la vecina, pero no ve la propia cochinada que tiene en su ventana.

Estamos en plena temporada de Adviento, tiempo de gozosa espera, de preparación para celebrar el gran acontecimiento de Belén, el nacimiento del Hijo de Dios en el pesebre de nuestro corazón. ¿Cómo están las ventanas de tu corazón? ¿Lo estás limpiando de juicios temerarios, de críticas injustas y apasionadas, de esa tendencia de mirar la paja en el ojo ajeno? Si hemos limpiado los cristales de nuestras ventanas del corazón entonces vamos a ver más claro la limpieza del corazón de nuestro prójimo. “Los que viven en casas de cristal no deberían arrojar piedras a los demás”, reza la sabiduría popular. Lo primero que tenemos que hacer es mirar nuestras propias flaquezas, debilidades, limitaciones y defectos para superarlos. Cuando hayamos limpiado nuestros “anteojos”, hayamos abandonado la cultura de prisa, hayamos entrado dentro de nosotros mismo, celebraremos la Navidad con dignidad.

Se cuenta que una pareja estrenaba piso en un tranquilo barrio. Cierta mañana, mientras tomaban café, la mujer vio a través de la ventana, que una vecina colgaba las sábanas en el tendedero y dijo: – ¡Que sábanas tan sucias cuelga la vecina! – ¿Quizás necesita un jabón nuevo?

El marido miraba y quedaba callado. Cada dos días repetía el mismo discurso, mientras la vecina tendía su ropa. Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpias y dijo al marido: – Mira, por fin ella aprendió a lavar la ropa. El marido le respondió: –No es lo que piensas. Hoy me levanté más temprano y limpié los vidrios de nuestra ventana.

Nótese que la mujer de la parábola no es capaz de descubrir la suciedad del cristal de su ventana. A través de ese cristal engañoso ha contemplado las sábanas “sucias” de la vecina, pero no ve la propia cochinada que tiene en su ventana.

Estamos en plena temporada de Adviento, tiempo de gozosa espera, de preparación para celebrar el gran acontecimiento de Belén, el nacimiento del Hijo de Dios en el pesebre de nuestro corazón. ¿Cómo están las ventanas de tu corazón? ¿Lo estás limpiando de juicios temerarios, de críticas injustas y apasionadas, de esa tendencia de mirar la paja en el ojo ajeno? Si hemos limpiado los cristales de nuestras ventanas del corazón entonces vamos a ver más claro la limpieza del corazón de nuestro prójimo. “Los que viven en casas de cristal no deberían arrojar piedras a los demás”, reza la sabiduría popular. Lo primero que tenemos que hacer es mirar nuestras propias flaquezas, debilidades, limitaciones y defectos para superarlos. Cuando hayamos limpiado nuestros “anteojos”, hayamos abandonado la cultura de prisa, hayamos entrado dentro de nosotros mismo, celebraremos la Navidad con dignidad.

Se cuenta que una pareja estrenaba piso en un tranquilo barrio. Cierta mañana, mientras tomaban café, la mujer vio a través de la ventana, que una vecina colgaba las sábanas en el tendedero y dijo: – ¡Que sábanas tan sucias cuelga la vecina! – ¿Quizás necesita un jabón nuevo?

El marido miraba y quedaba callado. Cada dos días repetía el mismo discurso, mientras la vecina tendía su ropa. Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpias y dijo al marido: – Mira, por fin ella aprendió a lavar la ropa. El marido le respondió: –No es lo que piensas. Hoy me levanté más temprano y limpié los vidrios de nuestra ventana.

Nótese que la mujer de la parábola no es capaz de descubrir la suciedad del cristal de su ventana. A través de ese cristal engañoso ha contemplado las sábanas “sucias” de la vecina, pero no ve la propia cochinada que tiene en su ventana.

Estamos en plena temporada de Adviento, tiempo de gozosa espera, de preparación para celebrar el gran acontecimiento de Belén, el nacimiento del Hijo de Dios en el pesebre de nuestro corazón. ¿Cómo están las ventanas de tu corazón? ¿Lo estás limpiando de juicios temerarios, de críticas injustas y apasionadas, de esa tendencia de mirar la paja en el ojo ajeno? Si hemos limpiado los cristales de nuestras ventanas del corazón entonces vamos a ver más claro la limpieza del corazón de nuestro prójimo. “Los que viven en casas de cristal no deberían arrojar piedras a los demás”, reza la sabiduría popular. Lo primero que tenemos que hacer es mirar nuestras propias flaquezas, debilidades, limitaciones y defectos para superarlos. Cuando hayamos limpiado nuestros “anteojos”, hayamos abandonado la cultura de prisa, hayamos entrado dentro de nosotros mismo, celebraremos la Navidad con dignidad.