LOS IRRESPONSABLES

Tras los sucesos de octubre pasado, la atención ciudadana, ha retornado sus ojos a temas urgentes y entre ellos, al tema del presupuesto del Estado y la recaudación tributaria.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que la Seguridad, la Salud y la Educación son tres áreas que siempre deben estar bajo el cuidado y atención de todo gobierno y que éstos deben ser gratuitos para todo ciudadano que se cobije bajo la bandera del país.

Sin embargo, los ecuatorianos creemos que el Estado, además de los 3 temas mencionados, debe aportar a la vida social (clubs y fiestas patronales de todos los cantones y parroquias), al deporte, bonos a los discapacitados, subsidios al consumo de la luz, del agua, de los combustibles, regalar abonos a los campesinos, la banda de reina del barrio, las colchas para los toros de pueblo, el transporte de los animales al camal, los balones del campeonato de fútbol de la comarca, y un largo etcétera,

Para cubrir todos esos requerimientos, todo gobierno tiene, en la actualidad, dos fuentes: la renta petrolera y los impuestos que pagamos los ecuatorianos. Cuando eso no alcanza, el gobernante de turno tiene que acudir a los bancos y organismos internacionales de crédito para que nos presten dinero que cubra el presupuesto.

Quienes nos prestan ese dinero no son organismos de beneficencia, es decir, no nos regalan el dinero, sino que al prestarnos queda claro que debemos pagarlo a determinado número de años y a determinado porcentaje. Si no cumplimos los pagos en los plazos establecidos y al interés previamente, el sistema financiero internacional, no nos vuelve aprestar dinero y avisa a otros bancos, a otros gobiernos y a los inversores que el país no es un buen pagador y nadie querrá hacer negocios con nosotros. No tendremos a quien vender nuestro petróleo, nuestro banano, nuestros camarones, nuestro atún, nuestras flores, etc. Etc. Si no tenemos a quién vender, nuestros productos se quedarán en el país y el excedente se malogrará y la miseria se hará cargo de nosotros.

Entonces, ¿qué nos queda? Pagar las deudas, gastar menos y aportar más dinero al Estado.

Ahora que se acercan las elecciones presidenciales, ciertos partidos políticos, ciertos líderes políticos y ciertos grupos sociales, aparecen como defensores de los más pobres y anuncian en forma rimbombante que no aceptarán que se creen más impuestos, que no aceptarán que se quiten los subsidios a los combustibles, que no a esto, que no a aquello; pero no dicen, responsablemente, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno, tener más recursos para seguir financiando la seguridad, la salud y la educación, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno entregando los bonos, apoyando al deporte y a las fiestas barriales?

Actitud irresponsable la de quienes actúan en función de las próximas elecciones sin pensar en sus hijos y sus nietos. Seguramente, ellos ya tienen resuelta su vida con grandes sumas de dinero en sus cuentas bancarias, pero se olvidan de que en el país vivimos otras 14 millones 900 mil personas que seguiremos trabajando para sobrevivir.

Tras los sucesos de octubre pasado, la atención ciudadana, ha retornado sus ojos a temas urgentes y entre ellos, al tema del presupuesto del Estado y la recaudación tributaria.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que la Seguridad, la Salud y la Educación son tres áreas que siempre deben estar bajo el cuidado y atención de todo gobierno y que éstos deben ser gratuitos para todo ciudadano que se cobije bajo la bandera del país.

Sin embargo, los ecuatorianos creemos que el Estado, además de los 3 temas mencionados, debe aportar a la vida social (clubs y fiestas patronales de todos los cantones y parroquias), al deporte, bonos a los discapacitados, subsidios al consumo de la luz, del agua, de los combustibles, regalar abonos a los campesinos, la banda de reina del barrio, las colchas para los toros de pueblo, el transporte de los animales al camal, los balones del campeonato de fútbol de la comarca, y un largo etcétera,

Para cubrir todos esos requerimientos, todo gobierno tiene, en la actualidad, dos fuentes: la renta petrolera y los impuestos que pagamos los ecuatorianos. Cuando eso no alcanza, el gobernante de turno tiene que acudir a los bancos y organismos internacionales de crédito para que nos presten dinero que cubra el presupuesto.

Quienes nos prestan ese dinero no son organismos de beneficencia, es decir, no nos regalan el dinero, sino que al prestarnos queda claro que debemos pagarlo a determinado número de años y a determinado porcentaje. Si no cumplimos los pagos en los plazos establecidos y al interés previamente, el sistema financiero internacional, no nos vuelve aprestar dinero y avisa a otros bancos, a otros gobiernos y a los inversores que el país no es un buen pagador y nadie querrá hacer negocios con nosotros. No tendremos a quien vender nuestro petróleo, nuestro banano, nuestros camarones, nuestro atún, nuestras flores, etc. Etc. Si no tenemos a quién vender, nuestros productos se quedarán en el país y el excedente se malogrará y la miseria se hará cargo de nosotros.

Entonces, ¿qué nos queda? Pagar las deudas, gastar menos y aportar más dinero al Estado.

Ahora que se acercan las elecciones presidenciales, ciertos partidos políticos, ciertos líderes políticos y ciertos grupos sociales, aparecen como defensores de los más pobres y anuncian en forma rimbombante que no aceptarán que se creen más impuestos, que no aceptarán que se quiten los subsidios a los combustibles, que no a esto, que no a aquello; pero no dicen, responsablemente, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno, tener más recursos para seguir financiando la seguridad, la salud y la educación, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno entregando los bonos, apoyando al deporte y a las fiestas barriales?

Actitud irresponsable la de quienes actúan en función de las próximas elecciones sin pensar en sus hijos y sus nietos. Seguramente, ellos ya tienen resuelta su vida con grandes sumas de dinero en sus cuentas bancarias, pero se olvidan de que en el país vivimos otras 14 millones 900 mil personas que seguiremos trabajando para sobrevivir.

Tras los sucesos de octubre pasado, la atención ciudadana, ha retornado sus ojos a temas urgentes y entre ellos, al tema del presupuesto del Estado y la recaudación tributaria.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que la Seguridad, la Salud y la Educación son tres áreas que siempre deben estar bajo el cuidado y atención de todo gobierno y que éstos deben ser gratuitos para todo ciudadano que se cobije bajo la bandera del país.

Sin embargo, los ecuatorianos creemos que el Estado, además de los 3 temas mencionados, debe aportar a la vida social (clubs y fiestas patronales de todos los cantones y parroquias), al deporte, bonos a los discapacitados, subsidios al consumo de la luz, del agua, de los combustibles, regalar abonos a los campesinos, la banda de reina del barrio, las colchas para los toros de pueblo, el transporte de los animales al camal, los balones del campeonato de fútbol de la comarca, y un largo etcétera,

Para cubrir todos esos requerimientos, todo gobierno tiene, en la actualidad, dos fuentes: la renta petrolera y los impuestos que pagamos los ecuatorianos. Cuando eso no alcanza, el gobernante de turno tiene que acudir a los bancos y organismos internacionales de crédito para que nos presten dinero que cubra el presupuesto.

Quienes nos prestan ese dinero no son organismos de beneficencia, es decir, no nos regalan el dinero, sino que al prestarnos queda claro que debemos pagarlo a determinado número de años y a determinado porcentaje. Si no cumplimos los pagos en los plazos establecidos y al interés previamente, el sistema financiero internacional, no nos vuelve aprestar dinero y avisa a otros bancos, a otros gobiernos y a los inversores que el país no es un buen pagador y nadie querrá hacer negocios con nosotros. No tendremos a quien vender nuestro petróleo, nuestro banano, nuestros camarones, nuestro atún, nuestras flores, etc. Etc. Si no tenemos a quién vender, nuestros productos se quedarán en el país y el excedente se malogrará y la miseria se hará cargo de nosotros.

Entonces, ¿qué nos queda? Pagar las deudas, gastar menos y aportar más dinero al Estado.

Ahora que se acercan las elecciones presidenciales, ciertos partidos políticos, ciertos líderes políticos y ciertos grupos sociales, aparecen como defensores de los más pobres y anuncian en forma rimbombante que no aceptarán que se creen más impuestos, que no aceptarán que se quiten los subsidios a los combustibles, que no a esto, que no a aquello; pero no dicen, responsablemente, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno, tener más recursos para seguir financiando la seguridad, la salud y la educación, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno entregando los bonos, apoyando al deporte y a las fiestas barriales?

Actitud irresponsable la de quienes actúan en función de las próximas elecciones sin pensar en sus hijos y sus nietos. Seguramente, ellos ya tienen resuelta su vida con grandes sumas de dinero en sus cuentas bancarias, pero se olvidan de que en el país vivimos otras 14 millones 900 mil personas que seguiremos trabajando para sobrevivir.

Tras los sucesos de octubre pasado, la atención ciudadana, ha retornado sus ojos a temas urgentes y entre ellos, al tema del presupuesto del Estado y la recaudación tributaria.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que la Seguridad, la Salud y la Educación son tres áreas que siempre deben estar bajo el cuidado y atención de todo gobierno y que éstos deben ser gratuitos para todo ciudadano que se cobije bajo la bandera del país.

Sin embargo, los ecuatorianos creemos que el Estado, además de los 3 temas mencionados, debe aportar a la vida social (clubs y fiestas patronales de todos los cantones y parroquias), al deporte, bonos a los discapacitados, subsidios al consumo de la luz, del agua, de los combustibles, regalar abonos a los campesinos, la banda de reina del barrio, las colchas para los toros de pueblo, el transporte de los animales al camal, los balones del campeonato de fútbol de la comarca, y un largo etcétera,

Para cubrir todos esos requerimientos, todo gobierno tiene, en la actualidad, dos fuentes: la renta petrolera y los impuestos que pagamos los ecuatorianos. Cuando eso no alcanza, el gobernante de turno tiene que acudir a los bancos y organismos internacionales de crédito para que nos presten dinero que cubra el presupuesto.

Quienes nos prestan ese dinero no son organismos de beneficencia, es decir, no nos regalan el dinero, sino que al prestarnos queda claro que debemos pagarlo a determinado número de años y a determinado porcentaje. Si no cumplimos los pagos en los plazos establecidos y al interés previamente, el sistema financiero internacional, no nos vuelve aprestar dinero y avisa a otros bancos, a otros gobiernos y a los inversores que el país no es un buen pagador y nadie querrá hacer negocios con nosotros. No tendremos a quien vender nuestro petróleo, nuestro banano, nuestros camarones, nuestro atún, nuestras flores, etc. Etc. Si no tenemos a quién vender, nuestros productos se quedarán en el país y el excedente se malogrará y la miseria se hará cargo de nosotros.

Entonces, ¿qué nos queda? Pagar las deudas, gastar menos y aportar más dinero al Estado.

Ahora que se acercan las elecciones presidenciales, ciertos partidos políticos, ciertos líderes políticos y ciertos grupos sociales, aparecen como defensores de los más pobres y anuncian en forma rimbombante que no aceptarán que se creen más impuestos, que no aceptarán que se quiten los subsidios a los combustibles, que no a esto, que no a aquello; pero no dicen, responsablemente, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno, tener más recursos para seguir financiando la seguridad, la salud y la educación, de dónde podrá el gobierno, cualquier gobierno entregando los bonos, apoyando al deporte y a las fiestas barriales?

Actitud irresponsable la de quienes actúan en función de las próximas elecciones sin pensar en sus hijos y sus nietos. Seguramente, ellos ya tienen resuelta su vida con grandes sumas de dinero en sus cuentas bancarias, pero se olvidan de que en el país vivimos otras 14 millones 900 mil personas que seguiremos trabajando para sobrevivir.