La política

Santiago Armijos Valdivieso

Participar en política entregando tiempo y fuerzas para servir al bien común en medio del feroz escarnio público, merece estar con letras de oro en la lista de las actividades más nobles que el ser humano puede cumplir.

Lamentablemente, salvando excepciones que siempre las hay, aquello no sucede en Loja, ni en el resto del país. Mi afirmación encuentra sustento en las últimas noticias divulgadas por los medios de comunicación, en las cuales la ciudadanía ha enterado que las malas prácticas del pasado se repiten.

Así lo demuestra el peregrinaje político de algunos candidatos que con desesperación y desvergüenza entran y salen de los partidos y movimientos políticas como si se tratara de una tienda de disfraces. No importa el color, la dignidad y la coherencia, lo importante es tener el pase de entrada a la pachanga y así poder apostarle a la suerte y a la audacia para llevarse el trofeo de la designación.

Se entiende que unos lo hacen por ganar la notoriedad que no la pudieron lograr con el trabajo diario; otros por conseguir poder y con ello decidir el destino de los demás; y, otros, los más peligrosos, simplemente para enriquecerse a costa de los fondos públicos y del clientelismo político.

Por su parte, los dirigentes políticos, con indolencia cívica, tapándose tramposamente los ojos para no respetar principios ideológicos, estimulan el mercadillo politiquero con amorfas declaraciones para justificar lo injustificable en favor de los astutos oportunistas, dando la espalda a los disciplinados partidarios. Lo importante es ganar, obtener votos y aplausos. El porvenir de la sociedad es lo secundario.

Aunque todo esto resulta penoso, tenemos una herramienta democrática para enfrentar el problema, el voto inteligente, razonado y positivo para escoger a los mejores. No debemos equivocarnos. (O)