Las excusas

POR: Ruby Estévez

Son una de las mayores anclas que tenemos en nuestro crecimiento personal; muchas nos dan aparentemente satisfacciones, pero nos dejan las manos vacías. En el diario vivir a mayor número de excusas, menor es el número de nuestros logros.

Todos los días las justificaciones van y vienen; cuando llegamos atrasados al trabajo, no cumplimos un compromiso adquirido, cuando queremos que alguien no se entere de algo que hicimos, no quisimos ir a un lugar, comer, saludar, cuando no ganamos…, inventamos las excusas. Si nos detenemos un momento a meditar sobre las consecuencias; la excusa nos detienen, no permiten ningún esfuerzo, que mejoremos, que alcancemos una meta personal, profesional y familiar.

Muchos lo dicen “benditas excusas”, me sacaron del apuro, son útiles, son tan apreciables hasta que nos damos cuenta que son dañosas para determinado aprendizaje o labor, no reconocemos la falta y el defecto que está carcomiendo nuestra naturaleza humana. Estas excusas las hemos inventado para salirnos de una determinada situación, tapar nuestros errores, debilidades; los hemos sembrado y cultivado por la indolencia de nuestra débil voluntad, ellas nos privan muchas veces del afecto y respeto de nuestros semejantes.

Siempre es útil el reconocimiento de nuestras faltas; nos pone en el camino de la modestia, nos aleja de la mentira, de los fracasos que ocurre por la falta de reconocimiento sereno de nuestras imperfecciones. El olvido de esta falta, el considerarla necesaria para salir de nuestros apuros, permite que crezcan, echen raíces y se hagan habituales e irreparables, si reincidimos en ella, se apodera de nosotros y en muchos casos se la ve despreciable por nuestra voluntaria ceguera.

Del hombre es error, del sabio reconocer el error; para comenzar a ganar hay que abandonar la excusa, hay que dejar de hacer lo que está mal, hay que corregir, aprender a prever mayor para nuestra tranquilidad. Es verdad que en muchos casos hay razones para algunas excusas las que llamamos “de fuerza mayor”, pero no podemos darnos el lujo de vivir con y para ellas; hay que amar la verdad sin aparentar lo que no es, el sabio comprende que este mal hábito es destructor, lucha por no caer en el mismo error; para no ser indigno por todo lo denigrante que es.

La “excusa” lleva consigo un refinamiento dañoso, ofende a la inteligencia, para algunos es de atractiva apariencia, para otros un defecto grosero, encierran ideas deformes, sus justificaciones son absurdas, una pesada carga que nadie nos ayuda a llevar por ser falsos y mentirosos, nada sustenta por más hábil que sea la persona, tarde o temprano cae la “excusa”.

Todos en algún momento hemos buscado una “excusa” pero cuando toma forma la razón, nos detenemos; en nuestro propio dominio, nos permite abstenernos de los malos defectos perjudiciales a nuestra naturaleza humana.