Ante la tumba de un bardo

Santiago Armijos Valdivieso

Cuando un poeta se va, se apaga una voz del alma y se entristece la vida. Eso sucedió en Loja al conocerse la muerte del Dr. Carlos Alberto Palacios Riofrío, bardo notable, cuya pluma engrandeció el cofre de los versos y confirmó la vigencia de la inteligencia en Loja. Sus cualidades intelectuales, cívicas y morales demostradas a lo largo de su destacada vida, contribuyeron significativamente al desarrollo de nuestra sociedad; sus juiciosos e inteligentes criterios sociales, jurídicos y cívicos, lo elevaron a la categoría de personaje de referencia y su voz autorizada, con el pergamino de la honestidad, fue escuchada con respeto por muchos. Su sensibilidad humana, identificada con el bien común, le permitió tejer lazos profundos con las manifestaciones de la cultura, con el servicio público y privado. Personalidades como la del Dr. Palacios han hecho especial a nuestra campiña lojana, a la cual siempre anhelamos retornar para curarnos del mal de corazón, esa romántica enfermedad lojana que fuera descrita, e identificado su remedio por Benjamín Carrión en su poema Canción del Retorno, el cual siempre es bueno invocar: “Voy a volver bañando mi espíritu en la aldea/ allá tengo agua clara de la fuente/ y buen sol, allá alardea/ mejor sus buenas eras del poniente,/ y allá, tranquilamente,/ sin un dolor, sin una idea-/ viviré mi vivir, sencillamente…/(…) Voy a bañar mi espíritu en la ciudad querida/ donde nació la vida/ mi verso y mi oración…/ El sol y el agua aldeanos remediarán la herida/ y volveré curado del mal de corazón.

Anhelo que nuestro poeta, jamás se olvide de retornar a Loja, a rellenar su pluma en el inspirador tintero del mejor rincón del mundo, y así, pueda seguir escribiendo sonetos, cuartetos y décimas, aunque ahora tendrá que hacerlo, en el papel hecho de sueños y constelaciones. (O)