La nueva mesa repartida

Pablo Vivanco Ordóñez

El nuevo momento de Alianza País y el consecuente giro de la forma de gobierno de su representante en el ejecutivo, nos permite hablar de una nueva fase política, económica y electoral. Con el gobierno de Moreno, hay un reordenamiento de las fuerzas políticas y de grupos económicos en el país; los unos distanciándose de la voluntad de acribillar la facción afín a la postura mantenida por Correa y los otros recuperando espacios perdidos en instancias gubernamentales (bastaría mirar la composición de gabinete ministerial anterior y el de hoy).

Bien sabido es que la época republicana ha tenido como privilegiados a determinados grupos oligárquicos, que enquistados en las cúpulas de poder no permitían filtración alguna de quienes no fuese de su estirpe, ni de sus clubs con membresía. El antagonismo regional muchas veces en la historia no les permitió la configuración de una hegemonía estable, sino que estuvieron en constante pugna interna por el dominio político y económico. En el trance de enfrentamientos, el país era por tajos arrebatado y repartido a su antojo.

Ese era un país del pacto, de la concesión, de dividir el pastel para aplacar la fuerza de los hambrientos de cuotas indignas de patriotas; era el país, repartido a monumentos y patriarcas para aplacar la fuerza de los que se creen predestinados a ser dueños de la fiesta, de la torta y del hambre por supuesto: decidían quien accede a la comida y al poder.

Podríamos retomar la narración pretérita al compás de la coyuntura actual. Todos tienen espacio aunque tengan intereses distantes e inconciliables; bien está el reparto hasta que uno quiera más que el otro, hasta que uno quiere una porción más grande de país.

Después de lo dicho, ¿el pueblo tiene algo que decir? ¿Se le consulta al pueblo o es un disimulo de consulta?.

La nueva mesa está armada, y tiene a sus viejos invitados de vuelta. (O)

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