¿Después de la consulta popular, qué…?

César Eduardo Briceño Toledo

El referendo y la consulta popular se desarrollaron el 4 de febrero pasado. Costó 45 millones de dólares. Votó el 88% de los ecuatorianos con un ausentismo del 18%. El Sí a las siete preguntas fue contundente frente al No que propugnaba un grupo de correistas. Se conjeturó que existió alguna confusión sobre algunas preguntas acerca de la 2 sobre la alternancia en las dignidades populares; la 3 con el cambio de los miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social y la 6 sobre la derogatoria de la Ley de Plusvalía. En Loja, la ciudadanía se pronunció más o menos hasta un 12% mayor a la media de votación del país, es decir, votó el 78.52 por el Sí y el 21.8% por el No.

Por el fanatismo que les inspiró su caudillo, los ecuatorianos en una media de 25% votaron por el No. Ciertamente que en ese porcentaje estuvieron ciudadanos que conocieron de la perversión y que se sirvieron de la mesa tendida que les ofreció el mandatario. Los ecuatorianos se cansaron de un régimen que por el lapso de 10 años vivió en campaña política mediante reuniones partidistas y sabatinas para denostar a la oposición.

Recurrir a la opinión pública no tiene paternidad alguna, ni del propio mandatario, sino que fue producto de un deseo colectivo que se gestó paulatinamente. El compromiso es mayor para el actual mandatario, porque, a través de la consulta, le hemos ratificado nuestra confianza al presidente Lenín Moreno, que debe reducir la obesidad del Estado ecuatoriano y oxigenar los ministerios con funcionarios idóneos, para que cambie el esquema económico del gobierno despilfarrador; para que haya una justicia imparcial, reactivación y tecnificación agropecuaria, libre acceso de los jóvenes a las universidades, atraiga la inversión interna y extranjera, generadora de emprendimientos y trabajo; y fortalezca las libertades públicas y privadas. (O)