Una palabra de vida

Mons. Alfredo Espinoza Mateus SDB

Desde el momento de su elección, hace cinco años, la palabra de Francisco fue diferente. Ha sido una palabra que nos ha ido cautivando y nos ha ido transmitiendo un rostro contagioso de Dios.

Es una palabra de vida. Una palabra que invita a entender a un Dios que perdona, cercano, tierno, lleno de misericordia. Un Dios que nos invita a la alegría cristiana y a soñar en grande.

Hoy quiero dar el paso a que Francisco nos hable a través de estas líneas. Veamos algunas de sus frases:

“A los ojos de Dios, ninguno de sus hijos puede ser descartado. Él confía a todos y a cada uno una misión”.

“A veces parece que la caridad se apaga en muchos corazones; pero nunca se apaga en el corazón de Dios”

“Cada uno de nosotros es precioso, cada uno de nosotros es insustituible a los ojos de Dios”

“Cada vida cuenta: desde el principio hasta el final, desde la concepción hasta la muerte natural”

“Cuando necesitemos ayuda, dirijámonos al Padre que siempre nos mira con amor y no nos abandona nunca”.

“Cuando nos encontramos con el Señor no tardan en llegar las sorpresas de Dios”

“Quiero jóvenes fuertes y valientes, no jóvenes de “sofá”, acomodados”.

“Dedicar tiempo a una persona difícil, ayudar a alguien que no nos resulta interesante, es ofrecer un don grato a Jesús”

“Ningún cristiano está huérfano porque tiene a María como Madre”

“El amor de Cristo es como un “GPS espiritual” que nos guía infaliblemente hacia Dios y hacia el corazón de nuestro prójimo”

“El antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad es dejarse purificar por la verdad”

“Jesús prefiere al pecador, siempre para perdonarlo, para amarlo”

“No tengan miedo de pedir el perdón a Dios. Él no se cansa nunca de perdonar”

“La Iglesia no debe cerrarse sobre sí misma porque se enferma. Tiene que ir a buscar a los hombres”

“No sean nunca hombres y mujeres tristes. Un cristiano jamás puede serlo. Nunca se dejen vencer por el desánimo”

“Con Cristo el corazón nunca envejece”

Así nos habla Francisco. Escuchemos su palabra y no dejemos de orar por él. (O)