‘Llaneros’

Marlon Tandazo Palacio

Los altavoces en una unidad de transporte urbano advertían en versión bachata, “Despacito”. Inesperadamente el bus desacelera, el conductor saluda a un transeúnte al tiempo que lo recoge. Es un hombre de mediana edad, usa jean y camisa manga corta, trae un bolso que cuelga de su hombro. Sonriente agradece al conductor y de frente a su auditorio se disculpa por irrumpir el viaje. Su acento lo delata, parece costeño. Soy venezolano, confiesa.

Nos cuenta que huyó de su país por mejores días para su esposa y dos hijos que espera traer pronto. Es profesor graduado en una universidad venezolana. Allá el salario mínimo –dice- es inferior a diez dólares al mes. Nos ofrece caramelos, mercancía que afirma, le permite ganarse la vida hasta encontrar algo mejor. Los pasajeros contribuyen con el extranjero, su amabilidad es exquisita. Al final agradece y desembarca.

Mi vecino de viaje (un adulto mayor jubilado) murmura que en días anteriores vio subirse a una venezolana, era profesora de educación física pero vendía empanadas –comenta asombrado-. Con mi vecino elucubramos sobre el futuro de los “llaneros” en nuestro medio. Ellos son buenos para el béisbol, telenovelas, reinas de belleza –agrega el adulto mayor-, varios artistas como: Guillermo Dávila, Ricardo Montaner, Franco De Vita y Willie Colón son venezolanos –concluye- también lo son Chino y Nacho –aporto-.

Esta es una realidad difícil de ignorar y localmente predomina la novelería. ¿Quién niega que en un futuro cercano los preparadores de coreografía estén liderados por profesores “llaneros”, que las nuevas voces sean adiestradas por experimentados extranjeros o que los próximos certámenes de belleza tengan ingredientes sugeridos por versados venezolanos? quienes en busca de mejores días siguen huyendo de su patria. (O)

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