Entrevista: Edison Paucar, sobre ‘Mientras llega la lluvia’

DAMIÁN DE LA TORRE AYORA

A Edison Paucar –Eddy pinta en su camiseta- no solo da ganas de leerlo. También da ganas de llamarlo para armar un partido de fútbol, de organizar un picadito para que el balón ruede y en el entretiempo y tras el pitazo final se converse de literatura.

Estoy seguro de que Jorge Valdano, al leerlo, diría “esté chico va destacando en la cantera de las letras”. Estoy seguro de que Eddy, más que patear un penal frente a Camus, quisiera jugarle de defensa y aminorar el grito de gol, porque es conciente de las bondades de la tragedia.

‘Mientras llega la lluvia’ (Ediciones Anónimas, 2017) es su debut como novelista, y así como lo hizo con sus cuentos (‘Malas compañías’), no defrauda cuando salta en esta nueva cancha.

Al fútbol se lo entiende más allá de un deporte. ¿Por qué mirar al fútbol como un campo de batalla?

Amo el fútbol. Si metí a este deporte en la novela es porque soy un amante del fútbol. Tanto en la escuela como en el colegio fui parte de las selecciones. A eso súmale que jugaba en el barrio y siempre he practicado este deporte. Mira, de hecho ahora escribo algo sobre fútbol, es parte de mi vida, y es cierto eso de que siempre se libra una batalla, y por eso llevo una serie de temas a este terreno. En este momento ando escribiendo sobre fútbol. Me apasiona. Tomo este tema porque sabía que desde ese campo que conozco, podría hablar de muchas otras cosas.

¿Hay que escribir sobre lo que se conoce?

Sí, efectivamente. Eso mismo lo decía Hemingway, si no me equivoco. Uno debe escribir sobre lo que conoce, y así abordes distintos temas te apoyas es esas experiencias para contar algo. Si te fijas, desde mi primer cuento el tema fútbol va metiéndose. En mi cuento ‘Malas compañías’ ya lo abordo. Esta vez, con la novela, quise evidenciarlo más.

¿Quisiste ser futbolista?

Se nota un poco –sonríe-. Sí, soy un futbolista frustrado.

¿Al futbolista frustrado no le queda otra que ser escritor?

Exactamente –ríe brevemente-. Lo que cuento en el libro es un poco de mi experiencia, algo que viví con algunos amigos que también tuvieron ese sueño y que ahora se dedican a otras cosas. Sabes, cuando comencé a escribir el libro justo vivía en Barcelona, en el barrio de La Barceloneta. Siempre veía fútbol mientras escribía. Difícil que el fútbol no esté presente, hasta el barrio insistía.

Hablando de barrios, describes a la fundación de La Mañosca, en Quito. ¿El hacerlo te permite abordar a esa migración quiteña que se da por estatus?

Mi intención fue tratar de hablar de la ciudad como un personaje. Además, al momento de tomar este barrio traté de ubicar al lector, porque sabía que por ahí se iban a dar la mayor cantidad de acontecimientos. Esta novela es local y trata sobre dos colegios de Quito. Traté de pensarla con la idea de que alguien me puede leer en otra ciudad o país. Quería ubicar a la gente. Ahora, es cierto esa idea de que Quito se va moviendo en torno a una migración por cierto estatus. Ahora la gente quiere ir para Cumbayá. Algo de eso se evidencia, pero mi idea era delimitar bien el espacio donde se dan los hechos, que el lector lo conozca más allá de que viva en Quito.

Y qué decir de la permanente lucha de estratos sociales, de un hijo bastardo y el otro legítimo, de la pugna de clases sociales…

La novela toca esas realidades, pero nunca tuve un interés socio-económico de por medio al contar la historia. Esas cosas se fueron dando al hablar de un cruce entre hermanos y la historia del padre Francisco, quien tiene su apariencia de santo y pondrá en jaque a un grupo de personas.

Un cruce de hermanos bíblico…

Efectivamente, a lo Caín y Abel. De hecho, en ellos pensaba cuando enfrentaba a los dos hermanos por el amor y la aceptación del padre. Claro, en esa lucha se va evidenciando un choque de clases sociales.

Y con respecto al cura, ¿Qué decir de un mesiánico redentor? Más que cura parecería político, ¿no?

El padre Panchito es un líder mesiánico y redentor, que me permitió el referirme a un padre maligno, en el sentido de cómo un intruso llega a la comunidad y la convulsiona. Algo así como con Adán y Eva, donde hay un intruso llamado serpiente que no les permite que vivan felices por siempre. Me interesaba mirar cómo se cambian los hilos en las sociedades, más aún cuando aparecen personajes mesiánicos, pues pueden tener sus cualidades, aunque siempre tendrán sus oscuridades.

El padre Panchito es un populista. ¿El populismo resulta peligroso en cualquier escala?

Sí, es peligroso en cualquier circunstancia. Claro, en algún momento la gente se da cuenta y termina por quitarte el apoyo. Mira al padre Panchito, era un santo y después un ser maligno.

Hay un momento donde el conserje Pericles revela que quiere ser poeta, y la idea que ronda es que el escribir es un acto íntimo. Si el acto es así, ¿por qué publica Eddy Paucar?

Pienso que escribir y publicar son dos procesos distintos. Hay personas que escriben toda su vida y no publican ni una línea. Pienso que hay otras que se apresuran por escribir, sobre todo cuando eres joven. Yo escribo desde que tengo unos 15 y 16 años, y en algún momento, cuando tenía mis textos, claro que quería publicarlos rápido. Ahora pienso en que las cosas deben madurar. Creo que hay que escribir sin centrarnos en el tiempo; y la publicación, el tiempo lo dirá.

¿Consideras a tu novela melancólica o violenta?

Está entre las dos. Violenta, por los hechos que se van dando. Melancólica, porque puse muchos de mis recueros: mis recuerdos embarran al libro. Pero pienso que para un lector, termina siendo violenta.

Estudiaste en el Gonzaga y viviste ese enfrentamiento con el San Gabriel. Viviste la huelga y la bronca. Se conoce el hecho, pero siempre hay los entretelones. ¿Cuáles son ciertos en tu novela?

Estoy de acuerdo con eso que dice Vargas Llosa de que, para escribir una novela, un escritor vuelca sus recuerdos personales, sus experiencias de vida y sus experiencias literarias. La protesta la viví, y eso quise hacerlo novela. Entonces, me regí a las reglas de la ficción. Mucho es inventado y otras cosas son transformadas e hiperbolizadas frente a un hecho que ocurrió.

Una madre está llena de amor para sus tres hijos, y se enamora del cura. Un cura se enamora de una alumna. Un pana termina quitándole la pelada a su amigo. Las peladas se van con los chicos aniñados… El amor está presente, aunque lo caótico y prohibido priman…

El amor está presente en esas relaciones que se plantean en la novela. Sabes, cuando tenía escrito un 40% le di el borrador al escritor español Jorge Carrión, y él me hizo ver que si estaba presente aquello de Caín y Abel, sería interesante el colocar esa relación Jesús-María Magdalena. Así fue incorporándose esta idea de amor, pero totalmente prohibido.

¿Buscas la lluvia para encontrar la calma?

Busco la lluvia para escapar. Quito es una ciudad donde siempre llueve, y sabía que el clima debía estar presente porque termina afectándonos. Por eso coloco ese epígrafe de Oscar Wilde al inicio (“Siempre que la gente me habla del clima, me quedo pensando que su intención es decirme otra cosa”). Y del título, fue algo del azar: leía la prensa en Barcelona y apareció esa frase aludiendo al clima.

La literatura no escampa, ¿qué andas escribiendo ahora?

Hay cosas en proceso, algo sobre fútbol y literatura ya va en un 50% y ojalá que vaya avanzando porque es un trabajo muy experimental. También se va dando forma a un libro de cuentos.

Perfil
Edison Gabriel Paucar

° ‘Escritor ecuatoriano (Quito, 1988). Máster en Creación Literaria por la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Ha publicado ‘Malas compañías y otros caballos de Troya’, que obtuvo el Premio Nacional de Literatura Joaquín Gallegos Lara.