La soberbia política

Patricio Valdivieso Espinosa

La soberbia es mala consejera y la vanidad no te hace únic@; elementos que debemos tomar en cuenta el momento de intentar una postulación a cualquier dignidad de elección popular. Para ofrecerle a la gente un porvenir, hay que primero tener el alma tranquila y la conciencia no tan opaca; hay que medir como hemos llevado nuestra propia vida, cuyas experiencias nos fortalecerán para sacar lo mejor de nosotros puertas afuera; o, nos desequilibran, si no hemos podido manejar ni nuestra propia existencia, ni la de quienes hemos traído al mundo, por decisión o casualidad.

José de San Martín, sostenía que: “La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales, que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”. Lógica, que debe considerarse de manera profunda cuando queremos ofrecernos para conducir un conglomerado. No se trata de decir que estamos preparad@s porque parte del pueblo circunstancialmente nos exalta; ni se trata de sentir la ovación temporal de las multitudes por haber creado un sentimiento de lástima; peor aún porque nos nutre la aclamación de los inversionistas de campaña, que buscan a toda costa seguirse beneficiando de la contratación pública.

Es imperativo comprender realmente, que le podemos ofrecer a la sociedad que pretendemos gobernar, tomando en cuenta que, si llevamos una vida esponjosa, vana y superficial, o si nos dejamos ganar por la ambición, creyendo ser los únicos redentores, olvidándonos que el poder embriaga, trastorna y envanece, descarriaremos nuestra vida y la de los demás, sabiendo que el único lugar donde pararemos es el abismo y la desolación. Para evitar esos desmanes existen formas de equilibrarnos: hay que valorar la familia, esencia de nuestro ser; unirnos con gente buena, base fundamental de una digna sociedad; y, mostrarnos naturales, evitando la doble moral. Lo que hacemos en privado, también se convierte en público.

Sin duda, como seres humanos muchas veces nos cuesta obrar con humildad, y hacemos hasta lo imposible por desechar de nuestras decisiones a la sabiduría. Sinceramente, si entendiéramos que hasta las grandes torres han caído por poco, comprenderíamos que la humildad abre más puertas que cualquier vanidad. Agustín de Hipona decía: “La soberbia no es grandeza, sino hinchazón, y realmente la que está hinchada, parece grande, pero no está sana”. (O)

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