A respetar a la gente

Patricio Valdivieso Espinosa

Loja siempre se ha caracterizado por ser protagonista del respeto, pundonor y enseñanza, y cuando alguien se desvía pretendiendo arrebatarle sus sueños, armonía y dignidad, encuentra la fórmula perfecta para reubicarlo donde realmente debe quedar sin consuelo; marcando a lo largo de los tiempos un ejemplo a seguir incluso por grandes pueblos. Es su gente, la que más allá de los títulos y opulencias, necesidades o grandezas, hace hasta lo imposible por no dejarse arrebatar la decencia; por no dejar que en nombre del pueblo le arranquen la paz, despojándola de sus sanos anhelos.

A caso es mucho pedir, que las autoridades elegidas por votación popular no se crean los dueños absolutos de la verdad; que entiendan que, de paso por las instituciones, tan solo son servidores temporales, designados para administrar una ciudad que busca alcanzar un bienestar social. Por eso, las cosas están claras, cometieron un grave error, quienes se atrevieron a confundir respeto con sumisión: se creían intocables, y hoy suplican perdón; ordenaban limpiar la ciudad de pobres, y hoy arrimados a las cuerdas, ruegan que los dejen terminar, que falta poco, incluso hablan de paz.

Loja siempre fue pionera, no solo históricamente de: inventivas, obras o propuestas; es pionera en hacerse respetar, contra quienes buscan imponer modelos autoritarios, que degradan al Ser Humano. Loja, desde siempre ha marcado el paso que debemos andar, señalando los caminos para buscar mejores días para todos: más allá de los grupos de poder, más allá de quienes creen ser predestinados, más allá de quienes incluso, cometen el error de creer que nos pueden dar pensando.

Los tiempos van demostrando que el poder siempre será efímero, que debe servir para hacer bien las cosas, que el respeto se gana, cuando se logra entender el sentir de la gente; que se alcanza el respeto ciudadano, no por cuantas obras se han edificado, sino porque se van construyendo anteponiendo el interés humano. El tiempo pasa factura: nos deja trascender, dependiendo del valor humano con el que hemos trabajado; o nos sepulta en el pasado oscuro, donde todo está olvidado. Es hora de rendir cuentas, y no es solo mostrar lo que se ha hecho; son cuentas que el pueblo está dispuesto a saldar, sembrando como mensaje, por sobre todo, que hay que respetar a la gente. (O)

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