Un caos de bronce

LOCURA. Emil Kostadinov, en la mitad, festeja después de anotar en el último minuto contra Francia. (fotos: www.elespanol.com)
LOCURA. Emil Kostadinov, en la mitad, festeja después de anotar en el último minuto contra Francia. (fotos: www.elespanol.com)
BULGARIA. El equipo-sorpresa del mundial de Estados Unidos 1994. (foto: imortaisdofutebol.com)
BULGARIA. El equipo-sorpresa del mundial de Estados Unidos 1994. (foto: imortaisdofutebol.com)
GOL. Hristo Stoichkov anota de tiro libre en el arco alemán. (foto: timesofmalta.com)
GOL. Hristo Stoichkov anota de tiro libre en el arco alemán. (foto: timesofmalta.com)
CASTIGO. El astro argentino Diego Maradona fue expulsado del mundial de 1994 por uso de sustancias prohibidas. (foto: centrodeinformes.com.ar)
CASTIGO. El astro argentino Diego Maradona fue expulsado del mundial de 1994 por uso de sustancias prohibidas. (foto: centrodeinformes.com.ar)
SAMBA. Liderado por Romario, a la derecha, y Bebeto, en la mitad, Brasil ganó su cuarto título mundial, en Estados Unidos. (foto: Conmebol)
SAMBA. Liderado por Romario, a la derecha, y Bebeto, en la mitad, Brasil ganó su cuarto título mundial, en Estados Unidos. (foto: Conmebol)

O cómo el fracaso más grande de las eliminatorias abrió la puerta al milagro búlgaro.

Hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. Así define la Real Academia Española la palabra “milagro”. Partiendo de esta definición, podemos decir que en 1994 ocurrió un milagro. O quizá algo más allá de los milagros.

Todo empezó en octubre de 1993. Faltaban dos fechas de la eliminatoria europea y Francia ya lucía como uno de los clasificados seguros. Es más, el equipo liderado por el genial Eric Cantona y con figuras como Jean-Pierre Papin, David Ginola, Laurent Blanc, Didier Deschamps y Marcel Desailly se cotizaba entre los mejores de la Tierra.

Los “gallos” necesitaban solo un empate de dos partidos para inscribirse entre los participantes del Mundial 1994. Además, eran anfitriones en las dos fechas restantes. Y para que sea más fácil todavía, tenían que enfrentar al outsider del grupo, Israel, y luego a Bulgaria, que no vivía su mejor momento futbolístico.

El 13 de octubre de 1993 la gente repletó el Parque de los Príncipes. Llevaba banderitas en azul, blanco y rojo para festejar la clasificación. Las expectativas de una goleada no se cumplieron, pero el empate (2-2) igual servía para la causa. Sin embargo, en el último minuto del partido, el israelí Atar voleó la pelota en el arco de Lama y las sonrisas se apagaron: 2 a 3 para el equipo visitante. Era la única victoria de Israel de los 10 partidos en toda la eliminatoria. El mismo Israel que en su casa ya había perdido de Francia 0 a 4.

En fin, era un pequeño inconveniente. Simplemente la fiesta se postergó, porque faltaba el encuentro contra Bulgaria, el rival directo, y el empate alcanzaba a los franceses para cruzar al océano y jugar el mundial.

Un mes más tarde, el 17 de noviembre, casi 49 000 espectadores otra vez llenaron el Parque de los Príncipes y otra vez trajeron las banderitas para decorar el festejo. Francia empezó ganando (gol de Cantona en el minuto 31) y ya acariciaba el segundo tanto, cuando de una pelota parada Emil Kostadinov empató de cabeza (min. 37). Lo curioso es que Kostadinov era bajito y nunca anotaba de cabeza, pero siempre hay una primera vez, como se dice.

Con este marcador, 1 a 1, llegó el último minuto del partido, cuando otra vez Kostadinov, después de un pelotazo desesperado, alcanzó la pelota y, de un pequeño ángulo, a toda velocidad la clavó en el arco francés. Ni el autor del gol lo creía. Lo impensable había ocurrido. Aquel día, el equipo que 4 años más tarde será campeón del planeta registró el fracaso más grande en la historia de las eliminatorias mundialistas.

No entrenamos, porque ya lo sabemos todo

Seis meses más tarde empezó el Mundial de Estados Unidos 1994. La delegación búlgara llegó sin su “nueve” Luboslav Penev (operado) y sin su presidente de la federación, Valentin Mijov, que, unos días antes, fue presionado a renunciar por los jugadores por no cumplir promesas económicas. Los mismos jugadores estaban divididos en grupos y se llevaban pésimo con los medios locales.

Sumando a todo esto con el triste record del equipo que consistía en 5 participaciones y 16 partidos jugados en mundiales sin ni una victoria, se esperaba una corta y vergonzosa presencia en los estadios norteamericanos.

Para confirmar las expectativas oscuras, Bulgaria inició de manera catastrófica, perdiendo 0 a 3 del debutante africano, Nigeria. Lo peor del resultado era que el equipo balcánico se portaba como una cuadrilla barrial de otro deporte. Nada de síncrona entre las líneas, cero ideas y creatividad.

Sin embargo, en el próximo partido contra otro debutante, Grecia, de forma mágica todo cambió. Bulgaria por fin prendió la máquina, y la incompetencia del rival ayudó para un contundente 4 a 0. Así, después de 17 partidos sin victoria, la serie más larga en los mundiales, Bulgaria registró su primer triunfo y los medios, con una enorme satisfacción declararon que la meta está cumplida.

Pero igual que los ecuatorianos, los búlgaros también tienen el dicho que el apetito viene con la comida. El próximo partido era contra Argentina y un empate sellaba la participación búlgara en la segunda etapa. No obstante, tres días antes FIFA expulsó al astro del equipo sudamericano, Diego Maradona, por uso de sustancias prohibidas, y los balcánicos se aprovecharon de la situación, ganando con 2 a 0.

En los octavos de final, pasaron por México después de 1 a 1 en los 120 minutos y 3 a 1 en los penales. Y así llegaron a los cuartos de final, nada menos, contra el último campeón Alemania.

En la víspera del partido, periodistas del canal alemán ARD visitaron de sorpresa la base búlgara y quedaron boca abierta. Pues nadie se preparaba para el partido. Los jugadores estaban en la piscina, algunos fumaban, había chicas en ternos de baños y copas con champán. A la pregunta de por qué no entrenaban para mañana, el DT búlgaro, Dimitar Penev, sonriendo les respondió: “Uno se prepara cuando no sabe algo. Mis jugadores lo saben todo del fútbol”.

Luego los de ARD trataron de entrevistar al goleador de Barcelona, Hristo Stoictkov pero, enojado de que le habían interrumpido la fiesta, él los mandó al diablo: “No hay de qué hablar. Mañana eins, zwei y chao”.

Al día siguiente esta frase se convirtió en mitológica. Pues eins, zwei en alemán significa uno, dos… y este es el resultado exacto (1 a 2) con el Bulgaria ganó a Alemania y le obligó a decir “chao” al mundial. El mismo Stoichkov anotó uno de los goles de la victoria.

Después Bulgaria perdió de Italia (1 a 2), en la semifinal, y terminó en el cuarto lugar del mundo, ganando una medalla de bronce (en esta época se entregaba medalla de bronce al tercero y al cuarto). Mientras, Hristo Stoichkov, con 6 tantos, fue el goleador máximo del mundial y luego fue elegido como el mejor futbolista de Europa y cómo el segundo en el mundo (después de Romario, su compañero en Barcelona).

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