Solución a nuestros males

Manuel García Verdecia

Holguín, Cuba.- En 1923 el antropólogo Fernando Ortiz publicó el artículo ‘Seamos hoy como fueron ayer’, donde planteaba lo que consideraba como posible solución a los males de la sociedad cubana.

Para él esto se resolvía: “Sencillamente, en reconstruir la antigua aristocracia intelectual cubana con las virtudes que tuvo en aquella época que pudo llamarse la edad de oro de la historia de la mentalidad de Cuba y difundir después desde lo alto hacia las capas populares de nuestra sociedad la irradiación fecundante de las mismas virtudes: fe viva en la cultura, energía incansable en la acción y disciplina cívica en la conducta.”

Nótese que aquí “aristocracia” no se refiere a una casta de poder alguno sino a una avanzada de personas virtuosas. Eran los grandes intelectuales cubanos de entonces Heredia, Luz y Caballero, Agramonte, Céspedes, Maceo, Martí… Siempre los individuos han necesitado de un referente de modelación y reto para su crecimiento humano. Cuando este les falta ¿qué les queda si no la confusión, la sobrevivencia, la caída? Esto sigue siendo para hoy una necesidad impostergable: conseguir una vanguardia virtuosa que pueda irradiar esa luz fecundante, como pedía quien no por gusto fue llamado nuestro ‘Tercer Descubridor’.

La tesis de Fernando Ortiz me parece vigente para hoy. Se hace imprescindible esa “aristocracia del espíritu”. No necesitamos personas instruidas y con facultades discursivas pero con el alma enajenada, bien por temor o por arribismo y/o servilismo. Todo lo contrario, hacen falta auténticos intelectuales, o sea, ciudadanos con cultura, perspicacia y ética, guiados por el fervor de lidiar constante y desinteresadamente por la ilustración y la dignidad de sus compatriotas. Solo la inteligencia con decoro salva.

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