Las cuatro estaciones

Lucía Margarita Figueroa Robles

Mientras el incesante frío transita por los vericuetos de nuestra bella patria, concentrando su esencia en nuestro valle encantado, la música no para con los días “invernales”, y es que a pesar de que por nuestra ubicación geográfica no contemos con las cuatro estaciones; tal como han señalado especialistas en la materia, están demarcadas en la mitad del mundo dos épocas principalmente: la seca (entre octubre y mayo); y la lluviosa (entre junio y septiembre).

Pero contrario a la idea de que los días de lluvia nos traen desánimo o melancolía, nunca está por demás disfrutar de un exquisito café lojano, mientras nos deleitamos con una lectura placentera y la buena música que no puede faltar, mientras el repiqueteo de las gotas de lluvia en la ventana, mantienen el pulso ideal para relajarnos, ya que tienen ese efecto sedante que se refuerza con la sensación del calor del hogar.

Y a propósito de deleitar nuestros sentidos con buena música frente al temporal, les invito a escuchar “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, compositor italiano del Barroco, virtuoso del violín, a quien se lo considera una de las figuras más relevantes de la historia de la música, cuya influencia se difundió al haber creado el género del concierto, el más importante de su época; compuso unas 670 obras, y es especialmente conocido por ser el autor de los conciertos para violín y orquesta: “Las cuatro estaciones” que representaban las escenas adecuadas para cada estación del año.

En 1725 fueron publicadas iniciando con el concierto denominado la primavera, que refleja un clima sonoro oportuno para esta época, una obra evocadora e intimista, en cuyos versos se dibujan los detalles de cada ciclo anual de la naturaleza. Desarrollando musicalmente un ambiente en donde se percibe la frescura, el canto de las aves; con el violín solista se describe a los pastores que duermen, con el resto de violines el murmullo de las plantas, las violas representan los ladridos de un perro; y constantemente se presiente el susurro del agua en los arroyos. Sin duda una obra maestra. (O)