Jóvenes y mercado: relación tóxica

Pablo Vivanco Ordóñez

Las tradiciones permiten seguir rumbos ya marcados, pero también normalizan ciertas formas de comportamiento, razonamiento y acción. Cuando no hay horizonte distinto al ya marcado por generaciones pretéritas, obedecemos ciegamente, reproducimos las mismas ideas, y las costumbres anulan la espontaneidad humana.

El molde determina nuestra forma, y podemos movernos siempre que lo hagamos en los límites determinados. La imposición de límites, implica el reconocimiento tácito de normas y reglas, que aun en ausencia de autoridad visible, se deben respetar como elemento necesario para el dizque equilibrio del sistema en que vivimos.

Hoy vivimos en medio de la desolación mundana a la juventud, que ya no divisa costumbres duraderas, y las tradiciones van siendo determinadas por grandes corporaciones. Es decir, ya no hay límites humanos ni colectivos; los tipos ideales son determinados por el mercado y la moda; las ideas repartidas como verdad ineludible por los medios de comunicación, abarcan y saturan todos los espacios de la vida.

Bajo ese umbral, los jóvenes se creen libres en la medida que pueden moverse libremente por un centro comercial, elegir libremente el lugar donde consumir, y escoger también libremente la marca que será visible cuando caminan: adquieren valor en medida que la mercancía que consumen puede darles identificación: vivimos en el tránsito de jóvenes libres a mercancías etiquetadas. Esa libertad es negativa, y su juventud una constante enajenada por los valores del mercado.

La tradición que no es cuestionada, reproduce valores conservadores; la valorización mercantil de la vida, vacía de contenido a la humanidad y la colma de pasiones que reproducen fanatismos, la búsqueda de placer inmediato, y la ausencia de compromisos con el mundo.

Aunque parezca una frustrante realidad y yo exagere, es preciso llevar al extremo la realidad que vivimos como jóvenes para medir las consecuencias a las que nos vemos abocados si no pensamos en colectivo, si no pensamos la política. (O)

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