Árbol que nace torcido, jamás endereza

Remo Cornejo Luque

El correísmo se aprovechó del deseo de cambio del pueblo y lo adormitó, más de una década, con su show populista y propuestas socialdemócratas, pero, felizmente, esta etapa ya llega a su fin.

No solo institucionalizaron, desde Carondelet, los diezmos sino que reglamentaron el cobro de la comisión por obra civil en un 20 % y permitió la corrupción por doquier. Los “cuadros” de AP, con hambre atrasada, estuvieron unidos por el “cochino y vil metal” y por la impunidad. La ideología de priorizar al ser humano antes que al capital, les valió un bledo.

Desbaratados los negociados y contrarrestada en algo, luego de la última consulta popular, la aureola impune de los corruptos, el paraíso de los falsos revolucionarios empezó a desmoronarse y entre ellos empezaron a sacarse los ojos, tal cual mafia preñada de deslealtades y conspiraciones.

Si continúa la danza de las denuncias de corrupción, de seguro que muchos correístas de nacimiento, hoy morenistas por adopción, deberían renunciar y responder ante la justicia. No se trata de desestabilización alguna, sino de extirpar la impronta de la inmoralidad sembrada por la “década ganada”.

Ayer fue JG, ahora le tocó a Vicuña, dos personajes que no merecían ocupar la vicepresidencia pero en política el presidente debe escoger a su brazo derecho. Vicuña y su familia, en base al oportunismo, ha estado a lado de los gobiernos desde 1996, ocupando cargos, sin importar ideología. Subieron tan alto que su caída fue estrepitosa, igual que la de los principales capos de AP. En cuanto a la designación de la vicepresidencia, ojalá no haya una tercera equivocación.

El correísmo nació torcido y, por su naturaleza y composición, jamás enderezará pese a las campañas demagógicas como “la cirugía mayor contra la corrupción”. No obstante, estamos a las puertas de una nueva etapa en el país fruto del desenlace de la crisis política y de las elecciones de 2019. (O)

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