Historia de invierno

Gabriel U. García T.

Loja, a finales de noviembre, tiene un clima especial. Estamos en las goteras del invierno. El calor suele ser fuerte. Por la tarde se desatan grandes aguaceros.

Así debió ser en 1866 cuando Eloy Alfaro planeó una irrupción armada contra el gobierno centrista de José María Plácido y Caamaño. En efecto, el Viejo Luchador ordenó al general Luis Vargas Torres, iniciar actividades bélicas en la provincia de Loja mientras él saldría desde Lima a bordo de “El Vilcanota” para encabezar la insurrección en la costa.

Las primeras escaramuzas se dan en Celica, donde los liberales son derrotados. Sin embargo, Vargas Torres avanza y anuncia sus acciones, el 28 de noviembre, desde la Casa Municipal de Catacocha.

El primero de diciembre, conociendo que las fuerzas conservadoras se reorganizaban, merodea por la campiña lojana. En la madrugada lanza un ataque rápido y, al mando de trescientos hombres, toma nuestra ciudad.

Por su parte, Alfaro nunca pudo hacerse del barco e iniciar las actividades en el litoral.

El coronel conservador, Antonio Vega, conociendo esto, se decide a recuperar Loja. El 7 de diciembre, vísperas del aniversario de nuestra fundación, se produce el combate que se prolongaría por más de cinco horas. Los liberales se atrincheran en la torre de la Iglesia de San Francisco y establecen una barricada de defensa en la Sala Capitular de la Catedral.

Al final, el coronel Vega captura a Vargas Torres y lo envía a Cuenca, donde fue fusilado el 20 de marzo de 1887. El Parque Calderón tiene un pequeño monumento como testigo de este terrible hecho.

En Loja no tenemos nada que recuerde este hito de la historia ecuatoriana. En San Francisco o en el Parque Central no hay, ni siquiera, una placa. Parece que no queremos tener memoria histórica.

Tampoco se enseña en nuestras escuelas. El currículo, administrado desde la Capital, borró, de los textos escolares, los episodios históricos particulares de cada provincia del Ecuador. Solo se enseña lo que, desde la perspectiva de algún funcionario del Ministerio, es importante para los niños. En fin, es un mal del centralismo. (O)

@gulpiano1