El tiempo es oro

Carlos E. Correa J.

El famoso apotegma “el tiempo es oro” nos lleva a pensar en lo valioso que es el tiempo de nuestra vida y que no lo debemos desperdiciar. Perder el tiempo en dormir u holgazanear nos lleva a caer en la ociosidad, en la mediocridad y en toda serie de actos improductivos, hasta el punto de que no tengamos para adquirir los bienes materiales necesarios para nuestra subsistencia y empecemos a robar lo ajeno.

La pereza es la madre de todos los vicios y pecados, nos decían nuestros padres y abuelos. El tiempo, por lo tanto, debe ser bien empleado. No es que se pretenda que solo pasemos trabajando duro y parejo, sin que tengamos momentos de descanso y placer. Lo que se quiere es que no dejemos de hacer cosas buenas. Que no dejemos para mañana lo que se puede hacer hoy. Realmente es una buena manera de apreciar el tiempo. Es decir, el tiempo es oro y no vale la pena perderlo porque sí.

Tal vez se pueda pensar que se puede recuperar el tiempo perdido. Por ejemplo, el día de hoy voy a arreglar la instalación eléctrica que estaba mal y que debía haberlo hecho la semana pasada. O voy a escribir el artículo que debía haberlo hecho ayer y que, por ocioso, no lo hice a pesar de haber tenido el tiempo suficiente.

¿Es verdad que puedo recuperar el tiempo perdido?

Pues bien, no es verdad: si hubiera arreglado la instalación eléctrica antes, hoy tendría el tiempo para hacer otras cosas. Del mismo modo, si hubiera escrito el artículo ayer, ya tendría hoy más tiempo para otros menesteres. El tiempo perdido es irrecuperable. Realmente, el tiempo es oro. Se lo debe aprovechar al máximo para obtener mayores satisfacciones, no solamente económicas, sino, y en especial, anímicas, espirituales.

Se puede interpretar el famoso apotegma de otra manera. No va a ser posible hacerlo hoy y ¡voy a dejarlo para mañana! (O)

[email protected]