La única Reina

Adolfo Coronel Illescas

Esta expresión está amparada en una realidad que ha marcado y traspasado fronteras, la veneración a la imagen que vive en el pensamiento, alma y corazón de miles de creyentes lojanos, ecuatorianos y extranjeros, la Reina del Cisne. Es que a pesar de la devoción que data desde el año 1594, esta portentosa Virgen fue coronada en un inolvidable acontecimiento el 8 de septiembre de 1930. El obispo de Loja de ese entonces, Mons. Guillermo Harris Morales, al imponerle la corona de oro en su sagrada cabeza, la proclamó Reina Coronada del Cisne.

Previo a este evento, vale recordar con solemnidad el Decreto del Libertador Simón Bolívar, expedido en Guayaquil el 28 de julio de 1829, que une a dos acontecimientos: el traslado fijo a Loja de la Virgen del Cisne, imagen a la que conoció en su visita a esta ciudad; y la creación de la Feria de Loja, como una respuesta del Libertador a la aproximación espiritual, el respeto a la tradición religiosa, así como el deseo de “arbitrar del mejor modo la suerte de los pueblos que, a consecuencia de la pasada guerra han tocado a su ruina”.

Llegamos así a los 190 años de una rica herencia, de un peregrinar de la Reina del Cisne desde su Basílica hasta su casa en Loja, en medio de una muchedumbre de devotos, cuyos corazones viajan de rodillas a su encuentro el 20 de agosto de cada año, para rendirle tributo de alabanzas, de veneración, de cariño con plegarias tiernas y sencillas, con rezos y pensamientos que brotan espontáneos del alma. Como aquel pensamiento de un noble caballero, de un “apasionado acompañante” de la Reina del Cisne, Don Julio Eguiguren Burneo, en su despedida: “…voy tranquilo a tu encuentro en la seguridad que me esperas con los brazos abiertos”. Una expresión que deja su impronta en las coordenadas de una compañía eterna y una muerte perfecta. Estamos seguros que Don Julio está con “su otro amor”.

Como andamos necesitados de esperanza, un bien escaso en tiempos de crisis económica social y política, es necesario desear que la presencia de la Virgen sea una estadía de esperanza y de fe, seamos cristianos o no. Fe indispensable para que Loja sea conducida hacia los altos destinos que está llamada a alcanzar en el porvenir. Destinos que la única Reina, los sabe. (O)