La calma de la razón

Juan Aranda Gámiz

Es improbable que una disputa aclare los términos si no hay una razón ni se sazona con un poco de calma, porque la manifestación surge de la memoria histórica y la reivindicación se sustenta en una realidad concreta.

Nadie podrá argumentar con soluciones que se vislumbran en el horizonte más cercano si la distancia se sigue manteniendo, todo lo que obliga a afianzar la fe en que se necesita apostar por encontrar la verdad en un esfuerzo verdadero.

Hablar implica recordar que los errores de antaño son soportes en los que se apoyarán las estrategias y no se repetirán los recorridos sin rumbo, cargados de esperanzas muertas.

La vida requiere de un esfuerzo para poder aportar en la construcción de una verdad, la que debe perdurar por encima de las circunstancias y los actores sociales, desgranando los renglones de lucha y apoyando la voz sensata de un pueblo que quiere liderar el futuro de sus hijos.

La conciencia, cargada de cordura y el buen hacer, es la mejor herramienta para delimitar tareas, aportar con respuestas, abrir caminos de esperanza y destacar los esfuerzos, ya que todos han sido necesarios para abrir una ruta que, más pronto que tarde, puede convertirse en la única que se transformará en ejemplo para futuras generaciones.

No hay verdades absolutas ni razones suficientes para la calma, porque los corazones agitados laten al son de las gotas de historia que cargan sus cuerpos.

Es menester calmar las razones y construir un nuevo amanecer, desde la victoria compartida que se refleje en la edificación de nuevas actitudes y la sensata voz de alarma frente a los oportunismos.

No hay mejor futuro que el que construimos entre todos, con las piernas y los brazos, las mentes y los corazones nobles. (O)

Juan Aranda Gámiz

Es improbable que una disputa aclare los términos si no hay una razón ni se sazona con un poco de calma, porque la manifestación surge de la memoria histórica y la reivindicación se sustenta en una realidad concreta.

Nadie podrá argumentar con soluciones que se vislumbran en el horizonte más cercano si la distancia se sigue manteniendo, todo lo que obliga a afianzar la fe en que se necesita apostar por encontrar la verdad en un esfuerzo verdadero.

Hablar implica recordar que los errores de antaño son soportes en los que se apoyarán las estrategias y no se repetirán los recorridos sin rumbo, cargados de esperanzas muertas.

La vida requiere de un esfuerzo para poder aportar en la construcción de una verdad, la que debe perdurar por encima de las circunstancias y los actores sociales, desgranando los renglones de lucha y apoyando la voz sensata de un pueblo que quiere liderar el futuro de sus hijos.

La conciencia, cargada de cordura y el buen hacer, es la mejor herramienta para delimitar tareas, aportar con respuestas, abrir caminos de esperanza y destacar los esfuerzos, ya que todos han sido necesarios para abrir una ruta que, más pronto que tarde, puede convertirse en la única que se transformará en ejemplo para futuras generaciones.

No hay verdades absolutas ni razones suficientes para la calma, porque los corazones agitados laten al son de las gotas de historia que cargan sus cuerpos.

Es menester calmar las razones y construir un nuevo amanecer, desde la victoria compartida que se refleje en la edificación de nuevas actitudes y la sensata voz de alarma frente a los oportunismos.

No hay mejor futuro que el que construimos entre todos, con las piernas y los brazos, las mentes y los corazones nobles. (O)

Juan Aranda Gámiz

Es improbable que una disputa aclare los términos si no hay una razón ni se sazona con un poco de calma, porque la manifestación surge de la memoria histórica y la reivindicación se sustenta en una realidad concreta.

Nadie podrá argumentar con soluciones que se vislumbran en el horizonte más cercano si la distancia se sigue manteniendo, todo lo que obliga a afianzar la fe en que se necesita apostar por encontrar la verdad en un esfuerzo verdadero.

Hablar implica recordar que los errores de antaño son soportes en los que se apoyarán las estrategias y no se repetirán los recorridos sin rumbo, cargados de esperanzas muertas.

La vida requiere de un esfuerzo para poder aportar en la construcción de una verdad, la que debe perdurar por encima de las circunstancias y los actores sociales, desgranando los renglones de lucha y apoyando la voz sensata de un pueblo que quiere liderar el futuro de sus hijos.

La conciencia, cargada de cordura y el buen hacer, es la mejor herramienta para delimitar tareas, aportar con respuestas, abrir caminos de esperanza y destacar los esfuerzos, ya que todos han sido necesarios para abrir una ruta que, más pronto que tarde, puede convertirse en la única que se transformará en ejemplo para futuras generaciones.

No hay verdades absolutas ni razones suficientes para la calma, porque los corazones agitados laten al son de las gotas de historia que cargan sus cuerpos.

Es menester calmar las razones y construir un nuevo amanecer, desde la victoria compartida que se refleje en la edificación de nuevas actitudes y la sensata voz de alarma frente a los oportunismos.

No hay mejor futuro que el que construimos entre todos, con las piernas y los brazos, las mentes y los corazones nobles. (O)

Juan Aranda Gámiz

Es improbable que una disputa aclare los términos si no hay una razón ni se sazona con un poco de calma, porque la manifestación surge de la memoria histórica y la reivindicación se sustenta en una realidad concreta.

Nadie podrá argumentar con soluciones que se vislumbran en el horizonte más cercano si la distancia se sigue manteniendo, todo lo que obliga a afianzar la fe en que se necesita apostar por encontrar la verdad en un esfuerzo verdadero.

Hablar implica recordar que los errores de antaño son soportes en los que se apoyarán las estrategias y no se repetirán los recorridos sin rumbo, cargados de esperanzas muertas.

La vida requiere de un esfuerzo para poder aportar en la construcción de una verdad, la que debe perdurar por encima de las circunstancias y los actores sociales, desgranando los renglones de lucha y apoyando la voz sensata de un pueblo que quiere liderar el futuro de sus hijos.

La conciencia, cargada de cordura y el buen hacer, es la mejor herramienta para delimitar tareas, aportar con respuestas, abrir caminos de esperanza y destacar los esfuerzos, ya que todos han sido necesarios para abrir una ruta que, más pronto que tarde, puede convertirse en la única que se transformará en ejemplo para futuras generaciones.

No hay verdades absolutas ni razones suficientes para la calma, porque los corazones agitados laten al son de las gotas de historia que cargan sus cuerpos.

Es menester calmar las razones y construir un nuevo amanecer, desde la victoria compartida que se refleje en la edificación de nuevas actitudes y la sensata voz de alarma frente a los oportunismos.

No hay mejor futuro que el que construimos entre todos, con las piernas y los brazos, las mentes y los corazones nobles. (O)