El FMI nunca debió haber existido

Alejandro A. Tagliavini

Hace unos días se produjo la asamblea del FMI y el BM. Dieron a conocer el informe sobre las ‘Perspectivas Económicas Mundiales’, ajustando a la baja la tasa de crecimiento global dejándola en 3% para 2019 y 3,4% para 2020 y, por cierto, nunca aciertan. Según Bloomberg Economics, el ritmo de expansión global ya se desaceleró al 2,2% en el tercer trimestre, desde el 4,7% a principios de 2018.

El 90% de los países experimenta debilidad económica. No es para menos, dadas las políticas neo keynesianas expansivas -de exagerada emisión monetaria, créditos baratos y aumento del gasto público-, el globo va por carriles muy anómalos: 14 billones en bonos tienen rendimientos negativos, cuando la renta variable sube 14%.

El crecimiento global de las ganancias empresariales se estancó en el segundo trimestre deprimiendo la confianza empresarial induciendo recortes en el gasto de capital. Aumentaron los salarios -gracias a las políticas expansivas- sin un crecimiento de la productividad que lo justifique y podrían recortarse puestos de trabajo.

El FMI exhorta a relajar los presupuestos y, por supuesto, subir los impuestos. Pero Morgan Stanley estima que el déficit fiscal primario que subió al 3,5% del PBI en las principales economías desde el 2,4% en 2018, aumentará “solo” al 3,6% en 2020.

Concedieron el Nobel de Economía a Banerjee, Duflo y Kremer “por su aproximación al alivio de la pobreza global”. Se hacen preguntas concretas que responden con experimentos de campo. En Kenia, Kremer comprobó que con libros de texto y comidas gratis no mejoraban los resultados escolares, en cambio, eran efectivos los programas de apoyo a estudiantes como las tutorías de refuerzo.

Según la FAO, el hambre y la malnutrición se deben, básicamente, a problemas de distribución. Ahora, dado que la violencia es, precisamente, aquello que desvía el curso espontáneo de la naturaleza, según la definía Aristóteles, son los Estados los que impiden el desarrollo natural, espontáneo, con su poder policial, sus impuestos y regulaciones.

Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California @alextagliavini

Alejandro A. Tagliavini

Hace unos días se produjo la asamblea del FMI y el BM. Dieron a conocer el informe sobre las ‘Perspectivas Económicas Mundiales’, ajustando a la baja la tasa de crecimiento global dejándola en 3% para 2019 y 3,4% para 2020 y, por cierto, nunca aciertan. Según Bloomberg Economics, el ritmo de expansión global ya se desaceleró al 2,2% en el tercer trimestre, desde el 4,7% a principios de 2018.

El 90% de los países experimenta debilidad económica. No es para menos, dadas las políticas neo keynesianas expansivas -de exagerada emisión monetaria, créditos baratos y aumento del gasto público-, el globo va por carriles muy anómalos: 14 billones en bonos tienen rendimientos negativos, cuando la renta variable sube 14%.

El crecimiento global de las ganancias empresariales se estancó en el segundo trimestre deprimiendo la confianza empresarial induciendo recortes en el gasto de capital. Aumentaron los salarios -gracias a las políticas expansivas- sin un crecimiento de la productividad que lo justifique y podrían recortarse puestos de trabajo.

El FMI exhorta a relajar los presupuestos y, por supuesto, subir los impuestos. Pero Morgan Stanley estima que el déficit fiscal primario que subió al 3,5% del PBI en las principales economías desde el 2,4% en 2018, aumentará “solo” al 3,6% en 2020.

Concedieron el Nobel de Economía a Banerjee, Duflo y Kremer “por su aproximación al alivio de la pobreza global”. Se hacen preguntas concretas que responden con experimentos de campo. En Kenia, Kremer comprobó que con libros de texto y comidas gratis no mejoraban los resultados escolares, en cambio, eran efectivos los programas de apoyo a estudiantes como las tutorías de refuerzo.

Según la FAO, el hambre y la malnutrición se deben, básicamente, a problemas de distribución. Ahora, dado que la violencia es, precisamente, aquello que desvía el curso espontáneo de la naturaleza, según la definía Aristóteles, son los Estados los que impiden el desarrollo natural, espontáneo, con su poder policial, sus impuestos y regulaciones.

Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California @alextagliavini

Alejandro A. Tagliavini

Hace unos días se produjo la asamblea del FMI y el BM. Dieron a conocer el informe sobre las ‘Perspectivas Económicas Mundiales’, ajustando a la baja la tasa de crecimiento global dejándola en 3% para 2019 y 3,4% para 2020 y, por cierto, nunca aciertan. Según Bloomberg Economics, el ritmo de expansión global ya se desaceleró al 2,2% en el tercer trimestre, desde el 4,7% a principios de 2018.

El 90% de los países experimenta debilidad económica. No es para menos, dadas las políticas neo keynesianas expansivas -de exagerada emisión monetaria, créditos baratos y aumento del gasto público-, el globo va por carriles muy anómalos: 14 billones en bonos tienen rendimientos negativos, cuando la renta variable sube 14%.

El crecimiento global de las ganancias empresariales se estancó en el segundo trimestre deprimiendo la confianza empresarial induciendo recortes en el gasto de capital. Aumentaron los salarios -gracias a las políticas expansivas- sin un crecimiento de la productividad que lo justifique y podrían recortarse puestos de trabajo.

El FMI exhorta a relajar los presupuestos y, por supuesto, subir los impuestos. Pero Morgan Stanley estima que el déficit fiscal primario que subió al 3,5% del PBI en las principales economías desde el 2,4% en 2018, aumentará “solo” al 3,6% en 2020.

Concedieron el Nobel de Economía a Banerjee, Duflo y Kremer “por su aproximación al alivio de la pobreza global”. Se hacen preguntas concretas que responden con experimentos de campo. En Kenia, Kremer comprobó que con libros de texto y comidas gratis no mejoraban los resultados escolares, en cambio, eran efectivos los programas de apoyo a estudiantes como las tutorías de refuerzo.

Según la FAO, el hambre y la malnutrición se deben, básicamente, a problemas de distribución. Ahora, dado que la violencia es, precisamente, aquello que desvía el curso espontáneo de la naturaleza, según la definía Aristóteles, son los Estados los que impiden el desarrollo natural, espontáneo, con su poder policial, sus impuestos y regulaciones.

Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California @alextagliavini

Alejandro A. Tagliavini

Hace unos días se produjo la asamblea del FMI y el BM. Dieron a conocer el informe sobre las ‘Perspectivas Económicas Mundiales’, ajustando a la baja la tasa de crecimiento global dejándola en 3% para 2019 y 3,4% para 2020 y, por cierto, nunca aciertan. Según Bloomberg Economics, el ritmo de expansión global ya se desaceleró al 2,2% en el tercer trimestre, desde el 4,7% a principios de 2018.

El 90% de los países experimenta debilidad económica. No es para menos, dadas las políticas neo keynesianas expansivas -de exagerada emisión monetaria, créditos baratos y aumento del gasto público-, el globo va por carriles muy anómalos: 14 billones en bonos tienen rendimientos negativos, cuando la renta variable sube 14%.

El crecimiento global de las ganancias empresariales se estancó en el segundo trimestre deprimiendo la confianza empresarial induciendo recortes en el gasto de capital. Aumentaron los salarios -gracias a las políticas expansivas- sin un crecimiento de la productividad que lo justifique y podrían recortarse puestos de trabajo.

El FMI exhorta a relajar los presupuestos y, por supuesto, subir los impuestos. Pero Morgan Stanley estima que el déficit fiscal primario que subió al 3,5% del PBI en las principales economías desde el 2,4% en 2018, aumentará “solo” al 3,6% en 2020.

Concedieron el Nobel de Economía a Banerjee, Duflo y Kremer “por su aproximación al alivio de la pobreza global”. Se hacen preguntas concretas que responden con experimentos de campo. En Kenia, Kremer comprobó que con libros de texto y comidas gratis no mejoraban los resultados escolares, en cambio, eran efectivos los programas de apoyo a estudiantes como las tutorías de refuerzo.

Según la FAO, el hambre y la malnutrición se deben, básicamente, a problemas de distribución. Ahora, dado que la violencia es, precisamente, aquello que desvía el curso espontáneo de la naturaleza, según la definía Aristóteles, son los Estados los que impiden el desarrollo natural, espontáneo, con su poder policial, sus impuestos y regulaciones.

Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California @alextagliavini