Los villancicos de Navidad

Lucía Margarita Figueroa Robles

Las luces de la Navidad se encienden junto a las bellas melodías tradicionales que han sido divulgadas de generación en generación y cuyo origen se remonta a la Edad Media, con el religioso San Francisco de Asís quien tomó la iniciativa de recrear el nacimiento del niño Jesús a través del arreglo de un belén o un pesebre. Según una serie de estudios musicológicos, esta tradición se propagó en nuestro territorio de la época colonial, gracias a la difusión de los primeros religiosos franciscanos desde el siglo XVI. Y junto a él llegaron también las dulces melodías dedicadas a esta mágica escena de la Natividad, que transitaron de pueblo en pueblo (villas) y a quienes las interpretaban se los consideraba villancicos; posteriormente se atribuyó esta denominación a las composiciones.

Asimismo, el investigador Justino Cornejo recapitula las raíces del villancico que constaba de una composición poética popular con estribillo, cuya evocación era religiosa y navideña. A estas rimas y versos se los denominó como “villano” que constituía una copla que cantaba la gente rústica. Y es que el villancico congrega canto, poesía, danza y dramatización, representando el formato cultural que nos invade con un espíritu de paz y alegría. En su parte textual el villancico está estructurado generalmente en cuartetas rimadas con un formato musical de copla – estribillo, conteniendo introducciones así como interludios y segmentos instrumentales de culminación. Cómo no reconocer a los cultores más destacados de este género en nuestro país, me refiero a nuestros coterráneos Salvador Bustamante Celi y Segundo Cueva Celi, baluartes de la música lojana, que nos han legado temas de popularidad, que todavía escuchamos y entonamos como: Claveles y rosas, Dulce Jesús Mío, No sé niño hermoso, Ya viene el niñito, Entre pajas y el heno, Venid pastores, Duerme niño, Lindo niño, En brazos de una doncella, entre otros. No olvidemos que estas manifestaciones van más allá de la religiosidad como un pretexto para cantarle a la vida, la paz y unión familiar, siendo además rasgos de nuestra identidad. (O)

[email protected]

Lucía Margarita Figueroa Robles

Las luces de la Navidad se encienden junto a las bellas melodías tradicionales que han sido divulgadas de generación en generación y cuyo origen se remonta a la Edad Media, con el religioso San Francisco de Asís quien tomó la iniciativa de recrear el nacimiento del niño Jesús a través del arreglo de un belén o un pesebre. Según una serie de estudios musicológicos, esta tradición se propagó en nuestro territorio de la época colonial, gracias a la difusión de los primeros religiosos franciscanos desde el siglo XVI. Y junto a él llegaron también las dulces melodías dedicadas a esta mágica escena de la Natividad, que transitaron de pueblo en pueblo (villas) y a quienes las interpretaban se los consideraba villancicos; posteriormente se atribuyó esta denominación a las composiciones.

Asimismo, el investigador Justino Cornejo recapitula las raíces del villancico que constaba de una composición poética popular con estribillo, cuya evocación era religiosa y navideña. A estas rimas y versos se los denominó como “villano” que constituía una copla que cantaba la gente rústica. Y es que el villancico congrega canto, poesía, danza y dramatización, representando el formato cultural que nos invade con un espíritu de paz y alegría. En su parte textual el villancico está estructurado generalmente en cuartetas rimadas con un formato musical de copla – estribillo, conteniendo introducciones así como interludios y segmentos instrumentales de culminación. Cómo no reconocer a los cultores más destacados de este género en nuestro país, me refiero a nuestros coterráneos Salvador Bustamante Celi y Segundo Cueva Celi, baluartes de la música lojana, que nos han legado temas de popularidad, que todavía escuchamos y entonamos como: Claveles y rosas, Dulce Jesús Mío, No sé niño hermoso, Ya viene el niñito, Entre pajas y el heno, Venid pastores, Duerme niño, Lindo niño, En brazos de una doncella, entre otros. No olvidemos que estas manifestaciones van más allá de la religiosidad como un pretexto para cantarle a la vida, la paz y unión familiar, siendo además rasgos de nuestra identidad. (O)

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Las luces de la Navidad se encienden junto a las bellas melodías tradicionales que han sido divulgadas de generación en generación y cuyo origen se remonta a la Edad Media, con el religioso San Francisco de Asís quien tomó la iniciativa de recrear el nacimiento del niño Jesús a través del arreglo de un belén o un pesebre. Según una serie de estudios musicológicos, esta tradición se propagó en nuestro territorio de la época colonial, gracias a la difusión de los primeros religiosos franciscanos desde el siglo XVI. Y junto a él llegaron también las dulces melodías dedicadas a esta mágica escena de la Natividad, que transitaron de pueblo en pueblo (villas) y a quienes las interpretaban se los consideraba villancicos; posteriormente se atribuyó esta denominación a las composiciones.

Asimismo, el investigador Justino Cornejo recapitula las raíces del villancico que constaba de una composición poética popular con estribillo, cuya evocación era religiosa y navideña. A estas rimas y versos se los denominó como “villano” que constituía una copla que cantaba la gente rústica. Y es que el villancico congrega canto, poesía, danza y dramatización, representando el formato cultural que nos invade con un espíritu de paz y alegría. En su parte textual el villancico está estructurado generalmente en cuartetas rimadas con un formato musical de copla – estribillo, conteniendo introducciones así como interludios y segmentos instrumentales de culminación. Cómo no reconocer a los cultores más destacados de este género en nuestro país, me refiero a nuestros coterráneos Salvador Bustamante Celi y Segundo Cueva Celi, baluartes de la música lojana, que nos han legado temas de popularidad, que todavía escuchamos y entonamos como: Claveles y rosas, Dulce Jesús Mío, No sé niño hermoso, Ya viene el niñito, Entre pajas y el heno, Venid pastores, Duerme niño, Lindo niño, En brazos de una doncella, entre otros. No olvidemos que estas manifestaciones van más allá de la religiosidad como un pretexto para cantarle a la vida, la paz y unión familiar, siendo además rasgos de nuestra identidad. (O)

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Las luces de la Navidad se encienden junto a las bellas melodías tradicionales que han sido divulgadas de generación en generación y cuyo origen se remonta a la Edad Media, con el religioso San Francisco de Asís quien tomó la iniciativa de recrear el nacimiento del niño Jesús a través del arreglo de un belén o un pesebre. Según una serie de estudios musicológicos, esta tradición se propagó en nuestro territorio de la época colonial, gracias a la difusión de los primeros religiosos franciscanos desde el siglo XVI. Y junto a él llegaron también las dulces melodías dedicadas a esta mágica escena de la Natividad, que transitaron de pueblo en pueblo (villas) y a quienes las interpretaban se los consideraba villancicos; posteriormente se atribuyó esta denominación a las composiciones.

Asimismo, el investigador Justino Cornejo recapitula las raíces del villancico que constaba de una composición poética popular con estribillo, cuya evocación era religiosa y navideña. A estas rimas y versos se los denominó como “villano” que constituía una copla que cantaba la gente rústica. Y es que el villancico congrega canto, poesía, danza y dramatización, representando el formato cultural que nos invade con un espíritu de paz y alegría. En su parte textual el villancico está estructurado generalmente en cuartetas rimadas con un formato musical de copla – estribillo, conteniendo introducciones así como interludios y segmentos instrumentales de culminación. Cómo no reconocer a los cultores más destacados de este género en nuestro país, me refiero a nuestros coterráneos Salvador Bustamante Celi y Segundo Cueva Celi, baluartes de la música lojana, que nos han legado temas de popularidad, que todavía escuchamos y entonamos como: Claveles y rosas, Dulce Jesús Mío, No sé niño hermoso, Ya viene el niñito, Entre pajas y el heno, Venid pastores, Duerme niño, Lindo niño, En brazos de una doncella, entre otros. No olvidemos que estas manifestaciones van más allá de la religiosidad como un pretexto para cantarle a la vida, la paz y unión familiar, siendo además rasgos de nuestra identidad. (O)

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